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El petróleo y el gas avivan las tensiones en el Magreb

  • España, eslabón más débil de la UE por razones geográficas, teme las represalias de Argelia tras su giro en la cuestión del Sahara Occidental cuando acaba de dejar atrás su crisis con Marruecos

Pedro Sánchez, durante su encuentro con el primer ministro marroquí, Aziz Akhannouch, el mes pasado en Rabat.

Pedro Sánchez, durante su encuentro con el primer ministro marroquí, Aziz Akhannouch, el mes pasado en Rabat. / EFE

En un contexto de tensión política regional que comenzó a fraguarse a finales de 2020 con el reconocimiento estadounidense de la soberanía marroquí sobre el Sahara Occidental, la crisis energética internacional y la guerra en Ucrania han situado el norte de África en el centro de las preocupaciones españolas y europeas.

El Magreb es hoy escenario de dos conflictos que se solapan: el renovado enfrentamiento entre Marruecos y Argelia -y el Frente Polisario- por el Sahara Occidental y la hegemonía magrebí y la guerra fría que libran Estados Unidos y una Rusia que extiende sin competencia sus tentáculos por África. Por su parte, con su apoyo al plan de autonomía de Rabat para el Sahara, el Gobierno de Pedro Sánchez opta por recuperar la normalidad con Marruecos -tras 16 meses de desencuentro- a costa de sacrificar las relaciones con Argelia, patrocinador del Polisario y tradicional primer suministrador de gas natural a España.

El boicot al gas ruso ha convertido al argelino en la gran alternativa para la UEEl mensaje marroquí a Europa es claro: no se arrepentirán de elegirnos como socio prioritario

El gas oxigena al régimen argelino

Cuando más lo necesitaba -el Hirak venía demandando reformas profundas desde marzo de 2019 en la calle y la inflación golpeaba duramente a una población castigada ya por dos años de pandemia-, el régimen argelino ha encontrado en la desgracia de su principal apoyo internacional -y mayor suministrador de armas-, la Rusia de Putin, una ocasión de tomar oxígeno gracias a las necesidades energéticas de sus vecinos europeos. El boicot al gas ruso ha convertido al argelino en la gran alternativa para la UE.

Según datos del Ministerio de Energía argelino, las exportaciones de gas del país norteafricano aumentaron un 21% en febrero de este año -antes ya de la invasión rusa de Ucrania- respecto a 2021. Gracias a los precios de los hidrocarburos, a finales del pasado septiembre los ingresos por ventas de gas y petróleo alcanzaron los 24.000 millones de dólares, un 62% más que el mismo mes en 2020. En fin, las ventas de gas y crudo suponen para Argel aproximadamente el 95% de sus exportaciones en valor y el 25% de su PIB.

Y en plena crisis en Ucrania, el apoyo del Gobierno a la propuesta de autonomía marroquí para el Sahara Occidental -que Pedro Sánchez definía como "la base más seria, realista y creíble" para la resolución del diferendo en una carta remitida el 14 de marzo al rey Mohamed VI- provocaba la más que esperable indignación de Argelia. Tras la retirada del embajador argelino en Madrid, el régimen militar no sólo ha avisado de que incrementará los precios del gas a España y ha comenzado a poner trabas administrativas a la importación de vacuno español: el jueves su ministro de Energía, Mohamed Arkab, advertía de que cortarán el grifo del gas si el Gobierno de Sánchez y la monarquía de Mohamed VI comienzan a bombear por el tubo Magreb Europa -que Argel cerró a principios de noviembre- gas argelino desde la península a Marruecos. El Ejecutivo, que teme que las represalias vayan más allá, ya busca alternativas al gas argelino; no en vano, en marzo Estados Unidos se situó por primera vez como primer suministrador de gas a España.

"Argelia nunca ha exigido a España otra cosa que cumplir con la legalidad internacional y la descolonización de un territorio que todavía sigue bajo administración española de iure como el Sahara Occidental. Argelia siempre ha demostrado ser un socio fiable, de hecho ni en los peores momentos de su guerra civil durante la década de los 90 dejó de bombear gas a España", asegura a este diario el profesor de Geopolítica en la Universidad Complutense de Madrid Baba Ahmed Mulay.

"No dejará de venderle gas a España, pero es posible que reduzca las cuotas de venta hasta hacerlas residuales en los próximos años", advierte el especialista argelino. El propio presidente Tebboune aseveraba el sábado que nunca se desharán de los compromisos adquiridos con España en el suministro de gas, aunque acusaba directamente a Sánchez de "haberlo roto todo".

Entretanto, en plena ofuscación con el Gobierno de Pedro Sánchez, el pasado 11 de abril Argelia firmaba un acuerdo de cooperación energética con Italia. El gigante estatal Sonatrach se comprometía con la italiana Eni a aumentar un 40% el suministro de gas -9.000 millones de metros cúbicos anuales- a partir del año que viene.

Con todo, el gran reto para Argelia es incrementar sus capacidades productoras: a pesar de sus enormes reservas de gas, faltas de inversión, sus infraestructuras son limitadas. El año pasado, la española Naturgy y Sonatrach invirtieron 75 millones de euros para aumentar la capacidad de Medgaz, el único gasoducto que desde el cierre del Magreb Europa conecta Argelia con la península, con vistas a aumentar la capacidad del tubo, desde los 8.000 millones de metros cúbicos a los 10.000 al año; una apuesta en peligro por el desencuentro hispano-argelino.

Marruecos presume de petróleo y gas

Celoso del protagonismo argelino, Marruecos presume en las últimas semanas de importantes descubrimientos de hidrocarburos. Petróleo en tres ubicaciones distintas a lo largo del litoral atlántico, siempre próximas a las islas Canarias, y gas natural frente a la ciudad de Larache, apenas a 90 kilómetros del Estrecho. Además, la prensa marroquí destaca la importancia del faraónico proyecto de gasoducto -impulsado por Mohamed VI- que, con 5.600 kilómetros de longitud, deberá conectar Nigeria y Marruecos y ulteriormente servir de plataforma de suministro a Europa. Mientras tanto, Argelia negocia con Nigeria la construcción de otro gasoducto que conecte los dos países con idéntica intención.

Aunque pasó desapercibido durante días, fue el pasado 13 de abril cuando la empresa británica Europa Oil & Gas -en posesión del 75% de la concesión- hizo público el descubrimiento en un yacimiento situado en la cuenca de Agadir de más de 1.000 millones de barriles de petróleo (al parecer en apenas cinco pozos). Con arreglo a los precios actuales, el valor de mercado del hallazgo -107.000 millones de dólares estadounidenses- equivale aproximadamente al PIB de Marruecos en 2020.

Además, el pasado miércoles la Oficina Nacional de Hidrocarburos y Minas de Marruecos daba cuenta de sendos pozos de crudo a la altura de Tarfaya e Ifni, a las puertas del Sahara Occidental y cerca también de las Canarias, aunque sin precisar ni la fecha (en algún momento entre 2020 y 2022) ni el volumen del hallazgo.

"Los descubrimientos de hidrocarburos en Marruecos son alentadores, pero hay que tomarlos con cautela", afirma el gestor de proyectos de cooperación empresarial e institucional Nourdine Mouati, quien apunta a las renovables -y concretamente al nitrógeno, el oro verde-, como sector más prometedor en los próximos tiempos. "La estrategia de Marruecos está centrada en el desarrollo de las energías renovables, ya que es el país con más facilidades de inversión, y es ahí donde las empresas españolas deben centrar sus esfuerzos antes de ser desplazadas por otras de la UE. El hidrógeno verde es una gran oportunidad [la ministra marroquí del ramo expresaba su deseo de convertir a su país en líder mundial] y la alianza hispano-marroquí en este ámbito puede suplir las necesidades actuales y futuras", desgrana Mouati.

El mensaje marroquí a Europa -a España- es claro: no se arrepentirán de habernos elegido como socio prioritario; nosotros también tenemos petróleo y gas, además de poder producir hidrógeno verde y otras energías a partir de fuentes renovables, y además somos un país abierto y receptivo a la inversión privada extranjera. La realidad es que, por ahora, el protagonismo en las prospecciones lo están teniendo sociedades británicas (Rabat se apresuró en forjar una nueva alianza comercial con el Reino Unido pos Brexit). La española Repsol participó en 2009 en la perforación inicial del prometedor pozo de gas natural de Larache, aunque acabaría abandonándolo: el testigo lo tomó exitosamente la británica Chariot.

España, a merced de sus vecinos

Como ocurrió durante toda la crisis vivida con Marruecos y ya se percibe en el problema planteado con Argelia, el Gobierno de España sigue el paso que le marcan sus vecinos al carecer de una estrategia global en sus relaciones con los países de la orilla sur del Mediterráneo. Previsiblemente, el apoyo al plan de regionalización avanzada de Marruecos para el Sahara no se traducirá en el reconocimiento de los derechos de Rabat sobre las aguas saharauis ni en la actividad de empresas españolas en un extenso territorio donde estadounidenses e israelíes -tras el flamante restablecimiento de relaciones con Marruecos a finales de 2020- toman posiciones y trabajan ya en la búsqueda de commodities.

Europa, en fin, confía en evitar la escalada en el Magreb con una doble apuesta no exenta de riesgos: apoyar políticamente a Marruecos en la cuestión del Sahara Occidental con vistas a resolver definitivamente el conflicto a cambio de lealtad en la vigilancia y el control de la frontera suroccidental y, al mismo tiempo, reforzar sus vínculos energéticos con Argelia. Con un Sahel convertido en un polvorín y frentes abiertos en Libia, Turquía y, sobre todo, Ucrania, la UE no puede permitirse indisponer a Rabat, y sabe a la vez que la supervivencia del régimen argelino pasa por las divisas procedentes de los hidrocarburos. En un tiempo de crisis y volatilidades como el actual, el Magreb, tierra vecina de oportunidades y riesgos, fanfarronadas y carencias, pone a prueba hoy la cohesión y visión estratégica europeas.

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