"De verdad, lo que le pido a estos chavales es que dejen de hacer el imbécil". Este fue el llamamiento que hizo un portavoz de la Guardia Civil a través de Radio Nacional. En la madrugada del viernes 28 de noviembre, con muy mala mar, naufraga frente a las costas de Chiclana una lancha de contrabandistas que transportaba desde Marruecos unas dos toneladas y media de hachís. El mar escupe fardos. La Guardia Civil recoge 73, pero hay muchos más, los que chocan y se destrozan contra los espigones y las rocas. También escupe el mar dos cadáveres, los de los contrabandistas. WhatsApp arde. Hachís para todos y gratis en la playa de La Barrosa. Esta es la historia de una absoluta estupidez. Decenas de chavales a la caza de una tableta de chocolate mareada por la mar en el distrito de Andalucía con más guardias civiles por metro cuadrado. Resultado: 70 detenidos, un autobús entero camino de Puerto 2.

Desde la Guardia Civil se descarta cualquier paralelismo con un fenómeno que se hizo muy conocido en los años 90, los de los busquimanos de Barbate. "Vamos a ver -explica un agente que vivió de cerca aquellos años-, es que lo que hemos visto esta semana no tiene nada que ver. El busquimano de Barbate, en los años de gloria del contrabando de hachís, estaba institucionalizado y socializado. Formaba parte de una red. Cogía el fardo y sabía dónde entregarlo para recibir dinero a cambio. Utilizaban motos de ruedas muy anchas. El concesionario de motos de Barbate era el que más vendía de toda España. Aquellos busquimanos recorrían la playa y se daban guantás y pedrás con los picoletos. Estos no, estos no saben nada. Buscan hachís para fumárselo y se creen que si encuentran un fardo van a venderlo por 30.000 euros. ¿Quién va a pagar 30.000 euros por un fardo de hachís mareado? Son unos tolais, lo ven como un juego y todo es pura ignorancia".

En Chiclana era conocido El Pelón, un narco histórico. El Pelón controlaba todo alijo que se extraviara en su territorio, entre El Palmar y Camposoto. Si esto sucedía, ponía en marcha a todo su ejército. Sabía dónde colocarlo y cómo cobrarlo. Nada de esto ha sucedido durante esta semana que los guardias civiles aseguran que ha sido "una locura. Era como cazar moscas. Estaban por todos lados. Había que decírselo a los chavales, que qué estás haciendo. Y en algunos casos nos encontrábamos con situaciones absurdas. Un chaval haciendo como que pescaba con una caña sin carnaza y con un par de tabletas bajo el cubo. Pero a quién quieres engañar".

Ana Villagómez es la fiscal antidroga de Cádiz y ha visto pasar a decenas de busquimanos por los juzgados. Reconoce que lo sucedido en Chiclana la ha dejado con la boca abierta. "Lo de Chiclana ha sido algo inaudito y que no encaja en ningún patrón. Son gente muy joven que creo que no sabían muy bien dónde se estaban metiendo. Está castigado y es un delito serio. La pena depende de la cantidad de la que se hayan apoderado. Si no supera los 2,5 kilos es entre uno y tres años y, a partir de esa cantidad, de 3 a 4 años y medio. El delito es igual que para cualquiera al que se le ocupe esa cantidad independientemente de como haya llegado a sus manos y la pena se gradúa dependiendo de la cantidad de droga y las circunstancias personales del autor. El busquimano no tiene un trato de favor, ni mucho menos. Si alega estado de necesidad tendrá que probarlo, igual que cualquiera. Suele ser gente joven por lo general".

El delegado de la Junta en la provincia, Fernando López Gil, trató de comprender lo sucedido achacando a la desesperación el comportamiento. Sin embargo, fuentes de la Guardia Civil consultadas consideran una simplificación este modo de ver los hechos. Para empezar, no todos los detenidos, y son muchos, son 70, tenían necesidad. "Algunos sí, pero otros simplemente acudieron allí, incluso desde Sevilla, con sus buenos teléfonos móviles y con sus vehículo para jugar a cazar el hachís". Para terminar, muy pocos de los detenidos se puede considerar que pudieran tener contactos para colocar la mercancía y convertir su 'hazaña' en dinero.

La avalancha de trabajo que espera a la fiscalía no se veía desde hacía tiempo. El busquimano de los años del chocolate de Barbate formaba parte de un entramado, era un eslabón más de la cadena. Con el tiempo, esa actividad desapareció porque las organizaciones a los dos lados del Estrecho abandonaron el uso de lanchas semirrígidas y las cambiaron por embarcaciones de recreo con dobles fondos. El motivo se encuentra en que se instaló en el Estrecho un sistema, el SIVE, que detectaba el tránsito tanto de contrabandistas como de pateras con inmigrantes. Con ese sistema, los busquimanos de Chiclana han sido atrapados al instante ante la exasperación de la Guardia Civil por la candidez de los detenidos.

La película de Daniel Monzón, El Niño, de un enorme éxito en taquilla, describía el funcionamiento de las mafias del hachís con bastante exactitud, ya que, no en vano, los guionistas habían recibido el asesoramiento de expertos en la materia. Los protagonistas son precisamente unos aficionados, que es ante lo que parece que nos encontramos. Pero la Guardia Civil advierte de que, sean o no sean aficionados los que transportaban la mercancía, "esto no es como en los 90, que si el porte se había perdido, se había perdido. Ahora esos negocios están mucho más estructurados. Ya no se trata de que te cojan y te pases un tiempo en el calabozo y te enfrentes a una pena de cárcel. Se trata de que si te quedas con la mercancía de alguien, ese alguien va a querer recuperarla". Y, como aparecía en la película de Monzón, te lo pueden hacer pagar de muchas maneras.

El portavoz de la Guardia Civil que pedía en Radio Nacional a la gente que dejara de hacer el imbécil explica que "es que, de verdad, ya no sabía qué decir. Era un llamamiento a la desesperada. Lo que hemos vivido ha sido una locura colectiva. Espero que se aprenda la lección de una vez".