Provincia de Cádiz

Busquimanos, a la caza del hachís perdido

  • Los rastreadores de los fardos aún se dejaban ver ayer por La Barrosa 1.500 euros por un kilo de droga

Mediodía en La Barrosa. El acantilado de la playita de la zona del Farillo se alza con su rojizo color peliculero. Uno se pregunta si al doblar esa gran roca no verá aparecer a Charlton Heston montado a caballo en busca de su destino fatal en El Planeta de los Simios. Pero no. En Chiclana no hay primates parlanchines. El proceso evolutivo resultante del paro, la crisis y la escasez de oportunidades ha convertido a muchos jóvenes de la provincia en busquimanos, un palabro gaditano que se usa para definir a los rastreadores del hachís perdido en naufragios, a los que son capaces de meterse en el agua y jugarse la vida para rescatar fardos que oscilan entre los 25 y los 30 kilos en una peligrosa operación. Han pasado casi cuatro días del vuelco de las tres semirrígidas pero todavía hay movimiento en La Barrosa. Parece que hay ganas de pasear. Bajamos a la playita y nos cruzamos con jóvenes que caminan en parejas. Sudaderas con capuchas de marcas conocidas. Zapatillas de deportes, gorras y gorros de lana en algunos casos. Arriba aparcan sus motocicletas. Cruzamos las miradas. Hay desconfianza. Suben las escalerillas de madera. No quieren problemas. Los picoletos no siempre van de verde. Los han visto hasta con cañas de pescar estos días en La Barrosa. Pescando busquimanos. Patrullando. Con trajes de faena y de paisano. Es mucho hachís el que han recuperado. Y aún puede haber más. Un agente comenta socarrón. "Pues espera que el tiempo mejore y verás como se multiplican los submarinistas de Camposoto a Roche". Seguro.

Ni siquiera el hecho de que hayan detenido ya a 33 compañeros les disuade. A cuatro de ellos los pilló la Policía Local de Chiclana. A uno de ellos, de Sevilla, y que responde a las iniciales J.B.Z, de 25 años, le cazaron con cuatro kilos tras una buena persecución. A otros tres, J.S.R., de 29 años; L.P.R., de 26 y J.F.N., de 23, todos de Conil, les cogieron con casi diez kilos. Son jóvenes en paro que huelen el hachís, el dinero. Porque se paga bien por un alijo perdido que el mar devuelve, que no es de nadie más que del que lo encuentra. Una bellota de hachís de 10 gramos se está vendiendo en la calle a 40 y 50 euros. Al distribuidor le cobran entre 23 y 27 euros. A un alijador de miles de kilos los narcotraficantes le están pagando unos 3.000 euros por cada operación, que consiste en cargar, vigilar y hasta llevar los fardos a una caleta o guardería. Cada kilo que estos busquimanos pueden conseguir lo revenden por 1.500 euros. Si consiguen llevarse diez kilos escondidos les da una bonita cifra, un sueldo al mes si no cometen locuras.

Pero ¿qué pasa cuando los cogen con las manos en el hachís? Pues que son detenidos por un delito contra la salud pública, tráfico de drogas, y eso que la conducta de los busquimanos no está tipificada en el Código Penal. Sin embargo, si han sido detenidos con más de 2,5 kilos, como ha ocurrido en la mayoría de los casos en este último naufragio, la Fiscalía puede solicitar para ellos penas que van entre los tres y los cuatro años y medio de cárcel. La condena es la misma si los pillan con tres kilos que con 300, por eso muchos se arriesgan e intentan llevarse los fardos enteros, 25 kilos que pueden vender por más de 30.000 euros. Casi cinco millones de las antiguas pesetas regaladas por el mar. Sólo a partir de los 2.500 kilos de hachís las condenas suben hasta los seis años y nueve meses.

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