Guerra y elecciones Los talibanes intensifican su actividad a medida que avanza el verano

Un julio terrorífico en Afganistán

  • El número de víctimas occidentales en el sur y el este del país se multiplica a medida que se acerca la fecha de las elecciones presidenciales · Los británicos son los que más bajas están sufriendo

La estratégica batalla entre los soldados estadounidenses y los talibanes sacude mucho más el inestable valle del río de Helmand, en el sur de Afganistán, que la casi inexistente campaña electoral a un mes de las elecciones presidenciales.

Según el sitio independiente www.icasualties.org, que lleva el balance de las bajas militares en Iraq y en Afganistán, 67 soldados extranjeros murieron desde principios de julio en territorio afgano, una cifra nunca antes registrada desde 2001. Casi todas las víctimas de julio murieron por el estallido de bombas de fabricación casera.

Desde la llegada a principios de julio de 4.000 marines a la provincia, primera gran ofensiva de refuerzos enviados por el Gobierno de Barack Obama, muchos grandes ejes viales están cortados debido a las minas instaladas por los rebeldes, y numerosos aldeanos asustados han abandonado sus casas.

"Los talibanes entran en cualquier momento en nuestras casas y reclaman comida y dinero", se queja un viejo aldeano de Garmser, uno de los distritos con fuerte influencia rebelde que los marines deben asegurar de cara a las elecciones presidenciales y provinciales del 20 agosto.

"Los talibanes cierran las escuelas y no les podemos desobedecer, si no, nos torturan y nos matan. Nosotros apoyamos la acción de los soldados estadounidenses, pero ellos apuntan sus armas sobre nuestros hijos, que ya no pueden salir a jugar", agrega.

Este aldeano querría poder votar en las elecciones, pero las libretas electorales no han llegado a su pueblo de casas de barro.

Los días anteriores, una unidad de marines desplegada muy cerca fue objeto de una serie de ataques con bombas artesanales enterradas en los caminos de tierra que salen del pueblo. "No es nuestra gente quien ha hecho eso", asegura el viejo, sin dar mayores explicaciones.

Los marines se instalaron a pasar la noche cerca del pueblo, que sus aldeanos abandonaron creyendo que los soldados podrían atraer violencia.

El Helmand actual ofrece un fuerte contraste con el optimismo que allí reinaba en los años posteriores a la expulsión del poder de los talibanes a finales de 2001, por una coalición liderada por Estados Unidos.

En 2005, el entonces presidente estadounidense, George W. Bush, consideró la democracia afgana "floreciente" y veía a Afganistán como un precursor, junto a Iraq, de un futuro "gran Medio Oriente" democrático, incluido Irán.

Desde entonces la situación se ha degradado dramáticamente y su sucesor ha asignado una misión más realista a sus tropas: restablecer la seguridad.

La ofensiva estadounidense en Helmand servirá para "establecer las condiciones propicias a las elecciones", afirma su comandante, el general Larry Nicholson, que admite que ganarse nuevamente la confianza de la población llevará tiempo.

Las tropas extranjeras probablemente conserven un bajo perfil el día de las elecciones, dejando la seguridad "visible" en manos de los policías y soldados afganos, formados por los occidentales para retomar el control en todo el país a largo plazo.

Los 4.000 marines movilizados en el valle se han encontrado con una resistencia esporádica y aseguran contar con el apoyo de los líderes locales. Pero a principios de julio, un periodista de la AFP que acompañaba a los soldados estadounidenses pudo constatar los obstáculos colocados en la ruta de las tropas extranjeras.

Encargados de limpiar una carretera sembrada de bombas artesanales a lo largo de 30 kilómetros, los estadounidenses sólo pudieron reconocer su derrota: tras siete días de explosiones, el convoy regresó prematuramente a su base con dos marines fallecidos.

Los talibanes ya habían amenazado con atacar el proceso electoral en 2004 y 2005, pero la violencia había sido relativamente limitada. De momento no han proferido amenazas directas contra las próximas elecciones, pero varios candidatos provinciales han sido asesinados.

"Desde el principio hemos dicho que los rebeldes aprovecharían este periodo electoral para transmitir su mensaje: no quieren que este gobierno tenga éxito y no quieren que la gente vaya a votar", aseguró el contraalmirante Gregory Smith, portavoz del mando de las fuerzas estadounidenses en Afganistán, el general Stanley McChrystal.

"De nuevo, problemas de seguridad muy graves se están produciendo en el sur y en el este de Afganistán", subraya Harun Mir, experto del Centro de Investigaciones y Estudios Políticos en Kabul. Estos atentados demuestran que "elementos de las filas de Al Qaeda o de los talibanes quieren perturbar las elecciones", dijo.

El enviado especial de Estados Unidos para Pakistán y Afganistán, Richard Holdbrooke, admitió el sábado en Kabul la magnitud de la tarea que tienen por delante.

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