Batalla contra el Coronavirus

El ‘cero’ más alentador para Villaluenga

  • Los vecinos no bajan la guardia pese a que llevan semanas sin ningún contagio. Tienen libertad de movimiento, pero la mayoría ha optado por autoconfinarse para no arriesgar

Una vista de una calle este jueves, solitaria de vecinos, muchos autoconfinados.

Una vista de una calle este jueves, solitaria de vecinos, muchos autoconfinados. / Antonio Benítez

Nadie. Cero contagios. Un rosco como una catedral de grande para Villaluenga del Rosario aparece cada día, desde hace varias semanas, en las celdas que dibujan las estadísticas del Covid que manejan las autoridades sanitarias andaluzas. El cero más esperado jornada a jornada. Eso significa que el ‘bicho’ sigue sin asomar sus garras en esta tercera ola de la pandemia en la población más pequeña de la provincia gaditana, con 455 almas censadas. Nadie está contagiado a día de hoy en una de las cunas del queso artesanal. Sus habitantes tienen libertad de movimiento para entrar y salir del pueblo, teniendo en cuenta que en la Sierra hay 14 localidades con cierres perimetrales. La actividad no esencial puede seguir adelante en contraposición a otras poblaciones, también, de la comarca. En definitiva, vecinos afortunados los de este pueblo, el único de toda la provincia sin una baja de enfermedad por el Covid-19, en los últimos 15 días.

Sin bajar la guardia ni un segundo. Pese a estos datos tan optimistas, nadie echa las campanas al vuelo. Hay miedo y experiencia de ver cómo el virus se coló entre octubre y noviembre pasado en las casas, dejando un balance de 16 infectados, que trajo de cabeza al Ayuntamiento y los vecinos. “Ahora parece que estamos respirando un poquito. Hemos estado asustados con los 16 casos. Y lo seguimos estando. Aquí todos somos como una familia y a todos nos afecta esto del virus”, explica Antonia Séllez, presidenta de la Asociación de Mujeres La Amapola.

Autoconfinados. Las calles de Villaluenga se caen de silencio al llegar las primeras horas de la tarde. Los cierres perimetrales entre provincias y municipios afectados, con incidencias por encima de los 500 casos por 100.000 habitantes, han dejado vacío de visitantes al municipio. “Por la mañana, la gente de aquí va a la compra o está ocupada. Pero cuando salen los niños del colegio entra una sordera en el pueblo, no se escucha nada, todo es silencio”, explica Antonio Benítez, conocido por los locales y los de fuera como el ‘Muni’, el único policía local del pueblo, que lleva más de 37 años de servicio.

Una de las calles del pueblo, este jueves. Una de las calles del pueblo, este jueves.

Una de las calles del pueblo, este jueves. / A. Benítez

“Los habitantes de Villaluenga del Rosario pueden gozar de libertad de movimientos, pero son muy responsables y se quedan en casa. Media la suerte que no tengamos, a día de hoy, ningún contagio en plena tercera ola. También cuenta la actitud de mis vecinos, que cumplen las normas. Somos conscientes de que hay que tener a raya al Covid, teniendo en cuenta que existe un 40% de población mayor y vulnerable”, expone el alcalde de la localidad, Alfonso Moscoso. El regidor no esconde el temor que asoló a la gente cuando el virus cabalgó después del puente del Pilar por el pueblo. “Fueron días muy malos, que nos quitaron el sueño. De no tener casos, a 16. Tuvimos una sensación de que el descontrol del virus nos superaba”.

Actividad. La hostelería puede seguir abierta en este pueblo, cumpliendo con la normativa vigente de restricción de horarios, pero la falta de turistas de la provincia de Cádiz, Sevilla y Málaga ha desanimado a los negocios. Sin embargo, el hostelero Cándido González se ha liado la manta para abrir, con la que está cayendo, un mesón taurino en la plaza de toros del pueblo. “Miedo se tiene, pero hay que seguir adelante”, confiesa.

El propietario del mesón taurino, que abrió hace un mes sus puertas. El propietario del mesón taurino, que abrió hace un mes sus puertas.

El propietario del mesón taurino, que abrió hace un mes sus puertas. / D.C.

El impacto de las restricciones de la movilidad en otros puntos se nota y mucho, también, en los alojamientos rurales. “Aquí vivimos del turismo y las criaturas que tienen sus casas de alquiler tiran como pueden ahora. En Navidad, hubo movimiento. Pero todo se ha frenado”, comenta otra vecina.

La industria quesera. Como en un castillo de naipes si no hay turistas las ventas de quesos se caen. “Tenemos dos tiendas y una de ellas, la que abrimos los fines de semanas, la hemos tenido que cerrar. No hay visitantes y no se vende”, dibuja Diego Olmos, propietario de la Quesería La Covacha. Y es que la producción quesera continúa pese a ello ya que no se puede desaprovechar la leche y dejar en la ruina a las decenas de ganaderos locales. Así que el sector opta por quesos madurados, que mantienen en sus instalaciones, a la espera de poderlos vender cuando se pueda. “Invertimos sin obtener beneficios. Es un riesgo, pero esperemos que todo esto levante y podamos vender”, se anima Olmos.

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