Provincia de Cádiz

Exportar desde lo pequeño

  • La Salina de San Vicente es una modesta empresa familiar que lleva cuatro años presente en los mercados extranjeros, especialmente en EEUU

La Salina de San Vicente es un modesto negocio familiar que en La Isla se ha convertido en el buque insignia de una industria que antaño fue la principal actividad económica de la ciudad y hoy que se resiste a desaparecer del todo, a pesar de que también se ve zarandeada por la crisis y la precariedad económica.

No maneja grandes cifras ni un elevado volumen de facturación, pero ha conseguido hacerse un hueco en el mercado gracias a la alta calidad del producto y sus especialidades gourmets. La Sal de Hielo® o flor de sal -la primera capa de sal que queda flotando en los cristalizadores y que se recoge de manera artesanal- es la estrella de la gama.

Lo que hace que un tipo de sal sea más bueno que otro es la mayor presencia de otras sales naturales en detrimento del cloruro sódico puro. Y esa es también una de las claves que diferencia el producto de la Salina de San Vicente.

Hace cuatro años, la familia Ruiz -propietaria tradicional de la salina- decidió empezar a exportar el producto y, para su sorpresa, el negocio empezó a dar resultados. La sal gourmet gustaba -y mucho- más allá de las fronteras españolas. Estados Unidos es el destino principal de las exportaciones que salen de esta salina isleña.

La mayoría de la producción, no obstante, sigue quedándose en España, donde la sal que es extraída de estas instalaciones próximas a Puente de Hierro y La Carraca se comercaliza para su consumo en la modalidad gourmet y, también, para su uso industrial.

Se trata de un negocio familiar, sumamente modesto -la explotación de la salina convive con un negocio hostelero que se nutre del entorno natural y que ofrece incluso la posibilidad de asistir a despesques en los esteros- y la exportación supone solo un diez por ciento de la producción que, en total, alcanza las mil toneladas anuales.

En todo caso, da buena cuenta de las posibilidades de un sector hacia el que La Isla -junto a otras localidades de la Bahía- han empezado a mirar de nuevo como una fórmula sostenible para generar actividad económica y crear puestos de trabajo a partir del entorno natural con el que convive. Exactamente igual que ocurría en el pasado.

Varias iniciativas enfocadas a la explotación salinera intentan así ponerse en marcha en San Fernando. La salina del Estanquillo, en Camposoto, se ha reactivado hace poco y en Tres Amigos -junto al acuartelamiento de Janer- se intenta poner en marcha un nuevo proyecto con la ayuda de los fondos Reindus.

No obstante, casi toda la sal de La Isla que, actualmente, sale fuera de España viene de la Salina de San Vicente y se dirige a Estados Unidos, aunque también se exporta a Japón y -aunque prácticamente de un modo testimonial- a Reino Unido, Holanda y Alemania.

El canal de exportación -explica Manuel Ruiz, uno de los responsables del negocio- es casi siempre indirecto, a través de terceros, aunque en ocasiones también se lleva a cabo directamente. Para introducirse en el mercado estadounidense han contado con una potente marca de comercialización. A través de ella, incluso abastecen a una marca blanca.

Aunque, evidentemente, la especialidad gourmet es la clave de este negocio exportador. Su seña de identidad diferenciadora al tratarse de una modesta empresa a la que le resulta muy difícil competir con las grandes industrias salineras. "Este año, por ejemplo, hemos vendido un 30 por ciento menos que el ejercicio anterior porque ha habido mucha producción de sal industrial", puntualiza Manuel Ruiz al referirse al negocio que se queda en España.

Ahora han empezado a exportar también la Sal de Hielo® aromatizada con vinos o especiada para cocinar platos específicos, que se vende en pequeños tarros y con una vistosa presentación. El producto funciona, aunque -advierte Manuel Ruiz- en Estados Unidos triunfan las sales especiadas y aquí las aromatizadas con vino, que no son tan del gusto americano.

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