Aceite de oliva a la baja

Olivareros de la Sierra con el yugo al cuello

  • La bajada del precio del aceite ha roto sus rentas. Dicen que no cubren costes y ello obligará al abandono del olivar y a la pérdida de miles de jornales

La sangría empezó en septiembre del año pasado y como un enfermo anémico va debilitándose por día. El precio del aceite de oliva virgen extra de calidad, el pan de los olivareros de la Sierra, anda en caída libre. Y ya han saltado las alarmas porque esto solo puede traer la ruina a miles de familias y a pueblos enteros de la comarca, dicen los afectados, que basan su renta en el llamado oro líquido salido del olivar de montaña, menos rentable por la baja producción y la falta de mecanización por lo abrupto de los terrenos, pero que genera más mano de obra que el cultivo intensivo.

Un ejemplo: en la cooperativa Nuestra Señora del Rosario, de Algodonales, que da cobertura a 1.500 agricultores de un puñado de pueblos, se vendía hace poco más de medio año la garrafa de cinco litros del virgen extra a 23 euros. Hoy está a 17.90. Es decir, por debajo de los costes de producción de las cosechas. No les ha quedado más remedio que practicar este bajón porque si no el aceite de estos olivareros se queda en los estantes. No lo pueden vender por la guerra de precios visible en los lineales de las grandes superficies comerciales.

¿Y quién está detrás de este calculado bajón? Los olivareros lo tienen claro: la especulación de los mercados, según las organizaciones agrarias COAG y UPA; los grandes distribuidores y cadenas que han machacado los precios; los grupos de presión que ya han comprado la producción que habrá dentro de siete años de las plantaciones del olivar súper intensivo; la entrada de miles de toneladas de aceites del exterior y la falta de control y regulación para detectar que lo que hay dentro de la botella corresponde con la etiqueta del producto.

“En la Sierra hay que vender el aceite de 3 euros hacia arriba para que salgan las cuentas. Desgraciadamente se está vendiendo a 2,20 euros, que eso está por debajo de los costes de producción. Con este panorama, no se puede tirar hacia adelante”, comenta Ana Morales, técnica de la PAC, de COAG Cádiz, antes de que pisemos sobre el terreno la realidad de estos agricultores, que esta semana han llevado sus reivindicaciones hasta Sevilla para que la Junta de Andalucía medie para que se ponga freno a esta situación, que los abocará, dicen, a echarle la llave al campo. Las cuatro grandes cooperativas de la comarca (ubicadas en Algodonales, Olvera, Setenil y Alcalá del Valle), tienen detrás a cientos de pequeños propietarios, a los que tienen que liquidar la campaña 2018-2019, en la que perderán más de un euro por kilo de aceite de media.

“El año pasado se le pagó al olivarero 2,60 euros por kilo. Este año, en septiembre, se dará 1,60. Un euro menos. Hay gente que a esos costes no puede. Es imposible y nos tememos que el agricultor no irá a recoger la aceituna la próxima campaña”, adelanta Juan Herrera, presidente de la cooperativa Virgen del Rosario y también olivarero preocupado por la situación.

A cinco kilómetros de Algodonales, el matrimonio formado por José Rubiales y Brígida Rodríguez, tiene nueve hectáreas de terrenos, con mil y picos de olivo, que compraron hace 27 años para trabajarlos en ecológico. Es su medio de vivir ahora, junto con un poco de cereal. “Cuando vienes a darte cuenta no te salen los números. Entre los costes de pagar el autónomo de mi mujer, que es la titular, la mano de obra para recoger la cosecha, que se lleva 4 ó 5 mil euros sin falta, pagar el papeleo... Y todo eso sin contar con nuestra ayuda, ojo, que si lo metemos ¡apaga y vámonos!”, dice José, que tiene tres hijos. “Con el olivar no les he podido dar de comer. He trabajado toda la vida en la construcción. De esto no se puede vivir en estos tiempos. Hay que buscar otras alternativas”, reflexiona, temiendo que la cosa empeore para la próxima campaña. Primero porque será menos fructífera en cuanto a producción y segundo, por el bajonazo que los mercados han impuesto en los precios, que los desalienta. “Estamos peleando para que nos ayuden. Por descontado nosotros tendremos que tirar de ahorros para poder coger la cosecha y tampoco sé si podré contratar”, habla mientras empuña un ‘sapo’, una máquina de podar hierba, que sirve de sustrato para los olivos.

Como un castillo de naipes, los precios a la baja del aceite traerán acoplados la caída también de los jornales, dice el sector. “El olivar de montaña, el de esta Sierra, demanda mucha mano de obra. Nuestra cooperativa, que da cobertura a 2.300 hectáreas, creó en la última campaña 5.700 jornales, aparte de lo que generaron propietarios autónomos. Es importante que se sepa la aportación que hacemos a la sociedad. Cuando la crisis, el campo absorbió esa mano de obra que venía de la construcción. Con este panorama no vamos a dar trabajo, se perderán miles de peonadas. Si estamos por debajo de precios de producción, no puedo contratar a una persona que me coja la aceituna. No le puedo pagar porque el aceite que vendo está por debajo. Pedimos una ayuda de la PAC acoplada al olivar de montaña, que compense. De lo contrario, la España vacía no será solo en las dos Castilla. Aquí, en Algodonales, hemos pasado de tener casi 10.000 habitantes a 5.700. En mi caso, provengo de la pedanía de la Muela. Cuando era pequeño tenía 900 habitantes. Ahora llega a los 120”, cuenta Herrera.

Adrián Salguero, de 27 años, uno de los pocos jóvenes agricultores de la zona, anda con la preocupación metida en los ojos. Gestiona el patrimonio que “con tanto esfuerzo” apañó su padre en vida y hace, también, a renta los olivares de otros vecinos. “Le tienes que dar un 25 ó 30 por ciento de los beneficios al dueño de la tierra y eso es ya imposible. Este año hay que ponerle dinero encima. Somos de los más mecanizados que hay aquí y ni por esa llegamos a tener beneficios”, dice. Este joven, de los pocos que han optado por el relevo en el campo, subraya que cuando va a las reuniones la mayoría de los compañeros tienen 65 y 70 años. Los de su quinta se han buscado las papas en otros sitios. “Del olivar no podemos vivir. Nosotros hemos diversificado”. Lo ha hecho metiéndose también a ganadero, con 600 cabras. “La mitad del coste que se lleva el olivar lo saco del ganado y lo poco que me deja el ganado, lo pierdo en el olivar. El ganado es el que me va a pagar este año las aceitunas”. Llegado a este punto más de un rentista se plantea dejar la tierra alquilada. “Gente no hay para hacerlo”, añade.

Así que el sector lanza un S.O.S a los responsables públicos y también a los propios consumidores para que, con su elección, ayuden a mantener en pie sus hogares y estos pueblos.

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