salud y género
  • El anuncio de la licencia laboral por regla dolorosa abre el debate sobre la discriminación laboral y sexual, en un tema que aún tiene mucho de tabú

Baja menstrual: el asunto de las mujeres

Unas adolescentes, durante un reparto de productos menstruales reutilizables. Unas adolescentes, durante un reparto de productos menstruales reutilizables.

Unas adolescentes, durante un reparto de productos menstruales reutilizables. / Marta Pérez (Efe)

Escrito por

· Pilar Vera

Redactora

Licencia menstrual. La medida, un descanso de unos cuantos días al que podían acogerse las mujeres, aparece en la URSS de los años 20 de la mano de reformadoras como Alexandra Kollontai.

“Estoy muy orgullosa de que seamos el primer país de Europa que empieza a hablar de una cuestión tabú”, declaró la ministra Irene Montero, tirando de adanismo, al hacer pública la innovación que contempla la Reforma de la Ley de Salud Sexual y Reproductiva. Una propuesta que incluiría las bajas por reglas dolorosas e invalidantes, que quedarían cubiertas por el Estado. La iniciativa, inmediata y verozmente politizada, ha despertado todo tipo de suspicacias, incluso desde dentro del PSOE –y no es el único motivo de choque dentro de esa reforma–.

Para Silvia Gómez, responsable de Salud Laboral de CCOO en la provincia, la medida daría respuesta a una demanda que la organización sindical lleva realizando desde hace tiempo. Destaca, también, que este tipo de baja sólo afecta a un porcentaje pequeño de mujeres, “ya que no todas padecemos reglas incapacitantes por endometriosis. Ahora, aquellas a las que les sucede, tienen un problema”.

De un 20 a un 30% de las consultas que se realizan en ginecología responden a un cuadro de reglas dolorosas. De estas, “la mayoría se solucionan con tratamiento médico y no necesitan de baja laboral”, explica la ginecóloga Amalia Moreno. Pero de ellas, “en torno a un 5% sufren lo que se llama dismenorrea secundaria, que no responde al tratamiento y que necesita incluso intervención quirúrgica”.

Dentro de las dolencias más agudas, los males relacionados con la endometriosis son los principales responsables, aunque Moreno también menciona casos de adolescentes con “primeras reglas y el himen hipertrofiado, con episodios en los que la sangre se acumula en la vagina o el útero, y que también terminan necesitando quirófano en muchas ocasiones”.

La endometriosis se caracteriza, además, por su dote para el camuflaje: pueden pasar años hasta acertar con un diagnóstico correcto. Esto sucede, explica la especialista, porque los casos más frecuentes “se dan en los ovarios, y son fácilmente detectables por ecografía. Pero a veces, el tejido pasa al intestino o a la pared abdominal, escapando a la ecografía”. Para colmo, el tratamiento hormonal para este tipo de enfermedad conlleva numerosos efectos secundarios. “Para ese pequeño tanto por ciento de mujeres que sufren estas dolencias, con dolor de moderado a grave, esta medida supondría una diferencia enorme respecto a calidad de vida”, afirma la doctora.

Se considera que el 2% de las mujeres en edad fértil sufren periodos discapacitantes

“Yo diría que hay que tener tres cosas claras –continúa Silvia Gómez–. Que esto es algo que le ocurre a un porcentaje muy reducido de personas, y que por tanto tendrá un coste reducido; que será algo controlado, con revisiones pertinentes y que es importante que no tenga coste para nadie y lo asuma la Seguridad Social, por eso no tendría que estigmatizar a nadie. Al final –prosigue– estamos hablando del 2% de las mujeres, pero como es un tema de mujeres, y la situación política que vivimos es de desestabilización, ahí tenemos la polémica. Cualquier cambio social que ha afectado a las mujeres ha tenido rechazo, el divorcio, el aborto, y luego se han normalizado. Además, bajo esa regla no dicha de ‘haz lo que yo digo pero no lo que yo hago’ de quien puede permitírselo. Parece que cierto sector de la sociedad merece una bula eterna”.

Cinta Vivancos es abogada especializada en trabajo y vicepresidenta de la Asociación Nacional de Laboralistas. A nivel personal, piensa que las mujeres no necesitamos “tanta protección” y que este tipo de medidas pueden llegar a ser contraproducentes. “El anuncio ha impactado un poco a las empresas, sobre todo, a aquellas que tienen mucho personal femenino, como las guarderías. Habrá que ver cómo se desarrolla, porque aún no ha entrado en vigor –indica–. Lo siguiente que sucede es que es algo que ya estaba registrado para quien tuviera este tipo de problemas, como baja por enfermedad común”.

En efecto, el INSS arroja distintos tipos de dolencias relacionadas con la menstruación en su listado de tiempos óptimos de baja: cuatro días para menstruaciones excesivas y frecuentes, diez si el cuadro tiene además ciclo irregular; cuatro para los sangrados excesivos de tipo premenopáusico u otro tipo de sangrado anormal de tipo uterino y vaginal; cuatro también para el dolor intermenstrual y la dismenorrea no especificada, así como afecciones no especificadas relacionadas con los órganos genitales femeninos y el ciclo menstrual o los transtornos menopáusicos o postmenopáusicos. El “dolor y otras afecciones relacionadas con el ciclo menstrual y los genitales femeninos” aconseja 14 días. Lo general, vemos, son cuatro jornadas de ausencia laboral.

¿Cuál es la principal diferencia con lo anunciado con la ministra? Que el gasto lo asumiría el Estado mientras que actualmente, los tres primeros días de baja, lo asume el trabajador a no ser que el convenio estipule otra cosa.

“La parte negativa de esto –continúa Cinta Vivancos– es que, quien tenga otro tipo de dolencia de corta duración, una migraña, por ejemplo, puede decir que no se lo cubren. Con este tipo de baja, desde el minuto cero se está certificando. Además, para tener cobertura necesitas una serie de días cotizados, y para esta, no”. También se salta el tema de la protección de datos: aunque tú lo comuniques, en principio tu empresa no sabe el motivo de tu baja médica, sólo que existe. No sería así en este caso.

Cuatro días es la duración de baja recomendada desde el INSS para estas dolencias

Para la laboralista, había otras opciones que estudiar en esta cuestión y que no se han contemplado, “como el teletrabajo, donde fuera posible, pero no se han trabajado otras posibilidades”.

A la espera de saber aún cómo se concreta la medida, “puede producirse un cuadro en el que los empresarios se planteen la contratación y termine en una mayor discriminación laboral”.

Desde CCOO, Silvia Gómez apunta a una motivación más profunda en los peros que ha levantado la medida: “Vivimos en una sociedad en la que la regla había que ocultarla, no hablar de ello. Todo este revuelo no es más que una consecuencia de esto. Las cosas de mujeres se ridiculizan. Y las mujeres somos malas y mentimos. Cuando lo que dicen los datos, por ejemplo, es que los hombres tienen más bajas médicas”.

Es cierto que en las cejas arqueadas de todo este debate hay mucho de minimización – “no es para tanto”, “las abuelas”, “un gintonic”– o de incomodidad – “siempre sacando ‘esos’ temas”, “¿cómo se te ocurre hablar de esto a la hora de la comida?”–. Tan extendido, bajo distintas formas, que el antropólogo camuflado que muchos tenemos en el interior se pone a dar pataditas. El asunto, de hecho, tiene su propio campo: antropología de la contaminación y de la sangre. Autoras como Mary Douglas lo tratan en títulos tal que Pureza y peligro. Asociar la sangre menstrual a lo sucio, lo contaminante, lo impuro, es un clásico universal.

“En principio, todo lo que emana de los orificios corporales es sucio y hay que ocultarlo –explica el antropólogo de la Universidad Pablo Olavide, Alberto del Campo–. Todo lo que tuviera que ver con el sexo de la mujer era fuente de pecado y desorden, atraía al hombre y lo volvía loco, lo enajenaba, le transmitía su irracionalidad”. En gran medida, todo este tabú contribuyó a que la medicina no se ocupara, o menospreciara, lo ginecológico.

“En muchos sitios de África, una mujer con la menstruación no puede ir a coger agua, se la recluye y se le prohíbe transitar por ciertos lugares por los que van los hombres, y ha de alejarse de objetos y lugares sagrados”. No pongan esa cara: “En las Alpujarras, se sigue pensando que la mujer no puede entrar en una bodega porque se estropea el vino”, añade Del Campo. No te acerques a la mayonesa, que la cortas. No te laves el pelo. Levítico, 15: “Cuando una mujer tenga flujo, si el flujo en su cuerpo es sangre, ella permanecerá en su impureza menstrual por siete días; y cualquiera que la toque quedará inmundo hasta el atardecer. También todo aquello sobre lo que ella se acueste durante su impureza menstrual quedará inmundo, y todo aquello sobre lo que ella se siente quedará inmundo. Cualquiera que toque su cama lavará su ropa, se bañará en agua y quedará inmundo hasta el atardecer”. Prosigue con varias acepciones más: el tema queda claro.

Silvia Gómez, CCOO: "Las cosas de mujeres se ridiculizan. Y las mujeres somos malas y mentimos".

¿Es algo tan generalizado? “Curiosamente, en algunas culturas indígenas americanas la menstruación tenía un sentido muy diferente, y era un paréntesis en el que algunas mujeres tenían más poder –puntualiza el antropólogo–. Pero la idea general es que la otredad, en el fondo, no se normaliza, aunque la dotes de algo excepcional porque, al fin y al cabo, es lo otro, lo extraordinario: el qué gracia tienen los mariquitas, los gitanos no son de fiar, pero qué arte; los negros, cómo bailan, etc. Todo esto, lo que viene a demostrar es que lo otro no se naturaliza. No comprendemos aquello que no experimentamos”.Para el antropólogo, la sobredimensión de la polémica sobre la baja menstrual responde a que las cosas de mujeres “no merecen reflexiones, ni excepciones, han de centrarse en ser castas y ocultar todo signo de suciedad, y sufrir, que para eso están y así ha sido siempre –explica–. También había existido siempre el trabajo infantil o ciertas cosas que hoy consideramos impensables”.

Génesis, 31: “Tomó Raquel los ídolos y los puso en una albarda de un camello, y se sentó sobre ellos; y buscó Labán en toda la tienda, y no los halló, Y ella dijo a su padre: No se enoje mi señor, porque no me puedo levantar delante de ti; pues estoy con la costumbre de las mujeres. Y él buscó, pero no encontró los ídolos”.

“Alguna antropológa feminista ha señalado que, en ciertas zonas de las Alpujarras, las mujeres se apropian de los lavaderos como espacios propios, que usan básicamente para desahogarse y rajar de los hombres –comenta Alberto del Campo–. A veces, en los espacios de reclusión, como las chozas de retiro en África, las mujeres le dan la vuelta a la situación, lo transforman en su refugio e incluso elaboran sus propias teorías, su propia mitología de por qué están allí”.

“La eterna diferenciación de los cuerpos masculino y femenino, y que la mujer es lo inestable físico y mentalmente, es aún más acusada con la regla: se ha ‘transformado’, ‘está intratable’, ‘ni la mires’ –desarrolla–. ¿Cómo, entonces, vas a a darle la vuelta al mundo y regular todo eso? Realmente, todo este tema de la baja menstrual es una cuestión de privilegios: ¿alguien va a dejar de contratar a los hombres porque fumen más o porque tengan más accidentes?”.

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