Alfonso Álvarez | Profesor

"Nunca me había encontrado tan mal"

  • Alfonso Álvarez es jefe de estudios de Secundaria y Bachillerato del colegio Compañía de María de San Fernando. Se contagió de la Covid-19 al principio de la primera ola y le ha quedado como secuela la alteración de los sentidos del gusto y del olfato, algo que no sabe si será permanente

Alfonso Álvarez en el colegio Compañía de María de San Fernando, donde trabaja.

Alfonso Álvarez en el colegio Compañía de María de San Fernando, donde trabaja. / P.H.M.

Álfonso Álvarez es profesor de Secundaria y Bachillerato en el Colegio Compañía de María de San Fernando, del que es jefe de estudios de esos niveles educativos. Él enfermó de covid-19 en la primera ola. Empezó a notar los primeros síntomas al principio del confinamiento: perdió el sentido del gusto y tenía "mal cuerpo". Cuenta que cada día se fue encontrando peor y él mismo se aisló en su casa "porque me di cuenta de que no era un catarro normal”.

Su situación siguió empeorando y decidió acudir al Urgencias. Allí le hicieron una radiografía y una prueba PCR, y lo mandaron a casa aislado. El resultado de la PCR fue positivo y como seguía sin mejorar, volvió a ir a Urgenicias. Le hicieron otra radiografía en la que vieron que tenía neumonía bilateral y quedó ingresado en el Hospital Puerta del Mar.

Estuvo hospitalizado seis días y luego permaneció aislado en su domicilio aproximadamente un mes, porque cuando le repitieron la prueba PCR volvió a dar positivo.

Alfonso relata que vivió los primeros momentos de la enfermedad "con mucha incertidumbre". Especialmente la segunda vez que acudió a Urgencias, donde permaneció muchas horas hasta que lo ingresaron, ya que en aquel momento, "todavía se conocía poco de la enfermedad, no sabía cómo iba a evolucionar y todo lo que se escuchaba era malo". Pero "afortunadamente, desde el primer día que me pusieron el tratamiento empecé a mejorar, y eso me dio una tranquilidad muy grande. Incluso mi sensación personal era de encontrarme mejor, a pesar de que tenía unos dolores de cabeza muy grandes. Pero es que antes de ingresar tenía muy mal cuerpo, era como si tuviera una gripe muy fuerte que hacía que me sintiera extremadamente agotado. Yo nunca me había encontrado tan mal".

Él estuvo aislado en una habitación con otro paciente y cuenta que cuando entraba algún profesional (no estaban permitidos acompañantes ni visitas), "iba forrado de arriba abajo con el EPI". De esos días de hospitalización recuerda sobre todo la incertidumbre, y afirma que al pasar muchas horas en soledad, tanto en el hospital como después en una habitación aislado en su casa, "se te pasan por la cabeza muchas cosas de la vida y valoras todo lo que tienes; dediqué también algunos momentos a la oración". Asimismo, cuando ya estaba en su domicilio, aprovechó "para hacer cosas que no hago normalmente, como leer y ver películas, lo que me hizo más llevadera la situación". Incluso a medida que se fue encontrando mejor, fue reiniciando labores de su trabajo.

Cuando le dieron el alta, tuvo un seguimiento médico telefónico y después ha acudido al hospital a que le hicieran varias revisiones. La última fue a principios de verano en la Unidad de Medicina Interna del Hospital Puerta del Mar. "Me hicieron varias pruebas y me dijeron que me llamarían, pero todavía estoy esperando", manifiesta.

Una vez recuperado, ha donado plasma en el punto fijo de donación que se encuentra en el hospital de Cádiz para un ensayo clínico en el que se evalúa la eficacia del tratamiento con plasma de pacientes que han superado la covid-19.

Tras pasar varios meses de haber superado la enfermedad, Alfonso aún tiene alterados los sentidos del gusto y del olfato. "No sé si esto se irá retirando o ya permanecerá. Es algo muy incómodo porque hay sabores y olores que los percibo de forma distinta a como los percibía antes, y algunos son muy desagradables". Pero, afortunadamente, no le han quedado secuelas circulatorias ni respiratorias.

Dice no tener miedo de volver a coger la covid: "Hasta ahora, tengo cierta tranquilidad y una sensación de seguridad al saber que tengo anticuerpos; pero al parecer, sólo duran un tiempo. Confío en que pronto podamos ponernos la vacuna". Esta tranquilidad no le hace relajar las medidas de protección. "Cumplo todas las normas, tanto en el trabajo como en mi vida personal", subraya.

Viendo el comportamiento de muchas personas, Alfonso piensa que "la gente todavía no es consciente de la situación". En su opinión, "los primeros meses se dio una visión edulcorada de lo que era esto y como consecuencia, se ven ciertos comportamientos irresponsables. Creo que se tenía que haber explicado mejor las consecuencias de este virus".

Como profesor, comenta que viendo cómo se han desarrollado los primeros meses de clases, "los colegios son entornos seguros en los que se cumplen a rajatabla las medidas de prevención. La prueba es que ha habido pocos contagios y en la Compañía de María -donde él trabaja- no ha habido ninguno. En el centro hay unos 1.300 alumnos todos los días y que no haya habido ningún contagio demuestra que las medidas son efectivas. Ha habido algún positivo de niños que se han infectado fuera, pero no han contagiado a ningún compañero. Hasta ahora, no ha habido ningún brote".

A Alfonso le preocupa la vuelta de las Navidades, "porque durante las vacaciones se pueden relajar las medidas en el ámbito familiar y eso tendrá su reflejo una o dos semanas después, cuando tengan que volver los niños al colegio".

En su opinión, aún quedan dos retos importantes por afrontar: "La concienciación entre los chavales de que respeten las medidas de higiene, distanciamiento y el uso de la mascarilla; y cubrir el vacío o carencia emocional que provoca el virus como efecto colateral de las medidas que tenemos que tomar". Y es que después de los meses de confinamiento, se ha encontrado con ciertas dificultades de aprendizaje en los alumnos y cree que el uso de la mascarilla y la distancia social están afectando al desarrollo emocional tanto de los menores como de los adultos. "Veo más irritabilidad en los adultos y apatía en los niños, porque la comunicación es más fría debido a la distancia y la mascarilla. La comunicación emocional, que es tan importante en la educación, ahora es más difícil".

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