Provincia de Cádiz

Olivareros y productores se reinventan cada día

Enamora, es objeto de deseo y ha salido en importantes revistas de moda y diseño nacionales e internacionales. Con esta definición podría el subconsciente traicionar a más de uno si no fuera porque la protagonista de la misma es una botella de aceite de oliva virgen extra salido de las tierras de Zahara de la Sierra, en Cádiz, en concreto, de la almazara Oleum Viride, que regenta Luis Lucero, con certificación de ecológico.

Este productor no se lo pensó dos veces cuando se embarcó con los modistos Devota y Lomba en una estrategia comercial para diferenciar sus aceites de oliva de montaña, vistiendo de diseño sus envases. "Sabemos que no podemos competir con el olivar intensivo. Por tanto, hay que aprovechar otros recursos y utilizar el ingenio para atraer al mercado", sostiene Lucero.

Desde entonces, esta almazara se reinventa cada día, abriendo mercados en Estados Unidos, Oriente y Europa. La clave de esta empresa y de otras que comienzan a despuntar en la Sierra gaditana es la de unir el aceite como producto a otros valores como la tradición, la salud, el paisaje, la gastronomía, la naturaleza y como no, el turismo rural. En esta tarea se están rascando el bolsillo para mantener esta herencia productiva: vender este mensaje de sensibilización, que no es poco, para la pervivencia de los aceites de montaña. "Hay que transmitir al consumidor que no sólo está comprando calidad. Hay otros componentes de valor añadido, que a veces se entienden mejor en el exterior que en la propia tierra", sostiene el gerente de Oleum Viride.

Antonio Troya, es un productor septuagenario de Olvera, que regenta un molino de su familia en un enclave cercano al río Salado y a un tramo de la Vía Verde de la Sierra, que echa la vista atrás y recuerda que el dedo índice era el mejor laboratorio para testar el primer aceite de la cosecha. Ha llovido desde entonces. Ha pasado el testigo de su experiencia a su hija Francisca, quien, en este caso, garantiza el relevo generacional tan preocupante en este sector . "Será difícil mientras no sea una economía sostenible. Pero estamos por esta apuesta".

De las ferias de mulos cargados hasta las cejas de aceitunas a las puertas de la almazara ha pasado a operar en Internet con su producción artesanal, a trabajar por una denominación de origen que ampare la producción gaditana y a abrirse en el exterior.

En este camino ha sido también pionera por ser mujer en un sector masculinizado en la zona, que también ha evolucionado con el tiempo.

Además de unir al aceite el diseño y las nuevas tecnologías, hay empresarios que han apostado de manera decidida por sostener esa genuina arquitectura de almazaras y molinos para que no decaigan en el olvido. La apuesta de Juan Urruti ha sido la de reconvertir las instalaciones del Molino El Vínculo, del siglo XVIII, en un atractivo turístico rural. Uno de sus desafíos ha sido incorporar la ceremonia de la campaña olivarera para disfrute de los visitantes que se alojan en Zahara de la Sierra, en pleno corazón del Parque Natural de la Sierra de Grazalema.

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