Provincia de Cádiz

"Mi delito fue irme sin avisar a nadie"

  • Jenaro Jiménez relata en un juicio por una estafa de 47.000 euros que el día que desapareció intentó quitarse la vida y que su marcha a Paraguay no fue premeditada · Asegura que parte del dinero se la quedó su socio

"A veces se cometen actos bajo presión". Jenaro Jiménez explicó ayer ante el juez que su huida a Paraguay no fue algo premeditada. Pese a considerarse un hombre racional afirma que tiene un lado temperamental. Y ese pronto es el que hizo que cogiera un taxi con destino a Gibraltar y sacara un billete para el primer vuelo que salía para América Latina. Se fue sin avisar tanto que ayer dijo que su delito fue "marcharme sin decírselo a nadie".

Jenaro contó por primera vez en un juicio lo que hizo aquel 13 de abril de 2008 en el que desapareció y en los días previos. No en vano el juicio era por la desaparición de un dinero, 47.000 euros, que cobró a un concuñado suyo dos días antes en concepto de señal de un piso. Para la Fiscalía se trataba de una estafa y apropiación indebida.

Jenaro relató que su cabeza era una olla a presión. ¿Razones económicas? No, sentimentales. Explicó que tenía problemas con la que entonces era su esposa, que nadie corroboró, y que, incluso, dudaba de la paternidad de la hija que estaba esperando. Que todo eso se lo come y que al único que le confiesa esto es a un amigo que se encuentra en Málaga. "¿Y por qué no se separó como hace la gente?", le pregunta el fiscal. Ahí es cuando Jenaro dice que "a veces se cometen actos bajo presión".

La sorpresa de su declaración es que la huida fue un plan B, porque el A fue el suicidio. "Me fui a Tarifa y me puse insulina para matar a un caballo". Su idea era sumergirse en el agua con el traje de neopreno y que ahí le llegara la muerte pero ahí no pasaba nada, tanto que "me aburrí de esperar" y se fue para la superficie.

Tenía miedo y se vistió. Decidió coger el dinero que tenía en su vehículo particular, según él, unos 14 ó 15 mil euros de los 47.000 que cobró a su ex concuñado más otros 4 ó 5 mil que sacó de las tarjetas que tenía el día anterior, y pidió un taxi para irse a Gibraltar, nada de bicicletas.

Al fiscal no se le pasó por alto un detalle y es que una persona que se va a suicidar al día siguiente no hace esas extracciones de dinero ni deja semejante cantidad en metálico en el coche, ni tampoco lleva un pasaporte. ¿Y por qué se marcha en taxi y no en su propio vehículo? Porque después de la insulina que se había metido en el cuerpo le daba miedo que el problema le diera conduciendo.

Y pese a todo lo que se ha dicho en torno a su persona, también negó que tuviera problemas económicos y que huyera por las deudas contraídas.

Pero el quid de la cuestión, lo que se enjuiciaba ayer era la presunta estafa a su familiar por valor de 47.000 euros.

Jenaro se marcha un domingo, pero el viernes queda con su familiar, Francisco C., para cerrar la compraventa de uno de los pisos que se iba a construir en la avenida Marconi en una promoción de la empresa Emblematic Houses, de la que él era accionista en un 50% junto a otro socio, Carlos E.

Todos los testigos coincidieron con matices que Jenaro recibió de Francisco C. en la mañana de viernes 11 de abril un cheque a su nombre y no al de su empresa como tenía intención el pagador, por valor de 47.000 euros y que éste fue cobrado en la ventanilla del banco. Incluso que Jenaro llegó a la oficina y comunicó a un empleado que había encontrado un sitio perfecto para guardar los billetes, porque una semana antes había desaparecido dinero. Hasta que los dos socios se pusieron en contacto telefónico, aunque aquí ya empiezan a variar las versiones.

La clave es qué pasó con ese dinero. La cantidad se dividió en dos. Una, en 15 mil euros que se queda Jenaro porque, según él, la empresa le debía dinero por diversas tareas encargadas como derribos y otros. La otra, 30.000 euros aproximadamente, iba a ser entregada a Catalina B., la primera propietaria del piso que compró Francisco C. Esta operación se hace sin resolver antes el contrato de Catalina, aunque tanto Jenaro como Carlos coincidieron en que el lunes se había citado a la anterior propietaria para pagarle esa cantidad.

El comprador y familiar del acusado no tenía ni idea de esta circunstancia: "Si llego a saberlo, no me meto de ninguna de las maneras. Confiaba plenamente en lo que él me decía", declaró. Al final de todo, de quedarse sin dinero, sin piso y sin nada llegó a una conclusión: "Me habían dado coba". Catalina B. tampoco corrió mejor suerte.

Si realmente el dinero lo recibió Carlos E. de manos del propio Jenaro, tal y como defendió el propio acusado y que después fue corroborado por un testigo, común amigo de los dos socios, o se lo quedó el acusado es la 'x' de la ecuación.

El amigo común se casaba ese mismo día en los juzgados del Estadio y tenía como padrinos a Jenaro y Carlos. El primero se excusó y el segundo sí fue. Posteriormente se marchó a San Fernando a almorzar con los recién casados. Según el testigo, después de la comida en la que Carlos habló varias veces por teléfono móvil, lo acercó a Cádiz para que recogiera su coche. En el aparcamiento vio que se encontró con Jenaro y que recibió un sobre "de color amarillo o sepia". ¿El contenido? "Ni idea". Carlos E. negó la mayor, que se encontrara con Jenaro y mucho menos que recibiera dinero alguno.

El fiscal sigue viendo que hay indicios claros de estafa y de apropiación indebida. Cree que había engaño previo porque tiene claro que había decidido huir a Paraguay un tiempo antes. No se tragó lo del arrebato. Pide un año y medio de prisión. La acusación particular lo eleva a cuatro años y la otra dijo que creía que Carlos E. también debía estar en el banquillo. La defensa pide la absolución y si algo se puede valorar es la apropiación indebida, "pero la perjudicada sería la sociedad". Y si se estima la estafa, la mínima que contempla la ley.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios