El presidente de Cuba, Raúl Castro, regresa hoy a Rusia, casi un cuarto de siglo después de su última visita y en un marco histórico mundial radicalmente distinto.

Su viaje responde a una invitación personal de su par ruso, Dimitri Medvedev, y supone la constatación final del relanzamiento de las relaciones entre dos países que, durante décadas, fueron firmes aliados pero que, tras el derrumbe de la Unión Soviética, vivieron un progresivo alejamiento sólo interrumpido hace apenas medio año.

"Las actuales relaciones entre Rusia y Cuba son extraordinarias", afirmó Castro la semana pasada en una entrevista en exclusiva con la agencia rusa Itar-Tass.

La última vez que Raúl Castro puso pie en Moscú fue en abril de 1985, cuando encabezó la delegación cubana en el entierro del dirigente soviético Konstantin Chernenko. En aquella ocasión se reunió también con el que sería el último líder soviético, Mijail Gorbachov, y realizó una gira por varias ciudades soviéticas. Su hermano Fidel, entonces jefe de Estado cubano, visitaría la Unión Soviética por última vez dos años más tarde, en febrero de 1986.

Casi un cuarto de siglo más tarde, el escenario ha cambiado totalmente. Raúl Castro ya no es sólo el número dos de Cuba, sino el presidente oficial desde que hace un año su histórico hermano renunciara definitivamente a la jefatura de Estado a causa de la misteriosa enfermedad que desde finales de julio de 2006 lo tiene alejado de la vida pública.

Y una Rusia muy alejada del socialismo de aquella época lucha por volver a convertirse en una de las principales potencias mundiales con voz y voto decisivo en el acontecer internacional.

La estancia de Raúl Castro durante toda una semana en Rusia tiene un significado más: la demostración de que, pese a los intensos rumores circulados en las últimas semanas sobre la salud de su hermano Fidel, éste se encuentra bien. "Voy de viaje a Europa, ¿creen que yo puedo salir de aquí si Fidel estuviera grave?", espetó Raúl Castro la semana pasada a los periodistas.