Los suizos dieron luz verde el domingo en referéndum a poner límites a la inmigración, una decisión que divide a la gente en las calles del país, donde desata incredulidad y aprobación casi en la misma medida.

"Horrible", dice Veronika Boss, que sacude la cabeza con desaprobación al mencionar el referéndum. "No podemos valorar en absoluto qué consecuencias tendrá". La suiza de 43 años recorre cada mañana la distancia que la separa desde Zúrich a la comunidad  de Weinfelden, en el cantón de Thurgau. Allí el 57,8 por ciento de la población votó a favor de la iniciativa del nacional conservador Partido Popular Suizo (SVP)  "Contra la inmigración masiva", que abogaba por poner límites a la inmigración, según los datos de la Oficina de Estadísticas. "Creo que los políticos no han tomado lo suficientemente en serio los miedos de la población", dice Boss.

Con una ajustadísima mayoría del 50,3 por ciento, los suizos aprobaron por sorpresa el domingo restricciones a la llegada de  trabajadores extranjeros, también de la Unión Europea (UE). Según la  iniciativa, los cantones tendrán que introducir en el futuro cuotas máximas de inmigrantes que podrán entrar cada año y el gobierno de Berna está obligado a implementar la propuesta en un plazo de tres años.

"Esto no quiere decir que los suizos seamos xenófobos", dice Beat,  que prefiere no dar su apellido. "Sólo queremos regular para que no sea excesiva". El hombre de 34 años es director de una filial de una carnicería que tiene como clientes a ciudadanos suizos pero también alemanes y austriacos. Pero pese a señalar que su negocio es "muy abierto", considera lógico que haya restricciones en la inmigración. Si no, podría haber consecuencias negativas para Suiza, como dumping salarial o aumento del desempleo, señala. Cada año a la población suiza se suman unos 80.000 inmigrantes. "Me gustaría que el gobierno tomara en serio el referéndum y reaccionara".

Un par de metros detrás en la estación de trenes está Franziska Baumann, una joven madre de 28 años procedente de Bischofszell que también defiende los límites a la inmigración. "Me parece bien", comenta. "¿Cuántos suizos no tienen trabajo y cuántos están en las  calles?". La joven no tiene miedo a las consecuencias económicas que pueda tener para su país esta decisión. "Aún no me preocupo por eso".

"Saber que muchos en Suiza piensan así me parece terrible", señala Sara. Los padres de la joven de 26 años son italianos, pero ella nació en Suiza, igual que su amiga Nadia, que tampoco quiere decir sus apellidos. Muchas veces se las percibe como extranjeras, cuenta Nadia, aunque afirma que nunca han sufrido hostigamiento de forma directa.

Con un 23 por ciento, Suiza tiene una cuota especialmente alta de población extranjera, frente por ejemplo al nueve por ciento de Alemania. Una gran parte de ellos son alemanes, en torno a 300.000.

Anna Alt es una de los alrededor de 56.000 alemanes que desde Baden-Württemberg cruzan cada mañana la frontera para trabajar en Suiza como enfermera de quirófano. Todos los días conduce desde Meersburg en ferry a Constanza y de ahí a Münsterlingen. Dice sentise bien en Suiza y tener buena relación con sus  compañeros. "No creo que hayan votado por el 'sí", dice sobre el  referéndum, aunque reconoce sentirse sorrpendida por el resultado porque nunca sintió reacciones nativas por el hecho de ser alemana. "No puedo entenderlo en absoluto".

Por el contrario, Oliver Römlein ve el resultado como una confirmación de sus experiencias de los últimos años. El informático  de 45 años se lleva muy bien con sus compañeros, pero en los últimos tiempos tuvo malas vivencias en el país. "Eran cosas muy simples", como que una vez le rompieron la antena o el espejo retrovisor del coche. "Pero no se puede generalizar. Son los mismos resentimientos contra los extranjeros que también existen en Alemania".