Día de la Mujer

Hablando en femenino rural

  • Las asociaciones de mujeres han sido las últimas décadas un resorte para conquistar el espacio público. Caminando, en Espera, es ejemplo de ello

Leían a trompicones. La lengua se les enmadejaba entra las ies y las de. Hasta llegar al punto seguido se les hacía interminable. “Y mira ahora, de corrido. Lo hago en voz alta para mí y mis compañeras”, dice Custodia, la niña jornalera que hoy tiene 62 años, que apenas tuvo oportunidad de leer y escribir y que ya se atreve a montarse, incluso, en un estrado a recitar poesía en público. A su lado anda Rosario, de 82 años, preparada para recibir una clase de defensa personal que el Ayuntamiento de Espera ha programado con motivo del Día Internacional de la Mujer. Rosario, que ha criado nada menos que a siete hijos, da lecciones de cátedra y eso que le tocó vivir los años más duros de la historia reciente de este país. “¿Que qué es el feminismo? Es la igualdad entre hombres y mujeres. Antes no había nada de estas cosas. Dónde iba a ir yo, con siete hijos”, confiesa. Custodia lleva 23 años en la Asociación de Mujeres Caminando, de Espera, a cuyo club de lectura acude religiosamente cada semana al igual que Rosario, que va desde que enviudó. Dicen que esta entidad, que ha agrupado en algún tiempo a casi un centenar de mujeres, les ha dado la vida.

Durante muchos años las asociaciones de mujeres de la Sierra fueron el único punto de dinamismo en los pueblos más pequeños. Fueron resortes para arrancar a cientos de mujeres sin apenas estudios de sus hogares para motivarlas, darles oportunidades y que encontraran su sitio en las sociedades locales. Hoy estas entidades cuentan con usuarias que van, por ejemplo, en el caso de Caminando, desde los 40 a los 85 años, y se plantean como reto atraer a mujeres jóvenes. “Costó muchísimo que aparcaran sus casas para tener un espacio que no fuera su rutina. Había maridos que no querían y mujeres que tampoco lo entendían”, explica Ana Dolores Santo, la artífice de la asociación que la creó hace dos décadas y media, al igual que el club de lectura, cuando impartía clases en el colegio de adultos de la localidad espereña. En la actualidad, Caminando, cuya presidenta es María Romano, ofrece talleres de todo tipo, un club de lectura asentado, senderismo, yoga o manualidades a sus usuarias. Hasta la ex ministra de Panamá, Mariela Sagel, quien las visitó hace varias semanas, alabó la trayectoria vital de la misma. Ana Dolores reconoce, al igual que otras voces en la Sierra, que estas asociaciones que nacieron 30 años atrás en el ámbito rural, que ofrecieron a las mujeres espacios comunes, no se han reconocido lo suficiente por parte de las propias instituciones locales y los mismos habitantes de los pueblos. “Se ha tratado con cierta condescendencia”, recuerda esta docente, quien dice que el feminismo en los pueblos está aún muy verde. “Sigue habiendo mucho machismo en la calle. Y también mujeres jóvenes que siguen educando en la diferencia. Creemos que queda mucho por hacer”, añade.

Sororidad, empoderamiento, violencia de género, brecha salarial… Petri, otra de las compañeras de Caminando, asiente al escuchar en la charla que están recibiendo con motivo del 8M estas palabras, que se han convertido en los últimos tiempos en metralla entre la clase política del panorama patrio. “He trabajado muchísimo durante 42 años. A veces más que mis compañeros y ganaba menos. Eso fue al principio, después ya no”, se sincera. Dice que hay que luchar contra el machismo “sin parar y sin cuartel”. Por las generaciones anteriores, por las de ahora y las que vendrán. “Mi madre no tenía ni noche ni día. Mi padre era muy bueno. Pero yo no quería ser como ella. Hago con mi vida lo que quiero. Hago y deshago. Cuido a mis nietos porque me apetece ayudarles, pero a mí no me intimida eso. Sigue habiendo muchísimo machismo en el mundo rural. Lo notamos viendo a otras mujeres de nuestros pueblos, que trabajan igual que sus maridos y les preparan hasta la ropa. Yo les digo: ¡chiquilla espabílate, que la coja él!”, escenifica.A esta jubilada la conciliación familiar le parece aún casi una quimera. “La conciliación real es un rollo macabeo. Se conciliará cuando haya una política de horarios flexible y acorde entre hijos e hijas y progenitores. Que empiecen por ahí”, reflexiona.

De brecha salarial y de sororidad entre mujeres sabe María Romano, la presidenta de la asociación. Ha sido jornalera en la aceituna y recogiendo algodón casi desde que no levantaba tres palmos del suelo, al igual que su madre, que no pudo ir el colegio porque guardaba pavos y gallinas en el campo de niña, y después fregaba suelos arrodillada en casas ajenas. “La recuerdo firmando con el dedo. Ya de mayor ha aprendido a escribir y leer en el colegio de adultos”, narra. María describe como si lo estuviera viendo ahora mismo cómo su madre iba con un saco entre las piernas, con una de sus hermanas pequeñísima durmiendo encima del mismo, recogiendo algodón a destajo en el campo. “Ahí sí que se ha notado la desigualdad entre hombres y mujeres. Actualmente los salarios, por ejemplo, en la aceituna están equiparados. Pero antes te tirabas las mismas horas y nada”, anota.

La historia de María como la de otras mujeres que se agarraron a las asociaciones en la comarca es la de la superación. Quedó viuda muy joven con un niño de 12 años y una niña de cinco y el colectivo se convirtió en un agarre para ella. Entró para asistir a talleres de manualidades y hasta hoy. La presidenta de Caminando está orgullosa de toda la trayectoria de la organización y destaca, sobre manera, lo que ha significado el club de lectura para estas mujeres que apenas sabían leer. Con los años, muchas de ellas se han convertido en grandes lectoras. Han perdido la cuenta de los libros que llevan leídos. “Son mujeres que no han leído nunca, que acortaban las palabras, que no sabían donde pararse, y ahora leen en sus casas y en espacios públicos”, resume María Romano. Petri, Custodia, María, Rosario cuentan sus vivencias durante las actividades que el Ayuntamiento ha preparado con motivo del 8M, entre ellas, una charla sobre violencia de género y un taller de defensa personal demandado por las propias usuarias, que además se ha impartido, también, en los centros educativos del pueblo, señala la concejala del área de la Mujer, Rocío Vázquez.

Son días intensos para el movimiento feminista y el tejido asociativo. “He aprendido en esta asociación a abrir la mente e intentar que otras compañeras también la abran. Es importante el compromiso de la gente joven que se cree que aquí está todo conseguido. Y no es así, en cualquier momento y de un plumazo, todos los derechos conseguidos nos lo quitan”, afina Petri, una de las asociadas de Caminando.

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