Tragedia en Barbate

Nadie para contarlo

  • El cadáver del pequeño aparecido en la playa de Mangueta estuvo 14 días en el agua y aún hoy nadie lo ha reclamado porque no se ha podido verificar su identidad.

Flores para el niño subsahariano en la playa de Barbate

Flores para el niño subsahariano en la playa de Barbate / Fito Carreto

Unos seis o siete años de vida, catorce días a la deriva en el mar, no se sabe cuántas horas abandonado a la orilla del litoral gaditano de Barbate y diez días más, hasta ahora, en la cámara frigorífica del Instituto de Medicina Legal de Cádiz no parecen haber bastado aún para darle un nombre verdadero, para conocer o recordar al menos la historia de vida del pequeño que hemos acordado en llamar Samuel, quizá por la necesidad de ponerle apelativo a una tragedia de dimensiones inimaginables. Un cadáver sin nombre y una historia sin capítulos numerables de la que sólo cabe imaginar a un pequeño cuerpo balanceado, hundido y aflorado durante dos semanas por un mar indiferente.

Junto a Samuel pudieron navegar más de cuatro mil barcos en tráfico por el Estrecho en ese tiempo, infinidad de embarcaciones de recreo y por encima de él pudieron lanzarse miles de miradas románticas al atardecer. Pero nadie sabía, que allí, rodeado por millones de hectólitros de agua duramente salada y fría, flotaba una de las 246 personas que en un solo mes de lo que llevamos de 2017 han muerto ahogadas en el viaje desesperado hacia un mundo mejor. Casi cuatro mil lo emprendieron, y las organizaciones humanitarias y oficiales estiman que alrededor de un tercio de ellas son menores de edad. En todo 2016, más de 5.000 murieron en el Mediterráneo, ese Mare Nostrum que se muestra a veces tan inhospitalario.

El menor llevaba unas ropas donadas por una ONG y procedentes de un colegio español

La ONG Ca-minando Fronteras , que se ocupa en Marruecos de los inmigrantes subsaharianos en tránsito hacia la Península, ha sido la que ha puesto nombre a Samuel. Su portavoz y responsable en la sede que la organización tiene en Tánger, Helena Maleno, quiere que quede bien claro que hasta ahora ese nombre es sólo supuesto. "En nuestros documentos sólo consta un niño desaparecido con esa edad, y por eso hemos dado provisionalmente ese nombre, suponiendo que puede ser el niño que viajaba con su madre, Verónica, fallecida en el naufragio de una patera cuyos supervivientes y víctimas fueron hallados el pasado 14 de enero". Aunque hay indicios de que el cuerpo podría corresponder con el pequeño desaparecido, "nada se puede dar por seguro -aclara Helena- porque hay que tener en cuenta que el Estrecho está lleno de muertos desconocidos. Sólo tenemos registradas las pateras que sabemos oficialmente que han salido, pero hay muchas que lo hacen sin que nadie sepa nada, y por lo tanto pueden desaparecer y nunca constarán en ningún lugar, ni siquiera como muertos o desaparecidos".

De momento, hay algunas certezas, atendiendo a algunos datos provisionales de la autopsia del cuerpo hallado, en muy malas condiciones, en la playa de Mangueta, casi exactamente debajo del edificio que alojaba un puesto de la Guardia Civil y ahora es un restaurante. Cuando el pequeño fue encontrado, hacía en torno a 14 días que había muerto ahogado, causa ya oficial de su defunción. La fecha coincidiría casi exactamente con la de la del rescate de supervivientes y víctimas de la patera en la que viajaban Verónica y su hijo Samuel, lo que favorecería la tesis de la identidad hasta ahora supuesta. Pero es la única pista más o menos fundamentada. Un detalle trágico y doblemente conmovedor: los restos de la ropa que llevaba puesta pertenecían a una prenda donada por alguna ONG y procedía del envío de un colegio español.

Helena Maleno confirma que la Administración española actuó diligentemente y con presteza en este caso: "Inmediatamente después del hallazgo del cuerpo, las autoridades nos informaron a nosotros y a Algeciras Acoge para que cotejáramos con nuestros archivos. En seguida, se avisó a la familia que podría corresponder con nuestros datos, y la Guardia Civil ya está en contacto con ellos para la identificación". El posible padre, que vive en su país de procedencia, Congo, ya ha nombrado a una persona de su confianza en España como representante de la familia en nuestro país. Fuentes de la investigación descartan, no obstante, que éste pueda ser el padre atendiendo a los datos físicos que ofreció sobre su hijo, y que no coinciden con el pequeño encontrado.

En muchas ocasiones, la verificación de la identidad es relativamente fácil con una simple foto o algún detalle del cuerpo que sea evidente. "Pero en casos como éste, en el que se ha pasado tanto tiempo en el agua, eso es imposible -dice Maleno- . El estado del cuerpo no lo permite y entonces hay que tomar muestras de ADN y cotejarlas con su familia en Congo". Y eso llevará un tiempo, aunque los posibles parientes están informados por las autoridades españolas "desde el minuto 1", elogia la portavoz de Ca-minando Fronteras, quien no quiere entrar en la polémica sobre cómo ha llevado la información del caso la Subdelegación del Gobierno. Aunque desde Ca-minando Fronteras "hablamos mucho con el posible padre", ellos no quieren hablar con nadie más hasta que no se confirme la identidad del pequeño.

Maleno es precisamente la autora de un estudio exploratorio titulado Niñez migrante, y realizado para la Alianza por la Solidaridad (APS) entre niños, niñas y adolescentes migrantes y sus familias que se encuentran en Marruecos. El estudio no incide tanto en la aventura desesperada del cruce del Estrecho, como en las condiciones del viaje y de la estancia en los diferentes países por los que transcure. Su realización pone de manifiesto la "doble vulnerabilidad" que sufren durante todo su trayecto y en el tiempo que dura la estancia en Marruecos por el hecho de ser migrantes y niños a la vez.

Para la realización del esclarecedor informe se hicieron entrevistas con mujeres, hombres adultos y adolescentes. De la casi treintena de mujeres con las que se habló, sólo cuatro eran madres solas que iniciaron su viajes con hijos, mientras que el resto eran mujeres que salieron solas de sus países y se quedaron embarazadas en tránsito, por, entre otras razones, buscarse la protección de un varón contra las violaciones y abusos. Es significativo también que los adolescentes masculinos entre 15 y 17 años suelen empezar su "proyecto migratorio" solos.

A modo de resumen, el tránsito migratorio de los menores suele venir aparejado de: desprotección y violación de derechos y la violencia física que se sufre por parte de criminales tanto como por las autoridades y las fuerzas de seguridad. También es habitual la violencia dentro de las mismas comunidades e incluso dentro de las mismas familias. En el centro de toda esta situación está su carácter de 'clandestinos', que obstaculiza su acceso a los derechos y que impide que se visibilice a los niños como necesitados de protección.

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