La inmortalidad del hombre-lobo

El escritor y filósofo Hermann Hesse se mantiene como el autor más leído en lengua alemana · La pintura fue otra de sus facetas artísticas que cultivó de manera autodidacta como terapia contra la depresión.

La inmortalidad del hombre-lobo
La inmortalidad del hombre-lobo
Marina Rivero / Granada

09 de agosto 2012 - 11:00

"Los grandes de hoy mañana estarán caducos". Estas fueron las palabras del que se considera el escritor más leído en lengua alemana, Hermann Hesse, quien a pesar de su sentenciosa declaración, cincuenta años después de su muerte sigue siendo recordado. Seguramente porque el reconocimiento más notable llegó tras su fallecimiento un 9 de agosto de 1962, ya con el Nobel ganado. Clara demostración del desprecio a la obra de Hesse por parte de algunos de sus coetáneos fue la nota necrológica que el periódico alemán Die Zeit publicó en su muerte: "Ya no se podía ganar ni una maceta". Lamentable desaire del rotativo especialmente al conocer la costumbre germana de emplear este objeto como algo inútil o inservible.

La poca visión de futuro del periódico quedó patente cuarenta años después cuando la empresa Suhrkamp, encargada de la publicación de las obras del autor alemán, hizo justicia con humor sobre lo dicho por Die Zeit: "La editorial Suhrkamp no ha ganado con nadie más macetas que con Hermann Hesse".Y es que la tirada de la obra del escritor germano-suizo, asciende a 125 millones de ejemplares traducidos en sesenta idiomas.

Probablemente, la clave de su éxito radique en la atemporalidad de las preocupaciones que demuestra. La búsqueda del propio yo y la realización personal tan presentes en sus obras mantienen hoy día su vigencia. El corpus del célebre escritor suizo navega entre el individualismo rebelde y el convencionalismo burgués, una lucha antropológica con un claro protagonismo en la historia de la humanidad de los últimas décadas. Por eso no es de extrañar que aunque tardía, la llegada de Hermann Hesse al otro lado del charco fuera del todo exitosa. El movimiento hippie adoptó sus reivindicaciones influido también en parte por el florecimiento del misticismo oriental.

El creador de novelas mundialmente reconocidas como El lobo estepario, Sidharta o Demian, destacó por un pensamiento profundo basado en el autoanálisis que dejó al descubierto una personalidad compleja y un transcurrir desgraciado. "La vida es un paseo por el infierno, un paseo lleno de angustias a veces y otras animoso, a través de un mundo psíquico en tinieblas", llegó a escribir. Pocos fueron los ratos animosos de Hesse: su estancia en un manicomio durante la adolescencia, la muerte de su padres, la enfermedad de su hijo Martin o la esquizofrenia de su primera esposa influyeron sobremanera en su visión del mundo, aquejada aún más en periodo de entreguerras. Durante el primer gran conflicto bélico del siglo XX, la I Guerra Mundial, Hesse fue tachado de traidor por la prensa germana tras la publicación en 1914 de un artículo con carácter pacifista en el que instaba a los intelectuales alemanes a ignorar las disputas nacionalistas.

Casi tres décadas después, su moral limpia de carga ideológica le llevó a ser considerado escritor non grato durante el III Reich. Pasado un año desde su caída, en 1946, la academia le proporcionó el Premio Nobel con una clara intención compensatoria.

Pero Hesse terminó encontrando una válvula de escape a la oscuridad de su mundo. Cumplidos los cuarenta años, la pintura imprimió de color la vida del artista que encontró en la faceta artística el camino hacia la pasión. Esa misma pasión, tempranamente autodidactica aunque cultivada de manera tardía, dio lugar a 3.000 acuarelas de temática principalmente paisajísticas en las que plasmó la belleza de su "patria chica", Montagnola, en el cantón suizo del Tesino, donde terminó sus días. Con motivo del cincuenta aniversario de su muerte en 1962, el Museo de Arte de Berna y el Hermann Hesse de Montagnola presentan una retrospectiva de su obra pictórica cuyo simbólico título es Sobrevolando fronteras.

Cinco décadas después de su muerte, la novela, poesía y pintura del nobel suizo permanece viva mientras continua sobrevolando las fronteras del conocimiento universal. En definitiva y a pesar de lo que digan, la rica herencia hessiana ha plantado y regado muchas macetas.

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