Ocio en plena pandemia

La movida clandestina

  • Esta semana han caído varios bares por estar abierto de madrugada

  • La picaresca de clientes y empresarios hosteleros está a la orden del día

En la calle Muñoz Arenillas de Cádiz la Policía Local cerró un par de locales esta semana por permanecer abiertos más allá de la una de la mañana.

En la calle Muñoz Arenillas de Cádiz la Policía Local cerró un par de locales esta semana por permanecer abiertos más allá de la una de la mañana. / Lourdes de Vicente

A la una se rompe el hechizo. Chas, y la nueva normalidad se hace añicos. El runrún de las conversaciones se apaga y el traqueteo de las barajas de los bares al caer se adueña del silencio de la noche. El mismo camarero calvito con aire jovial que te ha ofrecido la última copa a menos veinte se transforma en un sieso manío y a menos cinco te planta en la mano un vaso de plástico. Vamos a cerrar amigo. Pero ¿no me has dicho que podía tomarme la última porque hoy ibais a hacer la vista gorda? No puede ser, la pasma está al loro y se nos cae el pelo. A tí difícil colega, le digo impertinente. Po anda que a ti, me contesta el tipo. Tuché. Ea vámonos que nos vamos. Yastoyyoenmicasa. Como si fuera una Cenicienta canaria. A la una se rompe el hechizo.

Al caer, muchas barajas echan el cerrojo. Otras no. Es duro vivir en la clandestinidad, pero emocionante también. La nueva resistencia. El estado policial que ha propiciado el virus mamarracho este confina a la población de cualquier edad al sonar la una. Eso de y nos dieron las tantas parece reservado a canciones de Sabina. Malos tiempos para los golfos. Y para los jóvenes. Y para los empresarios hosteleros. Malos tiempos para todos.

“La noche está complicada”, dice un agente de la Policía Autonómica que patrulla junto a otros compañeros por los bares de la provincia cuando se va la luz. La pandemia empieza a pasar factura. “La gente no suele reaccionar mal, pero sí es verdad que esto va a ir in crescendo. Las restricciones están durando mucho tiempo y la gente sigue queriendo salir a hacer lo que le da la gana, cada vez más. Y del tema de las mascarillas ya ni te cuento, ponemos 80 o 90 denuncias cada noche. Está la cosa complicada por parte del público y también por los hosteleros, que entiendo que quieran ganar algo de dinero en un momento de crisis”.

Cada noche caen garitos que juegan al no me pillas. Colocan vigilancia en las esquinas por si aparece la poli y hay que soltar un cucurrucucú paloma. Es la ley seca versión 2.0. Claro que aquí no están Capone y compañía. Tampoco Eliot Ness, aunque de madrugada por algunas calles hay un tufillo que despierta las pituitarias de los agentes más espabilados. “Cuando nos pegan el soplo de que fulanito se está marcando un cotidiano esta va a ser mi gran noche lo vigilamos de cerca. No hay música, no hay luces, pero sí todo lo demás, alcohol, tabaco, gente sin mascarilla… Es un completito”, nos cuenta otro agente.

La escena se repite en muchas localidades de la geografía nacional. En Cádiz también. Hay chavalas. Of course. Si no hay guapas todo resulta más aburrido. Pero la poli dice que predominan los tíos. “Nos encontramos a gente joven pero también a mucho cincuentón que no se resigna a que los tiempos han cambiado. El Buri y el Bao-Bac cerraron hace tiempo chaval”. Pero ellos le siguen pegando al whisky. Han pasado del DYC al Johnny negro, pero, en esencia, el ritual es idéntico. Sábado night, marcha, copas, tabaco, una visitita al baño de caballeros cada media hora. “Joder con la próstata”. La próstata. Sí, sí, la próstata. Algunos incluso vacilan a esos colegas pardillos que a la una están roncando con los angelitos y cuentan su entrada en el nuevo hampa de la señorita Pepis como si hubieran robado un banco suizo. “Te acuestas a la una porque quieres. Ja, a la una me voy a meter yo en la cama... Anda ome. ¿Ha vuelto la mili, estamos en Corea del Norte? A la una le pego yo un telefonazo a fulanito, que lo conozco de tomarme copas en su local de to la vida. Cucha, que voy pa allá. Y en cinco minutos está el tío en la puerta. Clin, clon, clon, clan. Cuatro golpecitos flojitos a la baraja. Con el nudillo del dedo índice, tampoco hay que pegarle como si fueras a levantar el paso del Perdón ni gritar listolosdeatrás. Una cosita comedida. ¿Se puede? Paentro. Y allí… ohh… el paraíso. Un bar joder, un bar abierto hasta las tantas. A oscuras. Lo justo para vernos las caras. Las cara sí, al carajo las mascarillas. Que no somos el Doctor House. A los guapos lo de las mascarillas es que nos revienta. Te lo digo. Te vas a la cama temprano porque eres un chufla”.

Y otra cosa no, pero chuflas hay en todos sitios. Hasta en Cádiz. La cuna de la libertad. Esta pasada semana la Policía Local cerró dos bares en Muñoz Arenillas por pasarse de listos. Tanta baraja para arriba y para abajo mosquea al más pintado. Esto no es un casino compadre. Esto es Muñoz Arenillas, la antigua calle del Dolor de Pies. Y con el oído que tienen los vecinos de la zona. Lo de los delfines a su lado es cosa de chiste oiga. Y el olfato. Están fumando Ducados en el McDonald, Paco. Esa no es nuestra jurisdicción, Mari. Ponte el antifaz y sigue durmiendo.

En resumen, que las noches de bohemia y de ilusión son cosas del pasado. En Jerez también cayó otro bareto con ínfulas de rebelde esta semana. La Policía Autonómica se ocupó del closed sin dilación. “Es nuestro trabajo. No se ponen bordes, ni los clientes ni los dueños. Nosotros nos intentamos poner en su lugar, pero es que estamos en una situación de emergencia sanitaria y no puede haber 50 personas en un recinto cerrado fumando, sin mascarillas y sin respetar la distancia de seguridad. Es lo que hay de momento y hay que aceptarlo”.

Ya vendrán tiempos mejores. O no.

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