De cerca. Entrevista a Francisco Peinado, empresario jubilado

“Lo que muchos hicimos hace 50 años hoy no lo haría nadie”

  • Empezó a trabajar con 13 años en Entrecanales, montó su empresa de transporte de materiales, se arruinó con barcos de pesca y finalizó su vida profesional con la chatarra y la madera

Francisco Peinado durante la entrevista

Francisco Peinado durante la entrevista / F.R.

Otros tiempos, otra forma de hacer las cosas, los negocios, la vida. Francisco Peinado Gómez es uno de esos emprendedores de hace 60 años, cuando entonces no existía esa palabra, pero sí ese espíritu. Hoy narra sus experiencias, desde lo más profundo, en el calor de su casa, junto a los suyos, pero con la mente puesta al día. Paco, como le gusta que le llamen, aún recuerda a sus 83 años los nombres de todos sus jefes, desde que tenía 13 años y hasta que se retiró. Sabe de memoria las matrículas de cada camión que utilizó, los precios que pagaba y cobraba por cada carga, las obras en las que participó. Dio trabajo a casi 200 personas, casi 200 vecinos que, a buen seguro, sí saben quién es de verdad Francisco Peinado.

–¿Cómo empezó todo?

–Tenía 13 años, terminé en la escuela, en aquellos momentos había que hacer un tríptico en el Ayuntamiento para colocarte. Lo hice en San Fernando, me lo dio el secretario José Varela. Tenía un pie más corto que otro y me lo hizo. Tuve que ir después la médico y al juez municipal para que me lo rellenasen. Con eso vi que había nacido en 1935 y tenía 13 años. Cogí y borré el 5 y le puse un 4 para tener 14 años, porque hasta esa edad no podía trabajar. Lo presenté en la empresa y me colocaron de aprendiz de oficina en San Fernando. Me hicieron la afiliación como aprendiz y empecé a hacer mandaos, no había otra cosa, para estar alerta a quien viniera. Lo que llevaba esa oficina era abastecimiento de agua a la Zona Gaditana, pasando por Arcos, Bornos, Jerez, El Portal, El Puerto, Puerto Real, San Fernando y Cádiz. Eran unos tubos que hacía Entrecanales en Sevilla en la calle Germán Ganazo, tenían 6 metros de largo y 0,82 de diámetro.

–¿Ese fue su primer trabajo, en Entrecanales?

–Sí. Esos tubos iban de San Fernando a Cádiz paralelos al tranvía, porque entonces había un tranvía de San Fernando a Cádiz. Me dijeron que me iba a dedicar a pasar lista a los obreros, para ir aprendiendo. Tenía que apuntar el número de los que trabajaban diariamente para hacer las nóminas el viernes y pagar el sábado.

–¿Recuerda cuánto le pagaron en su primer sueldo?

–34,50 pesetas semanales. Cuando llevaba dos semanas trabajando, haciendo mandaos, me pasaron a una oficina porque me ponía al lado del auxiliar administrativo y los listeros y aprendí a hacer las nóminas. Al mes me pusieron el sueldo de listero, 83,45 y me pagaban la diferencia por recibo cada semana. Al año, me hicieron auxiliar administrativo y ganaba 153 pesetas a la semana.

–Demos un salto. Desde que empieza allí y adquiere ese aprendizaje, ¿cuántos años está así y qué es lo que le lleva a emprender su propio negocio?.

–Aún queda para eso. Hasta los 17 años estuve de auxiliar administrativo. Me trasladaron a los dos años y medio a Cádiz, a la Zona Franca. Allí estaba haciendo Entrecanales el muro-muelle de Poniente, que hacía los bloques en el dique Nuestra Señora del Rosario, en astilleros de Cádiz, que se lo alquiló Entrecanales durante un año. Allí se hicieron 15 bloques de 20 metros cada uno, lo que equivale a los 300 metros de longitud del primer muelle que se hizo en Zona Franca. Cuando ya se terminó, me destinaron a La Línea, y llevaba la construcción de la Escuela Salesiana, en la Huerta Faba, en 1952. En ese momento cogió Entrecanales el puente de Palmones, a 5 kilómetros de Algeciras. Yo llevaba las dos obras. Cuando acabaron, ya tenía edad para ir al servicio militar. Tuve que incorporarme.

–¿Interrumpió su trayectoria profesional?

–Hablé con el ingeniero jefe nuestro, Manuel Fernández Lázaro, y le dije que me habían llamado del servicio militar y me dijo que no me preocupara, que un día antes me viniera de La Línea. Ellos me pagaban los gastos en Transportes Comes que llevaban entonces tres años funcionando. Así lo hice, me vine a San Fernando y yo estrené el cuartel de Instrucción 1.500, era la tercera del 55. Allí estuve dos meses y medio y me destinaron a Capitanía General de San Fernando que se encargaba del suministro de materiales a los buques. Cuando llevaba tres días en ese puesto vino un sargento a buscarme, estaba limpiando el suelo a las 8 de la mañana. Me dice: a las 9 tiene que estar vestido de calle que tiene que presentarse al teniente coronel. Así lo hice. Me preguntó si conocía a Manuel Fernández Lázaro y le dije que era mi jefe. Me dijo que desde ese día era su asistente. En aquella época se hacían tres años de mili. Y me fui a mi trabajo.

–¿Cómo desarrolló su negocio?

–Ya viene

–Adelante

–En la mili me dijeron que me tenía que presentar en la Base de Rota, iba de jefe de almacén y jefe de transporte de Entrecanales. Tenía 18 años. Hicimos 38 tanques en el suelo para que viniesen los barcos de EEUU con petróleo y con tuberías llenar los tanques, y eso existe aún. También hicimos la central térmica, la torre de control, los cuarteles de tropa y oficiales. Y a parte hicieron 338 chaléts que están a la entrada a mano izquierda, donde está el río Salado, con 282 metros construidos y una parcela de 428 metros. Terminando las obras, cuando trabajaba en Cádiz iba en bicicleta desde San Fernando.

–Hoy no lo hubieran dejado

–No, no

–¿Y cuánto trabajaba en la Base?

–Terminando las obras me destinaron a Bilbao y dije que no me iba. Tenía 21 años y dije que no, que siempre había estado aquí. Me insistieron, me recordaron lo que hicieron por mí en el servicio militar y lo trabajador y la cabeza que yo tenía. “Ahora nos dejas?” Y les respondí: No, me estáis echando mandándome a Bilbao.

–Lo rechazó

–Le propuse a la empresa que me destinasen a Sevilla a la fábrica de tubos, lo hablaron y dijeron que les sobraba personal. Les dije que se lo pensaran si había algo por aquí cerca y me avisaran. Dejé de ir y no recogí ni la liquidación.

–Y ¿nunca más supo de ellos?

–No

–¿Después de cuánto tiempo?

–Desde los 13 a los 22, nueve años.

–Una vez que da ese paso, que tuvo que ser valiente, ¿se independiza?

–Sí, fue entonces. Estuve un par de semanas sin hacer nada. Había un compañero en San Fernando, Antonio Carrasco, y me dijo si comprábamos una furgoneta DKV. Le dije que sí, pero que yo no la trabajaba, que yo era el socio capitalista y él el socio industrial. Así lo hicimos. CA-12084. Nos dedicamos a llevar el ganado que había que llevar al matadero al Barrio Jarana, en la carretera de Malas Noches.

–¿Para clientes particulares?

–Para lo que saliera. Compramos otra furgoneta a la mitad, nos costaron 44.500 pesetas y la otra 52.000. Ya la otra furgoneta la llevaba el hijo. Nos hicimos con el núcleo del ganado y cada animal que llevábamos se amarraba a la parte delantera y se tapaba con el toldo para que la Policía no lo viese, te parase y le tuvieras que dar las 25 pesetas que se daban en aquellos tiempos.

–¿Fue a mejor?

–Sí, fue a mejor, a 125 pesetas el animal. Unas veces por furgoneta se ganaban 500 pesetas, otras veces 750. Así hasta que un día dije que estaba perdiendo el tiempo, no hacía nada. Le propuse a mi socio repartir las furgonetas y decidí dedicarme al transporte.

–Empezó otra etapa.

–Claro. Me fui a Finanzauto a Jerez, compré dos camiones a 50.000 pesetas cada uno. Coloqué a dos y me dediqué a suministrar arena, grava y rebujo a las obras.

–Ese fue el inicio de su independencia empresarial. ¿Cómo lo recuerda?

–Era joven, tenía 23 años. Tenía ganas de emprender, de hacer algo. Me ponía encima del negocio con las facultades mías en aquellos tiempos, que era un ciclón trabajando. Con la Derby que tenía para ir a la Base de Rota iba a las obras para suministrar material. Yo buscaba el trabajo y los camiones trabajaban. El metro de arena entonces valía 40 pesetas, el de rebujo, 65 y el de gravilla, 90. Hablé con Fernando Melgarejo Osborne, que tenía el vivero en Vistahermosa y pregunté cuánto me llevaba por pasar mis camiones por Vistahermosa con arena, porque quería sacar arena de allí. Quedamos a cinco duros cada camión. Busqué arrieros, y acordamos que el metro de arena, rebujo y gravilla me lo dejaban a 15, 25 y 50 pesetas. Los camiones hacían cuatro, seis y ocho metros de arena cada una.

–Y después de todo lo que ha vivido, ¿trasladaría algo de su mundo empresarial al actual o piensa que hoy hay más ventajas?

–Hoy están las cosas totalmente cambiadas. Hoy no sería capaz nadie de hacer nada de lo que muchos hicimos. Todo está cambiado.

–¿Cuantos años duró el negocio?

–Hasta que compré los barcos, compré cuatro barcos de pesca. Mi asesor era Antonio Pastrana, que tenía el varadero en Pozos Dulces. Terminé con cinco camiones y una Caterpillar, con la que iba haciendo pozos, con otro socio, y con los camiones quitaba la tierra. Se lo consulté a mi asesor y me dijo que no me metiera en los barcos, que iba muy bien con los camiones. Dos de los últimos camiones que compré le trabajaba a Luis Caballero, Osborne y Terry. Empecé a llevar coñac y ponche a Madrid y me pagaban 5.000 pesetas y en Madrid me buscaban carga y la vuelta me daban 3.200.

–¿En qué año compra los barcos?

–Empecé en 1981.

–¿Se arrepintió de ese cambio?

–Fue mi ruina. Me cogieron los marroquíes 17 veces, a razón de 640.000 pesetas cada vez que me cogían. Los barcos retenidos y me quitaban las redes y el pescao.

–Entonces no había acuerdo con Marruecos

–¡Qué va! Eso empezó en 1987. Era la época dura. Hace 32 años de ese acuerdo. Salían los barcos a trabajar, abastecidos de todo y cuando faltaban tres o cuatro días para volver, la patrullera hablaba conmigo para ver si les decía que se volvieran. Yo les decía que sí, que se volvieran pero decidían quedarse. Y en esa paradita de dos o tres días aparecía la patrullera marroquí y a Casablanca. Me llamaban y me decían que los habían cogido.

–¿Eso acabó con su capital? ¿Cuándo decidió hasta aquí he llegado?

–Vendí uno de los barcos a uno de Isla Cristina en seis millones; otro se fue al fondo en Ceuta; otro se le abrió una vía de agua y ya no tenía arreglo porque cuando los compré ya eran viejos y yo no tenía ni idea de barcos. Otro de ellos se lo cambié a un suministrador de materiales de barcos por una deuda.

–El negocio de los camiones fue el que más éxitos le dio. ¿Le hubiera gustado que su familia hubiera continuado con él?

–¡Tenía que haber continuado yo!.

–Hoy que mandan las estadísticas, los balances, las cuentas de resultados... qué distinto todo a entonces, ¿no le parece?

–Era yo me lo guiso yo me lo como. Ahora ha cambiado todo. Sobrevivía el más listo. Si yo le contase..

–Cuente...–Parece que hoy hablar molesta

–De su forma de hacer en las empresas, ¿qué trasladaría a hoy si decidiese montar un negocio, algo que estuviese seguro que no se iba a equivocar

–Los camiones. Lo malo de todo esto es el precio del combustible, eso es lo que se come este negocio, pero el transporte es un gran negocio.

–¿Cuál hubiera sido su titular si le hubieran hecho una entrevista con 30 años?

–Pues que soy un emprendedor, conozco la vida pobre, mi padre era dueño de las Siete Puertas en San Fernando y se arruinó. Debajo de la cama teníamos tres sacos de monedas, pero no había comida. Mi padre se arruinó y tenía un libro enorme de deudores.

–¿Satisfecho de su trayectoria?

–Orgulloso de mi mujer y mis hijas. Y me he equivocado, no una, muchas veces.

–Pero se levantaba

–Sí, pero no he llegado al final como yo quería

–¿Qué mensaje quiere trasladarle a sus vecinos de El Puerto, a todo aquél que quiera emprender o montar un negocio?

–Que tenga los pies en el suelo, que tenga cuidado con los momentos que atravesamos, y que hoy el obrero está maltratado, no se le da lo que le corresponde. En nuestros tiempos se le daba hasta donde se podía, no había otros medios.

Paco finalizó su vida profesional con un negocio de chatarrería, desguace y reciclado de palets. Allí compartió esos años con sus hijas. Hoy, donde se asentaba esa empresa, queda un solar. Recuerdos de una actividad que le apasionó y por la que entregó toda una vida.

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