Ángeles vestidos de rojo. Algo así deben ser los voluntarios de Cruz Roja para los cientos de inmigrantes subsaharianos que llegan cada año a las costas gaditanas, a Tarifa sobre todo. Los escasos 14 kilómetros que separan África de Europa, que alejan una vida de penurias de otra donde se prometen oportunidades que quizá nunca lleguen, están sembrados de cadáveres, algunos nunca recuperados de las aguas, de naufragios, de un mar que sigue tragando, insaciable, que no da un respiro a las balsas neumáticas, a las lanchas de juguetes en la que los inmigrante subsaharianos se lanzan, a veces sin siquiera saber nadar, a la aventura de sus vidas, a esa que puede costarles todo lo que tienen, aunque lo único que poseen vaya a bordo de esa patera y tenga forma de sueños bombeados por un corazón dispuesto a luchar.

Desde el pasado sábado la sede de Cruz Roja de Tarifa, cercana al puerto de la localidad gaditana, ha sido un hervidero. El sábado fueron 78 las personas atendidas, en una de las jornadas con mayor número de atenciones en lo que se lleva de año. Ese día, uno de los varones, que llegaron, de entre 25 y 35 años, tuvo que ser trasladado al hospital, ya que sufría una herida inciso contusa en la pierna derecha. El resto de personas sufría contusiones, pequeñas rozaduras, signos leves de hipotermia y sobre todo, mareos, de los que se recuperaron gracias al buen trabajo del voluntariado.

En lo que se lleva de año, Cruz Roja ha atendido a 896 personas (663 subsaharianos, 167 marroquíes y otros siete de otras nacionalidades). De estas 896 personas, 31 han sido mujeres y 69 menores, seis de ellos menores subsaharianos que han viajado en lanchas, ya que el resto son en su mayoría marroquíes polizones en ferries.

Esta cifra supera en número al de años anteriores a finales de agosto, ya que en 2012 el número ascendía a 411 personas y en 2011 a 440. Así pues el incremento es notable.