josé antonio lópez esteras. fundador del grupo jaleLos restos del estallido de la burbuja

"Vivo con 700 euros al mes"

  • El empresario que creó uno de los grandes grupos turísticos andaluces asegura estar "completamente arruinado"

José Antonio López Esteras regresa a Las Beatillas siete años después / FITO CARRETO

En el salón del chalé en el que vive solo José Antonio López Esteras, madrileño de 78 años que dio nombre con sus iniciales a un holding hotelero e inmobiliario, hay troncos apilados y ramas junto a la chimenea de forma anárquica. La casa carece de ornamento, aunque en su día lo tuvo.

-¿De qué vive usted diez años después de haber perdido su empresa?

-De una pensión de viudedad que me quedó tras la muerte de mi mujer, que son 500 euros, y de 200 euros de la mutua de aparejadores.

-¿Se calienta con la chimenea? ¿Pobreza energética?

-Tengo que ahorrar luz. Yo tengo pocos gastos. La luz, el agua, me contento con comer unas conservas, bebo agua... Así que cojo el hacha y me corto la leña en el jardín porque cuesta mucho tener el salón caliente.

-Su coche tiene unos años.

-No es mío. Es de fabricación húngara. Me lo ha prestado un abogado, es de un cliente. Como se convierte en descapotable no creo que lo pueda vender hasta dentro de un par de meses y, mientras, lo uso. Tendrá unos veinte años como mínimo.

-¿Cuánto tiene en el banco?

-Cero. Según cobro la pensión la retiro para que no me la quiten. No puedo tener nada en el banco.

-No le pueden quitar todo. ¿Y un plan de pensiones?

-Tenía uno de 250.000 euros y se lo quedó el banco por una deuda de un crédito que quedó impagado cuando llegó el concurso y yo perdí la capacidad de acción. Tuve que pleitear y conseguí salvar algo del fondo de pensiones, pero en cuanto acudiera a rescatarlo, lo perdería. Así que ahí está, que los fondos de pensiones no se pueden embargar.

- Algo le habrá quedado.

-Estoy absolutamente arruinado. No me ha quedado nada porque yo, como tal, no tenía nada, todo era de la empresa. Cobraba como accionista, pero mi sueldo, propiamente dicho, era de 2.500 euros al mes. Los sueldos buenos eran los de mis directivos, que se llevaban 300.000 al año. Cuando llegaron los administradores concursales, esas fábricas de hundir empresas, me subieron el sueldo a 280.000 euros con el único fin de ponerse ellos el mismo. Pero daba igual porque nunca me lo pagaron.

-¿Y esta casa?

-Esta casa la pusimos mi mujer y yo a nombre de mis hijos en el 92. Es inembargable hasta que me muera, pero cuesta mantenerla.

-Sus hijos estaban dentro de Jale. ¿A qué se dedican ahora?

-Mi hija era gerente de hotel y ahora tiene una tiendecita de artesanía en Barcelona. El arquitecto está en Lanzarote, que durante la crisis ha tenido que tirar para adelante firmando informes de medio ambiente y esas cosas porque de construir nada. Los dos economistas también se fueron. Uno está en Barcelona colocado en una pyme y el otro está en Madrid, en el paro.

-Tiene multitud de pleitos. Los pleitos cuestan dinero.

-Pleitos que peleo con desventaja. No tengo para abogados. Ya he utilizado dieciséis abogados de oficio y otros abogados que me han hecho cosas por amistad, sin cobrar. Temo que me condenen a no volver a desarrollar ya nunca más mi actividad empresarial.

-Pero usted ya tiene 78 años. Es tiempo de jubilación.

-Tengo plenas facultades como empresario y me siento empresario porque lo he sido toda mi vida.

-¿No le quedan influencias? Los empresarios de éxito lo son también porque tienen influencias.

-Mi empresa creció sin haber entregado un maletín. Si alguien ha recib ido un maletín, que levante la mano.

-Pues si se presentaba a concursos no ganaría muchos.

-Me quitaban el 90% de a los que me presentaba. Lo más que hice una vez fue dar por ventanilla un dinero en un ayuntamiento de la Costa del Sol. Era como un donativo de buena voluntad para que hicieran una calle. Ingenuo de mí, quise deducírmelo del impuesto de sociedades y Hacienda me montó una inspección. En 2006 Hacienda hizo en mis empresas siete inspecciones. Algo inaudito. No encontraron nada. No sé si a mí me ha pasado todo esto por tonto, por ser demasiado honrado.

-Usted es accionista de Jale y, al tiempo, acreedor. ¿En todo este tiempo, en esas dos condiciones, no ha percibido nada?

-Los administradores concursales que sustituyeron a los primeros, que se tuvieron que ir porque los retiró el juez después de haber desviado dinero de Jale a sus propias empresas, me negaron las dos condiciones: la de accionista y la de acreedor. No era nada. Y, según me dijeron, mi empresa valía cero.

-Pero no será accionista porque vendería sus acciones.

-A mí me cerraron las oficinas de mi empresa, cambiaron la cerradura. No he podido entrar en todo este tiempo, no he visto un papel. Mi desinformación sobre todo lo que ha sucedido en Jale ha sido absoluta. Es tal el lío que acaban con la vida de cualquiera.

-Este proceso tendrá que tener un final algún día, aunque sea la liquidación. ¿Sabe si queda algo de los activos de Jale?

- Que yo sepa no debe de quedar nada. No se me ocurre qué puede quedar. Cuando quisieron malvendieron lo que había y yo no pude decir ni sí ni no. Llegaba tarde a las reclamaciones porque no me enteraba de nada.

-¿A qué se está esperando entonces para liquidarla y cerrar el concurso?

-Supongo que esperan a que me muera. Porque no me voy a aburrir de seguir peleando.

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