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Los manifestantes de Bahrein dicen que no abandonarán el centro de Manama

  • Un millar de ciudadanos exigen en el centro de la capital reformas económicas y políticas.

El millar de manifestantes que han pernoctado en la plaza Lulu de Manama, la capital de Bahrein tras tomar el centro de la ciudad para exigir reformas económicas y políticas han asegurado que no abandonaran el lugar hasta que sus exigencias sean satisfechas.

El presidente de la Asociación de la Juventud Bahreiní para los Derechos Humanos, Mohamed al Maskati, aseguró por teléfono que los organizadores no tienen pensado llevar a cabo ninguna marcha de protestas este miércoles, pero insistieron en que continuarán su protesta.

Según Al Maskati, la plaza ha sido rebautizada por los participantes con el nombre de la plaza Tahrir de Manama, en referencia a la plaza Tahrir de El Cairo donde miles de manifestantes se concentraron durante más de dos semanas hasta la renuncia del presidente Hosni Mubarak, el pasado día 11. La policía observa a los participantes sin actuar, según aseguró el activista, que se encuentra en el lugar de la concentración.

Se espera que a lo largo del día confluya más gente en la plaza, especialmente tras la conclusión de la jornada laboral. Asimismo, Al Maskati comentó que el discurso ofrecido ayer por el rey de Bahrein Hamad bin Isa al Jalifa, en el poder desde 1999, que lamentó la muerte de dos manifestantes, y que informó de que había comenzado una investigación, no ha sido bien recibido.

"Los participantes me dijeron: no nos importa si ha empezado una investigación, lo que nos importa es que el rey no ha hecho ninguna mención a nuestras demandas", dijo Al Maskati. Las protestas de ayer comenzaron frente al Hospital General de la localidad de Al Dih, donde se produjeron choques con las fuerzas de seguridad que emplearon gases lacrimógenos y dispararon balas de goma para dispersar a los manifestantes, que protestaban por la muerte la víspera del joven Ali Abdelhadi Mushaima.

Esta revuelta popular comenzó hace dos días y cuenta con una participación sin precedentes en este país, un archipiélago con una superficie de tan solo 727 kilómetros cuadrados en el que viven poco más de un millón de personas, la mitad de ellos extranjeros.

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