Provincia de Cádiz

Teresa, como Dios manda

  • Teresa Montero Cruz, con 81 años, recibe en la Diputación Provincial el galardón que reconoce su labor de toda una vida al frente de la venta 'El Soldao', en Medina

Más allá de medallas al mérito, Teresa se merece el reconocimiento de todos cuantos la conocen por su disposición, por su buen humor, sus ganas de vivir y, especialmente, por todo lo vivido. Teresa Montero Cruz, con 81 años, 11 hijos y 18 nietos, desplegó ayer en el salón Regio de la Diputación Provincial todo el encanto de quien no ha hecho otra cosa en su vida que trabajar y que, de pronto, se ve rodeada por toda su familia, por medios de comunicación y, además, por el presidente de la Junta y por una ministra.

Más allá de personajes famosos que pasaron por su venta, El Soldao, más allá de platos de arroz con pollo hechos eternos por García Márquez, Teresa se merece el reconocimiento de todos por su capacidad de sacar adelante una familia de 11 hijos en unos tiempos que en nada se parecen a los de ahora. Cuestas abajo para los hombres, que eran cuestas hacia arriba para las mujeres, decía ayer el presidente de la Junta, José Antonio Griñán. Todas las subió Teresa.

Ayer, llegaba nerviosa a las puertas del Palacio Provincial, donde iba a recibir la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo de manos del propio Griñán; de la ministra de Igualdad, Bibiana Aído; y del presidente de la Diputación Provincia, Francisco González Cabaña. Antes de atender a los medios de comunicación con una soltura y experiencia propia de quien a diario concede entrevistas, Teresa fue a desayunar.

Ya repuesta, no paraba de repetir: "Esto es un orgullo muy grande, encontrarme aquí en compañía de mis hijos, mis familiares y mis amigos. Este es un obsequio muy bonito para mí y para mis compañeras de aquellos tiempos".

50 años en la venta El Soldao, en el núcleo de San José de Malcocinado (ironías de la nomenclatura). El nombre del local, por su marido, José, el soldao, con quien decidió emprender aventura personal y profesional. Y le fue bien.

Hoy, medio siglo después, Teresa reconocía ayer que la vida "ha cambiado mucho, pero la venta sigue p'alante".

"¿De quién se acuerda más en un día como hoy?", preguntó una periodista. "De mi marido. Hace ya 22 años. Siento mucha felicidad, pero tengo un pellizquito en mi corazón".

Ante un repleto salón, la homenajeada lució una continua sonrisa, sólo rota en pequeños momentos de emoción en el que tuvo que echar mano de su pañuelo, cuidadosamente preparado en su bolso. La emoción y la edad privaron a la audiencia de las palabras de Teresa, pero no de su mensaje.

Fue uno de sus nietos, José María, el que (también emocionado) dio cuenta de todo lo que su abuela quería decir en su homenaje. Él dio lectura a una carta. Cada frase era atentamente seguida por Teresa, y para sus adentros, asentía.

"En aquellos primeros años, difíciles para nosotros, nunca nos planteamos otra cosa que trabajar honradamente. En mi casa, los clientes siempre han sido lo primero, y tratar igual a un personaje famoso que a un turista o un vecino. Mi satisfacción siempre ha sido acercarme a los clientes y ver que se iban contentos. Mis hijos me dicen que descanse, que ya he hecho bastante, pero sigue siendo un placer para mí bajar a la venta, mirar cómo cocinan mis hijas, ver el entrar y salir de las personas, charlar con ellas y ver que han comido como Dios manda".

Teresa decía ayer que ya está "muy vieja" para seguir en los fogones, pero sigue siendo el alma de la venta y de toda su familia. Es heredera de cientos de anécdotas, como recordara ayer González Cabaña: "Quién nos iba a decir con la de vivencias que hemos compartido en la venta El Soldao, que nos veríamos en el salón Regio de Diputación, entregándote la medalla al mérito en el Trabajo".

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