Buscan a una menor que se marchó de su casa en San Fernando tras ser denunciada por agresiones

"¿Sabe lo duro que fue denunciar a mi hija?"

  • Los problemas de conducta de su hija, menor de edad, hicieron de su casa un infierno, aunque el Juzgado la ha absuelto de un presunto delito de maltrato en el ámbito familiar

  • Desde entonces desconoce su paradero. "Solo queremos ayudarla", suplica su madre 

Fachada de unos Juzgados de Menores.

Fachada de unos Juzgados de Menores. / José Martínez

Se siente impotente ante el drama que arrastra a toda su familia. Está desesperada, no sabe ya a qué puerta llamar. Por eso quiere contar su historia, su versión de todo lo que ha pasado en su casa. "Necesitamos ayuda", suplica esta madre de San Fernando.

Nadie -afirma- ni el Juzgado ni la Fiscalía de Menores ni Servicios Sociales ha conseguido hasta ahora dar una solución al problema que afecta a su hija, una menor que acaba de cumplir 17 años, que se ha fugado varias veces de casa -su madre ha interpuesto varias denuncias de desaparición- y de la que lleva semanas sin saber su paradero. No sabe dónde duerme ni de qué vive... Y, dados los problemas de conducta que arrastra desde hace tiempo, se teme lo peor.    

No se puede hacer nada. Asegura que es la respuesta con la que se ha chocado una y otra vez esta isleña, que se resiste con todas sus fuerzas a dejar que su hija eche su vida a perder. El tiempo juega en su contra. Solo le queda un año para que cumpla los 18 y alcance la mayoría de edad, por eso intenta reconducir como sea la situación. "Yo solo quiero ayudarla, es lo que siempre he querido", afirma. Ha trasladado incluso su caso hasta el Defensor del Pueblo en busca de amparo. 

Los problemas de comportamiento de su hija se remontan atrás en el tiempo. Pero lo que era una actitud rebelde, una niña con mucho carácter, se convirtió en algo más grave al crecer y llegar a la adolescencia. No estudiaba, faltaba a clases, se escapaba del instituto, se burlaba de los profesores, la expulsaban... Empezó a beber, a fumar; primero tabaco y, luego también, marihuana. También -advierte la madre- a frecuentar compañías nada recomendables que enseguida encontraron su más firme rechazo, lo que desencadenó aún más enfrentamientos en la casa.   

La cambiaron de instituto y la llevaron a terapia con un psicólogo que trataba con menores, pero -lamenta- no sirvió de mucho. El comportamiento de su hija fue de mal en peor y la casa, cuenta, se convirtió en un auténtico infierno: les robaba el dinero, les amenazaba, les insultaba e, incluso, llegó a agredir a la madre, que se vio forzada a poner dos denuncias contra su propia hija. 

"¿Sabe lo duro que fue para mí denunciar a mi propia hija?", confiesa. Lo hizo, explica, porque vio que, dado el punto al que habían llegado, era el único camino que le quedaba. Confiaba en que, al tratarse de una menor de edad, con el respaldo legal, con la ayuda de las instituciones públicas, podría reconducir la situación.  

Pero todo empeoró a principios verano, todo se descontroló en la casa. Su hija, que todavía tenía 16 años, empezó a fugarse, a desaparecer sin dar más explicaciones. Cada vez que se marchaba, su familia presentaba una denuncia de desaparición. De vez en cuando volvía, recogía ropa, se duchaba, a veces se quedaba unos días y volvía a marcharse... Y cuando estaba en casa la tensión era cada vez mayor hasta llegar a ser insostenible y derivar en las denuncias por agresiones. 

El Juzgado de Menores de Cádiz acordó incluso varias medidas cautelares durante la tramitación de la causa una vez puesta la denuncia: libertad vigilada con tratamiento psicofamiliar y de deshabituación de tóxicos. Acudía periódicamente a sesiones con una educadora social y al llamado SIMA, el servicio integral para la ejecucion de medidas en medio abierto. 

Apenas las cumplió unos días, dice la madre. "Al juicio, a finales de octubre, llegó con cinco informes negativos de la educadora social y con la propuesta de un año de internamiento en un centro terapéutico que hizo el fiscal de menores", explica. Pero la sentencia absolvió a la menor de un presunto delito de maltrato en el ámbito familiar al no demostrarse que se hubiera dado y le levantó todas las medidas cautelares. No había pruebas de la agresión y todo se redujo a una versión en contra de la otra. Desde entonces no saben a ciencia cierta su paradero. 

"Básicamente, como no ha cometido ningún delito, no ha infringido la ley, no se hace nada al respecto. Pero mi hija necesita ayuda. No es normal que siendo menor no se haga nada, que no se haya tenido en cuenta su historia, que no se sepa dónde está y que se nos diga que ya no se puede hacer nada más", lamenta la madre, que busca desesperadamente ayuda. 

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