medio ambiente

El Foro Alga Invasora lamenta la lentitud de un protocolo que mete "todo en el mismo saco"

  • El aprovechamiento y comercialización de la 'Rugulopteryx okamurae' apenas ha dado un primer paso, cuando sería “una de las vías para reducir su expansión y controlarla”

Arribazones del alga asiática en la playa de la Concha, en Algeciras, a finales del pasado agosto.

Arribazones del alga asiática en la playa de la Concha, en Algeciras, a finales del pasado agosto. / Erasmo Fenoy

La semana pasada, desde el Ministerio para la Transición Ecológica se hacía público el borrador de la Memoria Técnica Justificativa sobre la declaración de especie invasora de la Rugolopteryx okamurae. El texto incluía un par de líneas en las que se contemplaba el “aprovechamiento de la biomasa generada como medida asociada a la contención y control poblacional de la especie”, “con garantías de control y con fines de investigación, salud o seguridad de las personas o cualquier otro de beneficio público”. La aclaración no es gratuita porque, en principio, el aprovechamiento comercial de una especie invasora es algo inviable.

El camino para sacar algún beneficio del alga asiática y sus arribazones aun pinta largo, sin embargo: “El tratamiento del alga necesita un permiso de investigación para valorar ese uso y después de explotación –explica Félix López Figueroa, catedrático de Ecología de la UMA y uno de los portavoces del Foro Alga Invasora, creado hace algo más de un año–. Lo que se han dado ahora son permisos de investigación en este sentido, en proyectos relativos a calzado”. El especialista se refiere al proyecto piloto SeaSoft con Eldaplant para convertir alga invasora en plantillas de zapato, la primera iniciativa autorizada con una fase de viabilidad comercial.

“Nosotros, como grupo universario, también hemos obtenido permisos respecto al uso comoestético, de bioestimulantes y compostaje en las cantidades adecuadas para valorar su posible utilidad”, comenta. La explotación a manos de empresas es otro asunto y “necesita un plan de gestión” que ya no depende de instancias autonómicas, sino que es el Ministerio el que ha de “desarrollar limitaciones y criterios: cuestiones como si se prohíbe la recolección de arribazones en algún sitio, o cómo se tiene que recoger, etc”.

Desde fuera –y desde dentro–la lentitud del papel, en su declaración como especie invasora y en la especificación de su tratamiento y usos, resulta exasperante y choca con la naturaleza fagocitadora del fenómeno desde su aparición en la costa ceutí en 2016, presentado una voracidad única en el mundo.

“Nosotros, como científicos, lo que necesitamos sobre todo es información para estimar el valor que tiene para distintos usos –continúa el especialista–.Tenemos a empresas como Biorizon Biotech, marcas de bioestimulantes, cosméticas, una empresa del norte de España que trabaja con otros productos y que ha preguntado... Pero el sistema administrativo trabaja de esta manera, y es tan complicado que muchas empresas pueden decir que se retiran, claro”.

Aunque la venta de especies invasoras está prohibida, se han registrado excepciones

El cuidado, la lentitud respecto al tratamiento de una especie invasora tiene una justificación fundamentada. Más allá de su empleo científico, la comercialización de especies exógenas e invasoras se encuentra con un muro. Hay alguna excepción, desde luego: por ejemplo, la realizada con el cangrejo azul –presente aquí en la desembocadura del Guadalquivir–. En casos puntuales (Mallorca, por ejemplo), se ha llegado a aprobar la pesca de estos crustáceos, también como modo de control, “aunque ha sido una decisión que ha llevado bastante tiempo”, admite López Figueroa. Frente a un caso como este, el alga asiática no presenta supuestos como el de que se desarrollen granjas ilegales. Tampoco da lugar, comenta el especialista, a la equivocación:“Aquí tenemos un alga parda muy parecida, pero nunca te va a formar un arribazón de estas dimensiones”, prosigue López Figueroa, que pone también como ejemplo de erradicación de especie invasora el de la cotorra argentina en Zaragoza: “Algo que se ha hecho con balines, enfrentándose a los animalistas. Emplear técnicas de exterminio es algo que suena muy fuerte, y muchos políticos no se arriesgan”. Pero un alga no tiene ojitos ni sistema límbico: no nos despierta ternura. “Respecto al alga, llegan indicaciones y se aportan proyectos de actuación respecto a invasoras, que luego cada país tiene que documentar o aplicar. Y aquí ni siquiera todos los investigadores estamos de acuerdo: hay quien piensa que hay que dejar que la naturaleza actúe. Lo que no puede ser –específica– es que se meta a todas las especies en el mismo saco y con el no por delante”. La lentitud no afecta sólo al sueño de la lechera –esto es, a las posibles vías de negocio–, sino al mismo escenario que provoca el alga invasora: “El aprovechamiento de la R. okamurae –indica López Figueroa– es una de las vías para reducir la expansión del alga y controlarla”.

Especialmente, en el caso de las cantidades ingentes de algas que los pescadores encuentran y tiran de nuevo al agua:“El alga asiática invasora es una especie que dura bastante viva, pero los ejemplares que son más peligrosos y que hay que ir quitando, aparte de los que están fijados y que necesitan de recolección manual o maquinaria (donde ya se han llevado varios intentos con succionadores), serían los que están flotando: sabemos que los barcos pesqueros levantan toneladas de algas, y a veces están tan invadidos que llegan a cortar la red. Quizá si hubiera un consumidor de esa alga, lo suficiente para establecer una especie de industria, se podrían paliar un tanto los daños”.

En este estado, la Rugolopteryx okamurae podría utilizarse en la industria fitoecológica:“En el agar trabajan con miles de toneladas. Y las tenemos de ese tipo, y para el tema de compostaje, igual –indica el catedrático–. La industria cosmofarmaceútica no necesita tanto: hablamos sólo de kilos porque se realizan extractos para conseguir concentrados. Evidentemente, si se trata de productos cosméticos de alto rango se necesitará más cantidad, pero nunca más de mil kilos. En general, los productos de mucho valor añadido necesitan menos biomasa”.

Por otro lado, el aprovechamiento de los arribazones podría contribuir a ahorrar gastos a los ayuntamientos, que ahora recogen los restos y los llevan al vertedero: “El material procedente de arribazones es especialmente útil para el uso de compostaje de tierra vegetal combinado con otro tipo de residuo: es una planta alta en azufre, en carbono y produce un compos equilibrado –continúa–. Nosotros tenemos un apartado en el proyecto con gente trabajando en esta línea. Luego está también el uso como bioestimulante: productos de más valor que se obtienen de extractos, en un uso que se puede practicar también con los arribazones. Aumentan la calidad y resistencia de las plantas ante los fertilizantes, sirven para aumentar la respuesta al estrés vegetal y actúa como repelente, ya que los herbívoros no se la comen”.

Y un tercer uso, que aún está por ver en los arribazones, sería la de la alimentación animal, como pienso para peces, “haciendo que la biomasa fermente, se rompa, y lo que queda ya está preparado para meterlo en piensos. Esto se ha medido por ahora con las algas flotantes”.

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