narcotráfico

El parásito se hace fuerte

  • Los traficantes de droga han levantado un imperio en La Línea, donde la Policía Nacional y la Guardia Civil intentan combatirlos en clara inferioridad

Concentración en La Línea por la muerte de un policía local fallecido mientras perseguía a narcos.

Concentración en La Línea por la muerte de un policía local fallecido mientras perseguía a narcos. / erasmo fenoy

"Un día te insultan y no pasa nada. Otro te tiran piedras y tampoco hay consecuencias, así que al día siguiente te tiran piedras más grandes. Después llegaron las embestidas con los todoterreno y los intentos de atropello, y tampoco pasa nada. El resultado es que se sienten impunes. Y nosotros sentimos mucha impotencia". Así resume uno de los policías nacionales destinados en La Línea de la Concepción la escalada de violencia que el pasado martes desembocó en el asalto al hospital de una veintena de encapuchados para liberar al narco Samuel Crespo, que acababan de detener y que estaba siendo atendido.

Los narcotraficantes cruzaron el martes una línea roja. Otra más, remarcan los cuerpos policiales. Es un hito más en un camino que ha dejado escenas como el apedreamiento de guardias civiles y policías cuando intentaban abortar alijos, varios intentos de atropello, una paliza a un guardia civil cuando se dirigía a su puesto de trabajo vestido de paisano y la trágica muerte del policía local Víctor Sánchez cuando perseguía una motocicleta cargada con tabaco. Eso es lo que ha trascendido a la opinión pública, pero los insultos y agresiones son el pan nuestro de cada día de los cuerpos de seguridad. "Hemos llegado a un punto en el que cuando estamos haciendo cualquier labor diaria, como una identificación, en ciertas zonas tenemos que tener un ojo en que no nos llegue una piedra", dice un agente. La intimidación ha llegado incluso en casos a la vida personal: "Un narco se ha llegado a encarar con un agente en un centro comercial cuando iba con su familia".

La impunidad de los narcos los lleva a acosar a los agentes en su ámbito familiar

¿Cómo se ha llegado a este extremo? "Las nuevas generaciones de narcotraficantes son más violentas", resumen los agentes. La Línea tiene una larga historia de lucha contra el tráfico ilegal que comenzó con el contrabando de tabaco y tiene ahora su principal objetivo en el hachís, cada vez a mayor escala. Pero en ese cambio ha habido también una evolución en el perfil del traficante: si los llamados gayumberos intentaban pasar desapercibidos y tenían cierto respeto por la autoridad, los narcos actuales hacen gala de serlo -"van vacilando por la calle"- y han dado un salto violento en el que no respetan nada, "ni siquiera la vida". "Si antes interceptabas un alijo y cogías al narco este se tiraba al suelo, en cierto modo decía, 'vale, esta vez habéis ganado'. Pero ahora hacen lo que sea para evitar que los cojan y sacar adelante el alijo". Por eso de un tiempo a esta parte han cambiado su modus operandi: a cada cargamento van varios todoterreno y el primero de ellos se encarga de abrir paso: su objetivo es embestir a los policías si los encuentra en el camino para inutilizar sus coches. Otro ejemplo que refleja esa mentalidad más violenta es el hecho de que los narcos lleven ahora pistolas en las embarcaciones, algo que no era habitual. O los cinco kalashnikov que se encontraron el pasado año en el Campo de Gibraltar, un arma considerada "de guerra" y que relacionan con la llegada de narcos de otras nacionalidades.

No les frena siquiera la posibilidad de acabar en la cárcel. Las asociaciones y sindicatos policiales critican que las penas que se les imponen son bajas. En el caso del guardia civil al que le dieron una paliza, los detenidos por los hechos fueron condenados a 18 meses de prisión, pero eludieron la cárcel tras pagar cada uno 3.000 euros de fianza. También fue muy criticada la puesta en libertad el Messi del hachís, Abdellah El Haj, considerado líder de la mayor organización criminal de tráfico de hachís que opera en España a través del Estrecho de Gibraltar y que quedó en la calle tras pactar con la Fiscalía su entrega voluntaria y pagar 80.000 euros de fianza.

"Así es normal que cunda el desánimo", destaca el secretario de la Asociación Unificada de la Guardia Civil en Cádiz, José Encinas. Desde el Campo de Gibraltar se reclaman personal y medios. Y que lleguen para quedarse, pues tras la muerte del policía local hubo un refuerzo en La Línea, pero a los tres meses "ya no quedaba ninguno", se queja el portavoz del Sindicato Unificado de Policía en el municipio, Javier López.

"Las necesidades han cambiado" en una comarca que tiene una serie de singularidades que atender: la frontera con Gibraltar, una prisión, un Centro de Internamiento de Extranjeros, el mayor puerto del país, la creciente presión migratoria que suponen las pateras y, además de todo ello, el peso del narcotráfico en una costa vecina de la de Marruecos, el mayor productor de hachís del mundo. Al final, los efectivos que quedan para atender la calle, para seguridad ciudadana, "son los mínimos", advierte López.

El SUP calcula que harían falta al menos 300 policías más para el Campo de Gibraltar; la AUGC reclama 500 guardias civiles más para Cádiz, de los que la mitad serían para la comarca. Así podrían solventarse algunas de las incongruencias que detectan los sindicatos, como el hecho de que no haya una Unidad de Prevención y Reacción (UPR) en La Línea, cuyos policías no tienen medios antidisturbios. Pero también crear y reforzar grupos de investigación que ataquen al narcotráfico por otros flancos, que permitan descabezar las organizaciones en lugar de detener solo a los escalones más bajos de ellas.

La falta de medios empieza en lo más básico: faltan chalecos antibalas individualizados, los vehículos son antiguos y no aptos para perseguir por la playa los coches de alta gama que usan los delincuentes... Y al pasar a otra clase de medios ya no hay comparación posible: hace unas semanas la Policía Nacional desmontó un sistema de contravigilancia con radares y antenas utilizado por múltiples organizaciones. Las narcolanchas son mucho más rápidas que las embarcaciones de la Guardia Civil y las multiplican en número. Es frecuente que haya solo una patrullera de la Benemérita en alta mar, que puede encontrarse 15 o 20 narcolanchas esperando. Algunas sirven de señuelo, otras están cargadas y la imposibilidad material de hacerles frente es evidente. Además "si surgen pateras tenemos que dejar el servicio, porque la prioridad es el servicio humanitario".

Mientras tanto los agentes se enfrentan a la llegada de entre 7 y 10 embarcaciones diarias a La Línea, y cada una puede portar entre 2.500 y 3.000 kilos de hachís. Las aprehensiones han aumentado, pero el narcotráfico crece cual hidra de siete cabezas, perciben los que luchan contra él. Un cálculo estima en 16 las organizaciones que se han asentado en el Campo de Gibraltar; en La Línea se han multiplicado los grupos dedicados al tráfico de hachís.

"Si hace un tiempo sabíamos dónde buscar la droga ahora podemos encontrarla en cualquier sitio de la ciudad", asegura un policía linense. Es un síntoma más del auge del narcotráfico, que ya ha ocupado barrios enteros pero ahora se extiende por la ciudad. "En el entorno de la playa del Tonelero hay un porcentaje muy importante de vecinos que viven de esto. Si llegas a interceptar un alijo surgen 100 personas para impedírtelo. Estamos en desventaja siempre".

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios