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"Los sirios saben que no va a haber intervención extranjera"

  • El especialista en la primavera árabe asegura que Bashar Al Asad es un "mafioso como Ben Ali o Hosni Mubarak" y no quiere que se abra la caja de Pandora

El sociólogo y analista político Sami Nair está convencido que la revolución en Siria es irrefrenable, pero en contra de las demandas prodemocráticas de la población pesa la estrategia internacional que se está siguiendo: "Los sirios saben que no habrá intervención" extranjera, aseguró el francoargelino en una entrevista.

Experto conocedor de la primavera árabe, Nair (Argelia, 1946) examinó el conflicto en el país árabe, la más prolongada de todas las revoluciones de la región, que lleva ya un año en marcha, ha derivado en guerra civil y ha costado la vida a más de 7.000 personas, según cifras de la ONU.

Siria, señaló, es un caso muy especial. Ha tomado como ejemplo a Libia, que resistió durante meses a los sublevados. Muamar al Gadafi, asesinado tras su captura, consideraba que con la resistencia se puede acabar y así habría ocurrido de no haber sido por la intervención exterior, dijo. "El problema en Siria es que los sirios saben que no habrá intervención exterior, por lo menos hasta la fecha, por razones muy complejas".

La sociedad está dividida entre un 50% que apoya al régimen y otro 50% que lo repudia. La única solución, sostuvo Nair, sería la propuesta por la Liga Árabe que exige la salida del poder del presidente Bashar Al Asad y que su vicepresidente organice elecciones democráticas. "El problema es que Asad no quiere dejar el poder por razones muy sencillas. Como Ben Ali en Túnez, Mubarak en Egipto o Gadafi en Libia, es un mafioso y no quiere abrir la caja de Pandora de su régimen", que heredó de su padre y ya dura 40 años.

Asad ha decido resistir y cuenta para ello con el apoyo en el plano regional de Hezbolá en el Líbano e Irán, así como el de China y Rusia en las grandes esferas internacionales. Rusia sobre todo, explicó Nair, lo apoya no porque lo considere un aliado, sino porque en Tartus tiene la única base de su país en el Mediterráneo, privilegio que con un cambio de régimen se arriesga a perder. A ello se suma que detrás de la fragmentada oposición, y especialmente el Consejo Nacional Sirio, se encuentra Arabia Saudí, el gran aliado en la región de EEUU, sobre todo tras la caída en desgracia del ex presidente Hosni Mubarak.

Arabia Saudí "quiere apoderarse de la región e ir hacia una islamización de la democracia. No se puede separar la estrategia de Arabia Saudí de la de los Estados Unidos", que no tiene problema alguno con una islamización moderada. En "el Consejo Nacional Sirio son todos jinetes de Arabia Saudí y reciben dinero de Estados Unidos también", añadió el politólogo, que conoce personalmente a varios integrantes de la más destacada fuerza opositora al régimen de Al Asad.

Salvo que se produzca un golpe de Estado, lo que ocurrirá, argumentó Nair, es que se estudiará una salida para Al Asad con garantías, y en este sentido se explica el silencio de la Corte Penal Internacional pese a los miles de muertos en la represión por parte del tropas gubernamentales sirias a fin de intentar lograr que Al Asad busque el exilio. "En Libia, después de un mes la Corte Penal Internacional condenó a Gadafi. Ahora no dicen nada, pues quieren dejar la puerta abierta".

El proceso de revoluciones en el mundo árabe, dijo, se entiende desde dos perspectivas: la de fondo y la perspectiva económico-social. La perspectiva de fondo es irrefrenable. En todas partes la demanda democrática sale desde la sociedad y no desde el poder político y ese fenómeno se está desarrollando desde Marruecos hasta Arabia Saudí. "Es un acontecimiento histórico: algo imparable, un movimiento absolutamente original en la historia del mundo árabe desde el siglo XIX".

Hasta la fecha, continuó, era el Estado el que dictaba el desarrollo, la protección social y la modernización de la sociedad. Pero "por primera vez en la historia del mundo árabe, es la sociedad la que se está rebelando en contra del Estado". Y para comprenderlo hay que entender que los países árabes "son, sin excepción, desde Marruecos a Arabia Saudí, estados absolutistas, dominados por grupos de intereses, familias, mafias que ejercen una dictadura despiadada sobre la sociedad. Son estados autoritarios con un régimen de gestión de la política muy cerrado".

Frente a estos estados se han desarrollado en estos últimos 20 años en todo el mundo árabe unas sociedades cada vez más abiertas, más complejas y modernas y la contradicción entre el Estado cerrado y la sociedad abierta es la que ha desatado la revolución.

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