Provincia de Cádiz

Esgrima de ingeniero

  • La escasez de obra pública se encuentra en el origen de la batalla por los aparcamientos de El PuertoEl Ayuntamiento le debía una a Gyocivil por haberle solucionado antes la 'pasarela a ninguna parte'

El mundo de la ingeniería civil es apasionante porque es como cualquier otro mundo: una jungla. Cuando falta el alimento, los ingenieros se devoran los unos a los otros. Con los ayuntamientos asfixiados, el alimento de los ingenieros, las obras, escasea. Sólo en este contexto se entiende el follón de El Puerto a cuenta de la adjudicación de las obras de unos aparcamientos subterráneos con un presupuesto de 18 millones de euros. Una pieza demasiado suculenta para dejarla escapar.

Fernando Sánchez Jiménez es un ingeniero toledano de cuarenta y pocos años. En él se unen coincidencias que nos podrían llevar a equívocos. Procedente de Ferrovial, en la actualidad es propietario de Gyocivil, una empresa con sede en Pozuelo que ha realizado mucha obra civil en Madrid, incluidos trabajos para Arpegio, la empresa de suelo público de la Comunidad en tiempos de Esperanza Aguirre. Hace cuatro años puso una pica en Cádiz y empezó a ganar concursos. Si se unen los puntos, tenemos un magnífico dibujo. En Pozuelo vive la creme madrileña, desde los jugadores del Madrid a la ministra Ana Mato, que veranea en El Puerto y es amiga de la alcaldesa Teófila Martínez. En Pozuelo, de hecho, nació la red clientelar Gürtel.

El logo de Gyocivil aparece en numerosos ayuntamientos del PP en la provincia y, para colmo, Gyocivil se queda con los aparcamientos subterráneos de El Puerto. A continuación, se filtran unas grabaciones en las que el director gerente de una empresa pública parece presionar a un técnico para que le dé la mejor puntuación a Gyocivil. Sánchez Jiménez entiende el dibujo, pero le suena a chino. Si las cosas parecen tan sencillas es porque quizá no lo sean tanto.

En su despacho en El Puerto Sánchez Jiménez intenta comprender cómo se ha podido ver mezclado en una guerra política. "Si sólo hago obras...", repite para a continuación decir el nombre de municipios gobernados por socialistas con los que trabaja. A la pregunta de si hay muchas puñaladas en el mundo de la ingeniería, se sonríe y contesta con un 'uf'. Gyocivil, una empresa media del sector, se ha hecho competitiva ganándose algunos enemigos. Con agresividad comercial y acudiendo a subastas con presupuestos raspados se introdujo en el mercado de la provincia. Según Sánchez Jiménez, de cada nueve concursos, pierden ocho. Lo enjugan presentándose a casi todo. El trabajo de su delegación en El Puerto es no 'comerse' ni una sola obra y sus estrategias pueden pasar, como en el caso de Cádiz, por asumir servicios deficitarios, como el de limpieza de playas, para contar con material y personal que les haga presentar presupuestos más bajos en obras que sí que dan beneficios.

En la agenda de Gyocivil los aparcamientos de El Puerto estaban señalados en rojo. Es difícil diferenciar en el sector entre información privilegiada y adelantarse a los acontecimientos. Lo cierto es que cuando en junio sale el concurso de los 18 millones nueve empresas se presentan a una carrera contrareloj: el plazo finalizaba el 22 de agosto. El 22 de agosto el carro de sobres del proyecto de Gyocivil doblaba el de sus competidores. Y ahí empezó la batalla. Ganará, pero le costará sudores y sospechas. Cualquier ingeniero sabe que los concursos no sólo se ganan con proyectos. Por lo substerráneos que nadie en El Puerto quiere iba a haber dentelladas.

Entra otro personaje en acción. Es un ingeniero, Julián Martín Bravo, que escribe novelas. Ha publicado Hechizo... Sobre él recae la presión del duelo final. Como director técnico de Impulsa, la empresa pública que ha buscado financiación (europea) para el concurso, tendrá que realizar el informe que vaya a la mesa de valoración que decidirá el ganador. ¿Y con qué se encuentra?

El Ayuntamiento de El Puerto le debía una a Gyocivil. El concurso de la pasarela sobre el Guadalete, conocida como pasarela a ninguna parte, había sido ganada por la constructora San José, que, en lo que parecía un 'caso Panamá' en miniatura, alegó un incremento del presupuesto. Gyocivil dijo que lo haría por el presupuesto de San José y se la arrebató. A San José no le hizo gracia. San José sacaría un punto en su proyecto de los aparcamientos subterráneos.

Otro ingeniero, Jesús Martínez, que en su día tuvo buenas relaciones con la antigua dirección de Impulsa, vinculada a un alcalde conflictivo, Hernán Díaz, anima a una buena empresa del sector, Ogensa, a acudir al concurso. Es amigo de Martín Bravo. El propio gerente de Impulsa, Cayetano Gómez, revela a Martín Bravo que el alcalde Enrique Moresco (PP), que a día de hoy ha dejado de serlo por causas que sabrá su partido, recela de que su informe se incline por Ogensa. Por entonces, Martín Bravo ya está realizando un movimiento de novela negra: graba a su superior. Quizá porque está siguiendo al personaje de su novela, Marcelo: "Valientes capullos si piensan que me voy a someter a sus normas". Poco después Martín Bravo es sancionado y, luego, despedido.

Sin esa grabación, esta adjudicación hubiera sido una más, con las sospechas que todas las empresas ven detrás de un presupuesto sabroso. Las grandes firmas no suelen impugnar. Son las reglas de la jungla. Pero en esta ocasión se ha conocido algo de los mecanismos del juguete. Quizá, a pequeña escala, unos aparcamientos subterráneos puedan hacer comprender qué cosas pasan cuando la bicoca es inmensa. Tan inmensa como unir el Atlántico y el Pacífico en Panamá.

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