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  • La explotación lechera de Guadalcacín afronta una situación que no es extraña en el sector: la venta por debajo del precio de costo

Granja El Pinar: "Si la cosa no mejora, en un mes podemos cerrar"

Instalaciones de la Granja El Pinar, en Guadalcacín.

Escrito por

· Pilar Vera

Redactora

Son vacas frisonas, las blancas con manchas negras que todos imaginamos al pensar en una vaca. Entre 400 y 500 según su propietario, Alfonso Gutiérrez, aunque parecen menos en los lineales. “Me dedico a esto desde que era cabo, y ya soy mayor”, comenta. Es montañés de Santander, y comenzó en el sector comprando unas cuantas vacas en La Ina. Los animales pastan y rumian, parece que también metafóricamente, en las instalaciones de la Granja El Pinar, en Guadalcacín. El Pinar es una explotación de régimen mixto donde los animales cuentan con “extras” como camas calientes (espacios de descanso para los ejemplares más mayores o con alguna molestia o debilidad), techado alto, ventiladores y sistema de climatización por agua que se ponen en marcha automáticamente. A nivel de bienestar animal, asegura el veterinario de la explotación, Miguel Junquera, puntúan alto.

También en mantenimiento: el estiércol se recoge y se utiliza en cultivos; tanto los residuos de las aguas que se usan para limpiar el suelo de las vacas como toda la maquinaria pasa por una máquina que separa líquido de estiércol;el agua no sale del recinto, va en ciclo cerrado.

De las instalaciones de El Pinar (y de las ubres de las vacas) salen unos 16.000 litros de leche diarios que se suministran a Lactalis-Puleva. De cada litro, el ganadero se lleva 0.33 céntimos. “Estamos negociando a ver si conseguimos que se suba el precio de compra, porque resulta que todos los productos han subido, menos los productos de la leche –se lamenta Andrés Gutiérrez–. De gasoil pagamos más de 5.000 euros cuando antes eran 3.000, los plásticos han subido una burrada, los cereales se han disparado...”

Ya estaban mal, apunta, antes de la pandemia, cuando el campo protagonizó una protesta generalizada empujado por los precios a la baja que marcaban las grandes firmas y la cadena de globalización. El lector dirá que, en los estantes del supermercado, la leche también es más cara. Correcto. Según el IPC del pasado mes de diciembre, por ejemplo, un 5,1% más cara de lo que era el año pasado. Y ahora, permitamos que Stefan Zweig nos recuerde por qué se hizo rica Venecia: porque, aunque quien recogía la canela en Sri Lanka no veía ni una milésima parte del valor final de su producto, la canela se encarecía a lo largo de todo el trayecto. Cada tramo del trayecto sumaba. El remate final lo ponían los propios comerciantes venecianos, que para algo eran quienes la atesoraban y quienes la servían.

Para cubrir pérdidas –ya olvidemos ganancias–, Alfonso Gutiérrez afirma que tendría que vender el litro a un mínimo de 0.42 céntimos: “En diciembre, acabó el contrato y dicen que lo mismo suben a 0.365, pero eso no nos sirve de nada. Intentamos hacer presión, pero lo cierto es que soy bastante pesimista”. Entre otras cosas, porque ya van por el tercer crédito y, “si las cosas siguen así y no hay un cuarto, lo mismo de aquí a un mes tenemos que cerrar”. Adiós a la granja, lo que supone sacrificar a las vacas. Un escenario que, advierte, desde luego no es aislado: “Esto es algo que va a suceder en España entera”.

Miguel Junquera también define la situación de “dramática”: “Parece imposible que no exista una ley que estipule que no se puede recoger leche por debajo de los costes de producción. Algo que se ha prometido y que es vital para que el sector primario pueda subsistir, pero que no termina de concretarse. Y los eslabones más débiles, las explotaciones familiares de las que tanto a todo el mundo le gusta hablar, como esta, serán las primeras en caer”, añade.

El litro de leche se vende a 0,33 céntimos; para cubrir costes, no podría bajar de 0,42

“El que hoy día tiene 10 o 15 vacas es como el que tiene 100, por dedicación y porque le gusta, porque en esos números no es un negocio rentable. Además, este sector te hace trabajar todo el año, sin descanso, así que o te gusta o lo dejas”, explica Junquera, que también apunta que cuando una granja cae, no sólo cae el propietario, sino áreas de negocio que también están relacionadas: veterinarios, sí, pero también mantenimiento, electricistas, proveedores de medicamentos, de alfalfa y maíz...”

Miguel Junquera también comenta el valor que tiene la trazabilidad, las mejoras en los ejemplares y las cualidades organolépticas de los productos de origen animal, resultado de la experiencia: “Cuando arrancó aquí la frisona, por ejemplo, el precio por litro era rentable y lo mismo ahora no hay tanta diferencia, porque en el precio computan también otras cosas –indica–. Por eso mismo, se están intentando conseguir razas más longevas y rentables, que produzcan más cantidad de leche”. Asegura también que la vaca lechera no es una raza que pueda tener la rentabilidad que pretendemos que tenga exclusivamente en régimen extensivo, sino que tiene que ser alguna fórmula mixta porque si no, el margen sería deficitario.

“Y yo no sé cómo hacerlo –dice, en la zona de guardería, donde la curiosidad puede aún a los terneros–, pero me gustaría que ayuntamientos y administraciones cercanas se implicaran y propiciaran visitas de colegios y de familias en verano, para que los niños conozcan de primera mano de dónde sale lo que comen, cuál es el proceso. Que no piensen que la leche se hace en un laboratorio”.

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