Crisis política Más de la mitad de los habitantes declaran que el ruso es su lengua materna

Ucrania, un país dividido entre el azul y el naranja

  • La orientación política que adopte la nueva mayoría parlamentaria podría convertirse en el siguiente punto de tensiones entre Occidente y Rusia

La disolución del Parlamento de Ucrania, oficializada el 16 de septiembre, puso punto y final a la coalición naranja de corte prooccidental compuesta por el bloque del partido del presidente ucraniano, Viktor Yuschenko, y la formación Autodefensa Popular, y el Bloque de la primera ministra, Yulia Timoshenko, todas fuerzas protagonistas de la revolución naranja de 2004.

Yushchenko y Timoshenko llevaban varios meses enzarzados en disputas sobre las políticas de reformas y privatizaciones. Las relaciones se exacerbaron durante el breve conflicto armado entre Rusia y Georgia, donde la princesa del gas evitó criticar abiertamente a Moscú probablemente para no enemistarse con la población rusófona del este del país. La gota que colmó el vaso fue la decisión de la formación de la primera ministra y la oposición prorrusa de adoptar una serie de leyes que facilitan el procedimiento de destitución del jefe de Estado y reducen sus poderes en favor de incrementar los de la primera ministra.

A día de hoy se barajan dos opciones para salir de la crisis política: una reconstitución de la coalición naranja o una nueva alianza pro-Kremlin entre el bloque de Timoshenko y los prorrusos del Partido de las Regiones. Si antes de mediados de octubre no se forma una nueva mayoría en el Parlamento, lo que parece más que probable, el presidente no tendrá más remedio que convocar unas nuevas elecciones, las terceras en tres años.

La tensión que vive el país ucraniano, donde el 17,3% de los habitantes se considera de etnia rusa y más de la mitad declara que el ruso es su lengua materna, y sobre todo la orientación política que adopte la nueva mayoría podría convertirse en el siguiente punto de tensiones entre Occidente y Rusia.

La opción de reeditar una alianza de corte prooccidental acercaría al país a la Unión Europea (UE), que a través de su presidente de turno, Nicolas Sarkozy, ofreció a principios de septiembre un Acuerdo de Asociación que promete estrechar las relaciones bilaterales, aunque no garantice su futura integración en el club.

Otro tema que sería relanzando es la incorporación a la OTAN, aspiración máxima de Yushchenko. La organización rechazó a mitad de año aceptarlo como nuevo miembro porque veía la medida como prematura teniendo en cuenta que el apoyo popular a la Alianza dentro de Ucrania es menor al 30%.

Mientras tanto, la opción prorrusa alejaría a Ucrania tanto de la OTAN como de la UE, y aproximaría a Moscú al control de Kiev, algo añorado y muy deseado en el Kremlin.

Para ese objetivo Rusia cuenta con varias armas para presionar a Ucrania. Una de ellas es la energía. El país depende en gran medida de la energía rusa, en particular del gas. Moscú utilizó el asunto del gas como instrumento de presión en 2004 cuando encareció más del triple su precio de mercado. Ahora, podría ofertar el gas a precios rebajados a cambio de concesiones políticas.

La flota del mar Negro es otro foco potencial de presión. Un acuerdo firmado en 1997, que expira el 28 de mayo de 2017, concedió a Rusia el derecho de mantener su flota estacionada en el puerto ucraniano de Sebastopol (Crimea). Ucrania ha estado apremiando a Rusia para iniciar conversaciones sobre la retirada de la flota, pero Rusia quiere mantener a sus barcos en la estratégica zona más allá de la fecha límite y hará nuevas propuestas para que Kiev acepte.

"Después de esa fecha es necesario que Ucrania quede libre de cualquier base militar extranjera", dijo hace pocos días la primera ministra.

La propia Crimea, sitio favorito de retiro de la antigua élite soviética, representa un tercer punto conflictivo. Crimea, cedida por Rusia a su hermano socialista en 1954 como regalo para conmemorar el tricentésimo aniversario de la unificación de Ucrania y Rusia, es la única región ucraniana en la que los rusos étnicos constituyen una abrumadora mayoría de la población (el 58%). Inmediatamente después del desplome de la Unión Soviética surgieron presiones separatistas en Crimea que se calmaron a partir de 1995, en gran medida porque los separatistas rusos estaban divididos y Moscú dio pocas muestras de disposición para apoyarlos. Sin embargo las presiones siguen existiendo aunque reducidas y pueden estallar en cualquier momento, sobre todo si Rusia lo fomenta.

Lo único seguro, al margen del resultado final del culebrón político, es que el país seguirá dividido en dos bandos, el azul (prorruso) y el naranja (prooccidental), llamados así por el color de sus banderas.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios