Provincia de Cádiz

El 'pelotazo' andaluz de los Pujol

  • Oleguer Pujol, benjamín de los Pujol Ferrusola y furibundo independentista en su juventud, hizo fortuna vendiendo apartamentos turísticos como residenciales en San Fernando

Cuando en 1992 la empresa Parques Urbanos, dedicada a la construcción de centros comerciales, empezaba a levantar en San Fernando un ambicioso proyecto que se llamaría Bahía Sur, el más pequeño de los hijos del matrimonio formado por el entonces presidente de la Generalitat y hoy evasor fiscal confeso, Jordi Pujol, y Marta Ferrusola, Oleguer, era un furibundo independentista que, acompañado de algunos amigos de la alta burguesía, niños ricos como él, quiso aprovechar la celebración de los Juegos Olímpicos para dar voz al movimiento Freedom for Catalonia. Fue la primera vez que le investigó la Policía. Ahora le siguen investigando, pero por motivos muy diferentes.

El tiempo haría que ese muchacho rebelde y el parque comercial que se construía en Andalucía mientras él agitaba las senyeras se unieran para materializar un fabuloso negocio: vender apartamentos turísticos como residenciales.

El Oleguer radical se calmó en cuanto aprendió a ganar dinero y rápidamente pasó de los ideales a las ideas luminosas. Metido en negocios de bancos de inversión y proyectos inmobiliarios, dotado de una magnífica cartera de contactos, Oleguer Pujol apareció por San Fernando en 2003, tras la quiebra de Parques Urbanos, para comprar a golpe de talonario todo el complejo inmobiliario que rodeaba al parque comercial. ¿Por qué en San Fernando? Nadie lo sabe, pero sí se sabe que Oleguer es un hombre de olfato empresarial y que posee buena información. Conoce a muchos empresarios y a muchos políticos y todos le deben algún favor.

Oleguer no vino solo, sino en compañía de un socio, Elías Rodríguez Viñas, y representando a un fondo de inversión británico, Cargill, que adquiría las propiedades a través de otra sociedad, Legar Company. Se hicieron de una sola tacada con la propiedad de cerca de 300 apartamentos de uso turístico y, a partir de ese momento, empezaron a venderlos todos, uno a uno, a buenos precios con contratos que eran interpretables. Y así, muchos compradores interpretaron que compraban apartamentos de uso residencial, es decir, para vivir todo el año. Los primeros compradores adquirieron apartamentos al magnífico precio de 48.000 euros y Pujol, años después, terminó por colocarlos a 120.000 euros, otro gran precio de los años de la burbuja... si fueran residenciales. "El beneficio en plusvalías fue brutal", cuenta un antiguo trabajador que se dedicaba a la gestión turística del complejo, que incluye un hotel que sigue bajo el control de Rodríguez Viñas. Sin embargo, Pujol nunca quiso tener nada que ver con el hotel ni con la gestión turística. Tampoco con la gestión directa ni el día a día de los apartamentos. Él era el vendedor. "Es un escriturador. Y muy bueno, por cierto. Una persona de una gran amabilidad que sabía para lo que estaba allí. Su negocio no era el turismo, su negocio era vender y tenía contactos en todas partes para hacerlo. Gran parte de los compradores que venían de fuera los trajo él", afirma este trabajador.

La estrategia de Oleguer Pujol no podía fallar y, por ello, fue aún más ambicioso. Decidió recomprar 40 bungalós que quedaban de remanente de la operación de Cargill y esta vez lo hizo con su propia sociedad, Drago Capital, sin contar con su socio Rodríguez Viñas, lo que, según cuentan trabajadores del centro, supuso la ruptura entre ambos.

Que esta serie de operaciones provocara unos problemas que, a día de hoy, siguen existiendo, era algo que ya no preocupaba a Pujol. Desde el Ayuntamiento se quiso sancionar varias veces a las sociedades que gestionaban el complejo por no cuidar debidamente las instalaciones, según recuerdan fuentes municipales de la época. Además, el uso turístico para el que estaban pensados los apartamentos no se ha cumplido en muchos casos y, de hecho, ya existe en Bahía Sur una comunidad de vecinos muy unida que defiende el uso residencial de los apartamentos, con lo cual no se lo entregan al hotel en fechas turísticas para que se gestione su explotación.

Es muy improbable que hubieran podido vender viviendas residenciales a esos precios y lo que es seguro es que el pequeño de los Pujol no hubiera podido colocar en el mercado a la velocidad que lo hizo y justo antes del estallido de la burbuja estos apartamentos si hubieran quedado delimitados como de uso turístico. De l mismo modo, tampoco hubiera podido ser tanto el margen de beneficio. Pero es que Oleguer Pujol, ya desde muy pequeño, ya en los tiempos de su furibundo independentismo, siempre demostró ser un chico muy listo. Casi tan listo como su padre.

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