Prestaciones de Sanidad

El SAS insiste en que Carlos Pelayo no necesita una silla de ruedas

  • Rehabilitación contesta a la reclamación de un usuario con 70% de discapacidad que se considera condenado a estar encerrado en casa

Carlos Pelayo en la habitación de su piso en la que pasa la mayor parte del tiempo

Carlos Pelayo en la habitación de su piso en la que pasa la mayor parte del tiempo / Julio González

La Unidad de Medicina Física y Rehabilitación de los hospitales universitarios de Puerto Real y Puerta del Mar han contestado a Carlos Pelayo, una víctima de un accidente ocurrido hace diez años y que tiene reconocido un 70% de discapacidad y que viene reclamando desde hace meses una silla a motor para poder salir a la calle.

Una de sus últimas evaluaciones se produjo en abril de 2019, por derivación de su médico de atención primaria, "consulta a la que acude andando sin muletas, exigiendo una silla de ruedas a motor y un cojín antiescaras. Tras la exploración se concluye que no existe indicación de ambassolicitudes".

Hay una nueva evaluación el pasado mes de junio y quienes le atienden descartan "afectación neurológica que justifique la supuesta imposibilidad de deambulación, ya que el paciente capaz de deambular con ayuda de un solo bastón y mantener el equilibrio bipodal sin apoyo de bastón".

Pelayo, pese a su denuncia pública, no cumpliría los criterios del protocolo de prescripción de silla de ruedas a motor, vigente desde el año 2011. Esa prescricpción coincidió en fecha con los inicios de los recortes en sanidad derivados de la crisis. Los responsables de estas unidades, en cualquier caso, los aplicaron a rajatabla: "Deambula con un solo bastón más de 50 metros, y la patología discal lumbar que sufre nunca justificaría una perdida bilateral de su capacidad de deambulación, aparte de la presencia de un muy aceptable trofismo muscular de ambas piernas. Cuando un paciente mantiene un nivel de deambulación como el reflejado, se desaconseja el uso de silla de ruedas a motor, para evitar que la reducción del ejercicio  al caminar habitualmente acabe provocando una discapacidad mayor, aconsejándose en todo caso el uso de vehículos para personas con movilidad reducida". Estos vehículos no entran dentro del catálogo de Prestaciones Ortoprotésicas del Servicio Andaluz de Salud (SAS). Es decir, se lo tendría que sufragar él mismo.  

Añade el razonamiento de los rehabilitadores que "el consumo de fármacos opiáceos y ansiolíticos afecta notablemente en la capacidad de conducción, siendo por tanto un riesgo para la seguridad del paciente que debe primar toda atención sanitaria". Pelayo tiene prescrita una fortísima medicación de opiáceos para aliviar los continuos dolores que sufre y que, según el, le impiden caminar con o sin muleta "sin tener que sentarme cada cinco minutos".

Carlos Pelayo ha recibido la contestación del SAS con desolación. "Sé que tarde o temprano acabaré en una silla de ruedas porque las piernas no me sostienen y sólo yo sé lo que me cuesta. Yono quiero nada que no no me corresponda; lo único que quiero, el tiempo que me quede, es tener algo de calidad de vida".   

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