Educación
  • Alumnas del Colegio Grazalema-Guadalete de El Puerto han llevado a cabo una hermosa iniciativa a través de la cual han realizado la biografía de usuarias de la Residencia Puerto Luz de Valdelagrana

Memoria y corazón

Las alumnas del Grazalema que han participado en la iniciativa junto a las usuarias de la Residencia Puerto Luz de Valdelagrana y su profesora el pasado lunes. Las alumnas del Grazalema que han participado en la iniciativa junto a las usuarias de la Residencia Puerto Luz de Valdelagrana y su profesora el pasado lunes.

Las alumnas del Grazalema que han participado en la iniciativa junto a las usuarias de la Residencia Puerto Luz de Valdelagrana y su profesora el pasado lunes. / Andrés Mora

Escrito por

· Pedro M. Espinosa

Redactor Jefe

Decía Gandhi que puede juzgarse a una sociedad por la forma en que trata a sus animales. No seré yo quien contradiga al Mahatma, pero más evidente me parece pensar que mal futuro aguarda a las nuevas generaciones si no prestan oídos a sus ancestros, a quienes abrieron los caminos que transitan, porque mala cosa es olvidar ese dramático pero certero como te veo me vi y como me ves te verás. Un pueblo desmemoriado está condenado. La juventud nace tullida si no es capaz de mirarse en el espejo de sus mayores con valentía, si sólo ve piel y huesos donde todavía hay espíritu y experiencias de las que nutrirse a poco que se preste atención, porque el corazón no entiende de tiempos, ni los ojos que mantienen el brillo son capaces de asimilar que ese número que les devuelve su DNI significa que la función ya enfila su tercer acto.

Precisamente para unir a la generación de 2005 con aquella del siglo XX que tuvo que afrontar la dureza de una posguerra, varias alumnas de 4º de la ESO del Colegio Grazalema-Guadalete de El Puerto han puesto en marcha, lideradas por su profesora Natalia Porres Benavides, una hermosa iniciativa a través de la cual las chicas han mantenido diferentes entrevistas con usuarias de la residencia Puerto Luz de Valdelagrana con el fin de confeccionar sus biografías. “Queríamos que las alumnas tuvieran un referente vital en este momento donde se echa de menos el diálogo intergeneracional”, contaba Natalia.

Durante algunos días las alumnas se han desplazado hasta el exterior de la residencia y allí han paseado con las ancianas, han mantenido animadas charlas y han escuchado sus vidas, tan apasionantes como difíciles, todas ellas merecedoras de echar la vista atrás no sólo con nostalgia sino también con orgullo. Porque, quizá, la vida sólo se comprende al final.

El pasado lunes, este diario acompañó a las jóvenes en su última misión. Sentadas frente a la playa de Valdelagrana, con un sol de justicia, mirando con un respeto casi reverencial a sus mayores, las jóvenes fueron concluyendo sus trabajos y expusieron a su profesora los acontecimientos que más les habían sobrecogido de estas mujeres de miradas penetrantes pese al paso de los años.

La primera biógrafa con la que nos topamos fue Marina Camacho, que entrevistó a Regla García, natural de El Puerto y que lleva varios meses en la residencia portuense tras pasar antes por Medina. Marina resaltó en su trabajo que durante la pandemia Regla “se ha sentido agobiada, porque su marido quería salir a la calle y no podía, lo vio empeorar y sus hijos no podían entrar a verla”.

Regla recordaba como en su infancia “jugaban con mucha inocencia, al contrario de hoy, pero a pesar de esto considera que los jóvenes de hoy en día están bien preparados para el futuro”.

Regla contó a Marina cómo conoció a su marido porque vivía en frente suya. “Un día estaban en la plaza, había una fiesta y salió ella con su hermana y él le trajo un regalo porque era el día de su santo”. Así comenzó una historia de amor que ha resistido el paso del tiempo.

Regla considera que la gente no quiere casarse hoy en día porque la mayoría quiere pasar el rato y “no quiere de verdad”. El valor más importante para Regla es la verdad. “Hay que ir siempre con la verdad por delante”. Marina reconocía que el testimonio de Regla le ha gustado mucho y le ha servido “para aprender cómo eran las cosas antes, el valor del esfuerzo y de la espera, porque nuestra generación lo quiere todo de inmediato y casi sin esfuerzo. Muchísimas gracias Regla”, decía.

Mencía Tovar del Valle durante su entrevista con María del Pilar Martínez. Mencía Tovar del Valle durante su entrevista con María del Pilar Martínez.

Mencía Tovar del Valle durante su entrevista con María del Pilar Martínez. / Andrés Mora

Mencía Tovar del Valle es la segunda biógrafa con la que departimos. En esta ocasión se ha encargado de entrevistar a María del Pilar Martínez Brieva, nacida en Zafra (Badajoz) el 5 de febrero de 1932. Mencía dedica a Pilar una mirada clara y tierna, casi cómplice tras varias charlas que la han servido para conocerla mejor, para saber cómo fueron sus primeros años en Zafra, la dureza de una infancia marcada por la Guerra Civil. “Ella ha querido contarme entre lágrimas la verdad de lo que probablemente fue el episodio más triste de su vida, y de la mayoría de los de esa generación. Es algo que no se encuentran en los libros de historia y que quienes lo han vivido en primera persona necesitan contarlo para que sirva como legado a las siguientes generaciones, para no volver a repetir los mismos errores”, decía Mencía.

Porque Pilar, siendo tan solo una niña, tuvo que ver como los milicianos entraban en su casa y se llevaban a su padre contra su voluntad para encerrarlo en una iglesia con el objetivo de matarlo. “A causa de esto sufrió la incertidumbre de qué había pasado con su padre y la preocupación por su madre, que se encontraba sola al frente de una familia de cuatro hijos en una España en guerra. En este difícil periodo tuvo que vivir otro trágico suceso: una bomba cayó cerca de su hogar provocando que su madre abortara, lo que vino a complicarlo la situación familiar”.

Pese a esto, Pilar recuerda con cariño esos años en Las Carmelitas de la Caridad, y como al acabar la guerra su familia se trasladó a Madrid. “Me contó que había mucha escasez de comida, que el pan duro era algo cotidiano y valorado”. Pilar es una mujer muy culta, que estudió comercio y magisterio y con una gran vocación docente, desde el primer día hasta su jubilación.

Decía Mencía que Pilar le ha hecho pensar “cuando le he preguntado cuáles son los valores que sustentan su vida. Su respuesta ha sido el valor de la familia, que realmente es donde se educa a los hijos, y no en el colegio, y la fortaleza para sobrevivir en circunstancias extraordinarias con decisión y firmeza. Pero el valor fundamental para ella, porque así lo ha visto en sus mayores, es el respeto”.

La alumna Sofía Blanco conversa con Juana Castañeda. La alumna Sofía Blanco conversa con Juana Castañeda.

La alumna Sofía Blanco conversa con Juana Castañeda. / Andrés Mora

Sofía Blanco Ortiz, otra de las alumnas del Grazalema que ha participado en el precioso proyecto de conocer mejor a nuestros mayores, se encargó de realizar la biografía de Juana Castañeda Panal. Juana se crio en la calle Merced del jerezano barrio de Santiago. “Tenía una casa preciosa en la que vivía con sus padres y sus ocho hermanos”, nos cuenta Sofía. “Juana tuvo que trabajar mucho de pequeña. Su primer empleo fue de aprendiz de cocina pero también trabajó como auxiliar de enfermería. Ella dice que no sabe lo que es el aburrimiento. De pequeña le gustaba mucho jugar con sus vecinas y hacer alguna que otra gamberrada”.

Dice Juana que quería mucho a su padre “al que recuerda con cariño”. Una anécdota que ha llamado la atención de Sofía “es que cuando era joven su madre tuvo que cortarle las trenzas por necesidad y su padre, al que tanto quería, lloró mucho al ver lo que le habían hecho a su hija, ya que en esa época estaba mal visto tener el pelo corto”.

Juana pasó muchos momentos con su marido. “Fue amor a primera vista”, nos dice Juana. Estuvieron de noviazgo doce años, se casó con veinticuatro años “y lo tuvo que hacer de negro porque su padre había muerto y en aquella época se guardaba el luto durante años, algo que nuestra generación desconoce”, dice su biógrafa.

Cuando su marido cayó enfermo Juana decidió dedicarle el tiempo que le quedaba para cuidarle con mucho amor y esmero. “Hoy, a sus 90 años, se encuentra en su nueva juventud y tiene muchas ganas de vivir y disfrutar. Ella no se imaginaba que alguien escribiera su biografía y que saliera en el Diario. Se siente muy feliz de que nuestra generación pueda saber como era la vida en aquella época. Gracias a Juana he podido aprender que las personas nunca dejan de ser jóvenes y tener deseos e ilusiones. Porque el corazón no tiene edad, aunque en el DNI esté escrito que naciste el 24 de julio de 1931”.

Loli Mejido conversa animadamente con la alumna del Grazalema Teresa García-Jarana. Loli Mejido conversa animadamente con la alumna del Grazalema Teresa García-Jarana.

Loli Mejido conversa animadamente con la alumna del Grazalema Teresa García-Jarana. / Andrés Mora

La última de nuestras biógrafas es Teresa García-Jarana, como sus compañeras alumna de 4º de la ESO en el Grazalema. En esta ocasión le tocó adentrarse en los recuerdos de María Dolores Mejido Guerra, muy conocida —y querida— en El Puerto, donde Loli dejó su impronta en diferentes asociaciones. Nacida en Oviedo en 1936, en su familia eran cinco hermanas. Teresa nos cuenta que Loli aún conserva un muy buen recuerdo de su hogar, “y de las tardes en la plaza cerca de la Catedral. Recuerda a su madre como una mujer estricta y su padre, por otro lado, era el que las consentía. Ambos eran muy trabajadores”, dice.

Loli fue a una escuela pública y luego estudió comercio, siempre le encantaron las matemáticas y hasta día de hoy “cuando pasa un coche sumo los números de la matrícula”, le cuenta Loli a una Teresa sonriente. El problema más grande de su vida fue la pérdida de su marido, “hablaba de él —relata Teresa— con mucha nostalgia y de lo bonito que fue su matrimonio, era una persona vitamínica para ella”.

Dolores ha viajado mucho, prácticamente ha estado en todos los continentes, es una mujer inquieta y con muchas ganas de aprender. España se la ha recorrido de arriba a abajo, enriqueciéndose con rincones escondidos, distinta gastronomía, culturas variadas y gente diferente, “no conformándose con una foto que espere un like”. “Los valores más importantes para Dolores son la benevolencia, el amor y la entrega desinteresada y la confianza”. A Teresa le ha impresionado la fuerte creencia religiosa de Dolores. “Es una mujer creyente, pero creyente de verdad, para ella Dios es lo más grande, porque es muy consciente de que la única manera de relacionarte con Dios es la de hija”.

Las alumnas Carmen Osborne y Patricia Mantaras también han participado en una iniciativa que Natalia nos contaba “se ha puesto en marcha por primera vez. Nos parecía interesante que las alumnas conocieran las experiencias de estas personas, que se relacionaran y aprendieran de sus vivencias”. Sin duda una experiencia que merece mucho la pena y un ejemplo a seguir.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios