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Entre el débil y el testarudo

  • Aunque Obama parece decidido a presionar a Israel, la carencia de poder y autoridad del presidente palestino y la intransigencia del Gobierno judío dificultan su pretensión

Barack Obama está ansioso por romper un tabú: por primera vez desde hace décadas, un presidente estadounidense parece decidido a ejercer presión real sobre Israel y a satisfacer de ese modo una de las grandes esperanzas del mundo árabe. La visita del presidente palestino, Mahmud Abbas, demostró sin embargo que Obama afronta en su nueva política un doble problema.

Por un lado, Abbas carece de poder y autoridad suficientes como para unificar a los palestinos y persuadirlos de ciertas concesiones. Por el otro, el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, que hace poco más de una semana estuvo también en Washington, rechaza poner freno a los asentamientos y, de momento, no está dispuesto a aceptar una solución de dos estados.

Pese a los contratiempos, la nueva política de Obama para Oriente Próximo va cobrando forma. El mandatario exige que se detenga toda actividad en los asentamientos de Cisjordania. Es cierto que todos sus predecesores desde Ronald Reagan hasta George W. Bush reclamaron lo mismo, pero la nueva Administración lo ha hecho con una dureza hasta ahora desconocida.

También la secretaria de Estado, Hillary Clinton, reclamó un cese de construcciones sin condiciones, "no sólo en algunos asentamientos, no sólo en los puestos de avanzada ni (haciendo) excepciones por su crecimiento natural". El cambio de tono no pasó inadvertido en Jerusalén y "los funcionarios del Gobierno israelí están aterrados por la línea dura" de la nueva Administración, según The New York Times.

El giro en la política hacia la región se adivinó ya desde la asunción de Obama. Su primera entrevista fue para la emisora árabe Al Arabiya. Y el jefe de la CIA, Leon Panetta, recomendó en una visita a Jerusalén no dar por supuestas las multimillonarias ayudas estadounidenses a Israel, según The Washington Post.

Luego, la jefa de las negociaciones nucleares estadounidense, Rose Gottemoeller, pidió a Israel ante la ONU que se uniera al régimen de no proliferación de armas nucleares. El gesto representó otra ruptura en la política de EEUU, que nunca se había referido de forma explícita al arsenal atómico israelí.

El foco de Washington está ahora sobre Israel. Otro indicio de ello fue la atmósfera visiblemente distendida que Obama y Abbas mostraron a los periodistas en su encuentro en la Casa Blanca. El mismo escenario dio lugar a un encuentro mucho más frío y acartonado la semana pasada durante la recepción de Netanyahu.

Israel intentó en vano convencer a Washington de que el problema del programa nuclear iraní es más urgente que el de los esfuerzos de paz entre israelíes y palestinos.

Obama "ha vuelto a despertar la fantasía palestina dormida desde hace tiempo de que EEUU forzara a Israel a hacer concesiones importantes (...) mientras los árabes observan pasivos y aplauden", escribió el publicista Jackson Diehl en The Washington Post tras el encuentro con Abbas.

La cúpula palestina admitió que su único papel posible por el momento es esperar que Hamas renuncie a la violencia y reconozca el derecho a existir de Israel, e incluso que Obama presione a Netanyahu en la cuestión de los asentamientos y hacia una solución de dos Estados. El mundo árabe espera "una política igualitaria" de EEUU y que Obama lance un plan de paz. Es posible que el presidente no esté en condiciones de hacerlo, pero en cambio podrá volver a mejorar la imagen de su país en la región, aun a costa de distanciarse de Israel.

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