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Las revueltas siembran el miedo en los regímenes autocráticos

  • Otros países árabes comienzan a tomar medidas de apertura y prometer reformas para evitar esta situación, pero el desenlace egipcio será fundamental para ver si se aplican

Los dirigentes de los países árabes, inquietos por las revueltas populares de Túnez y Egipto, comenzaron a tomar medidas de apertura y a prometer reformas, aunque un eventual aplastamiento del movimiento egipcio podría frenar ese impulso reformista, estimaron los analistas.

"En un mes, el mundo árabe cambió más que en años", estimó Ziad Majed, encargado de cursos sobre Oriente Próximo contemporáneo en la Universidad Norteamericana de París.

"El temor cambió de terreno: durante décadas, los regímenes autoritarios se mantenían gracias a la represión (...). Hoy, los regímenes tienen miedo y desean evitar a todo precio lo que ocurrió en Egipto y Túnez", agregó.

El presidente yemení Ali Abdala Saleh, en el poder desde hace 32 años, anunció que renunciaba a disputar un nuevo mandato, pero sin conseguir calmar a la oposición que ayer sacó a decenas de miles de manifestantes a la calle para reclamar reformas democráticas.

En Jordania, el rey Abdala destituyó a su primer ministro para calmar la presión popular que exigía su salida, pero la poderosa oposición islamista criticó la opción de su reemplazante y llamó a nuevas manifestaciones hoy.

En Siria, donde a través de las redes sociales hubo llamados a manifestaciones hoy y mañana, el presidente Bashar al Asad, que en 2000 sucedió a su padre, afirmó que quiere "continuar el cambio a nivel del Estado y de las instituciones".

En Marruecos, el Gobierno expresó su determinación a mantener las subvenciones para los productos básicos.

"Los regímenes desean mostrar signos de apertura y aceptan reivindicaciones que rechazaron durante décadas por temor a perder el control", estimó Majed.

Según este especialista, "la simple amenaza de manifestaciones de cólera en Jordania o en Yemen tuvo más consecuencias políticas que el activismo clásico de los últimos años".

Majed destacó que el mundo árabe es "la única región del mundo donde los dirigentes se mantienen desde los años 60 y donde hay repúblicas que comienzan a tener el comportamiento de dinastías".

Pero si el régimen del presidente Hosni Mubarak consigue aplastar la revuelta, convirtiendo a la plaza Tahrir, en el centro de El Cairo, en un nuevo Tiananmen, los jefes de Estado árabes podrían verse alentados a no hacer concesiones, según los analistas.

"Creo que los países árabes reaccionarán de manera diferentes si hay un cambio de régimen en Egipto", estimó Emile Hokayem, un analista radicado en Bahrein, del Instituto Internacional para Estudios Estratégicos.

"Si el presidente Mubarak sobrevive a esta ola de protestas, pensarán que no es necesario hacer concesiones políticas importantes y que tienen un margen de maniobra que les permitirá salir bien parados", agregó, estimando que las reformas anunciadas en Yemen o en Jordania podrían ser sólo "cambios de fachada".

Por su lado, Sophie Pommier, encargada de cursos en el Instituto de Ciencias Políticas en París, estima que "los regímenes árabes tiene dos ejemplos de gestión de la crisis frente a ellos: Túnez, donde el poder se derrumbó rápidamente, y Egipto, donde el régimen combinó represión, falsas concesiones, promesas, temor al caos y falsos cambios de equipo".

"Cada cual se adapta según su propio concepto, algunos pudiendo optar también por una muy fuerte represión", agregó, estimando que los países más frágiles parecen ser Yemen y Jordania.

Sin embargo, Ziad Majed se muestra optimista: "Si Mubarak, su Policía y sus partidarios aplastan a los manifestantes de la plaza Tahrir, esto retardará las reformas, pero no detendrá un movimiento irreversible".

Pero estas revueltas no sólo están poniendo nerviosos a líderes del mundo árabe, sino también a los déspotas del África subsahariana. En países como Sudán o Zimbabue aumentan los disturbios, mientras que en Mozambique y Madagascar la oposición comienza a creer que necesita muy poco para avivar la ira del pueblo.

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