El cómic de 'The Walking Dead' frente a la serie de TV: parecidos y diferencias
Análisis
Se publica en España el tomo número 30 de la saga de cómics de Robert Kirkman, que goza de mucha mejor salud que su versión televisiva
"¿Cuántas horas al cabo del día pasas viendo la televisión? ¿Cuándo fue la última vez que cualquiera de nosotros hizo algo de verdad para conseguir lo que quería? ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que cualquiera de nosotros necesitó algo de lo que quería? El mundo que conocíamos ya no existe".
Este prefacio siempre ha acompañado a Los muertos vivientes en todas las contraportadas desde el número 1, que fue publicado por Planeta en 2005.
Tras la reciente publicación del tomo 30 en España, con el prometedor título Nuevo orden mundial, son ya 14 años de supervivencia, una píldora de 134 páginas cada seis meses.
Dos tomos al año que millones de aficionados en el mundo esperan como agua de mayo. La genialidad llegó como inspiración precisa a Robert Kirkman en el año 2003, cuando se alió con el barroco y oscuro dibujante Tony Moore para darle vida a los tres principales personajes, el agente de policía Rick Grimes, su hijo Carl y el repartidor de pizzas de origen asiático Glenn.
Ya con Charlie Adlard a los lápices desde el número 7, empezaron a llegar los otros pesos pesados de la epopeya: la siempre luchadora Maggie; Andrea y su hermosa cicatriz; el profesor de Ciencias bobalicón Eugene; y, por supuesto, Michonne, el personaje más icónico del lado de los buenos, una mujer atormentada y misteriosa que tiene una increíble habilidad para cortar cabezas con su inseparable katana y que vivirá un momento relevante en su vida en este tomo 30.
Las tramas han sido casi todas apasionantes, siempre llevando al lector hasta el punto climático como el gondolero que dirige a los enamorados por Venecia.
Rotura de la expectativa, giros inesperados de guión, secuencias en viñetas alucinantes repletas de violencia descarnada (el uso del blanco y negro es un buen amortiguador, porque en color serían casi insoportables algunos dibujos)… Entonces, si el cómic goza de buena salud a pesar de su longevidad, ¿por qué la serie hace aguas?
Ser infiel al original (a partir de aquí, hay spoilers de los tebeos y de la serie de TV)
Uno de los grandes errores de la serie de AMC, que va ya por su novena temporada, es haberse creído que el factor eran los personajes y no las tramas.
Se ha demostrado que las líneas argumentales que se han respetado casi al cien por cien han sido las más celebradas: la historia de la cárcel, la situación en la granja de Hershel, el enfrentamiento con el Gobernador... El arco de Negan ha tenido altibajos: empezó espectacular con la espeluznante ejecución de Glenn (nunca un personaje se presentó dando tanto miedo, dejando noqueado al lector como si hubiera recibido un derechazo de Mike Tyson), pero se hizo demasiado largo plasmando la Guerra con los Salvadores. Otras tramas no aparecidas en el cómic, como la de Terminus, hizo que la cuarta temporada fuera soporífera.
Además, la serie se ha cargado antes de tiempo a personajes importantes del tebeo, como Andrea, a la que mordió un zombi al final de la tercera temporada, o el mismísimo Carl, que sigue vivo en el cómic. Eso sí, acertaron con la creación del personaje de Daryl, que no sale en las viñetas y lleva años siendo uno de los personajes más populares de la serie, sobre todo en el sector femenino.
Mención aparte merece la vertiente sentimental. Si en los cómics está bien traída su relación con Andrea (la rubia que dispara mejor que Harry el Sucio siempre se llevó bien con Carl), en la serie está metido con calzador su affaire con Michonne.
Factor tiempo
Un tomo de Los muertos vivientes se tarda en leer un par de horas (o un poco más si te recreas en el arte de Adlard). Para ver una temporada completa de TWD, hay que echarle más de 15. Esa diferencia, en una sociedad saturada de series por la guerra entre plataformas de streaming, es clave.
Existe una burbuja de ficción audiovisual que algún día podría explotar en sus televisiones smart. Por eso, las series más vistas últimamente son las que tienen pocos capítulos, como las españolas Mira lo que has hecho, Gigante, Arde Madrid o La Peste. Es el modelo True Detective.
Sobredosis de personajes
Hay otro problema: un tebeo coral puede funcionar. De hecho, la Liga de la Justicia, los Vengadores, los Cuatro Fantásticos o el mismísimo Capitán Trueno han vivido sus respectivos clímax en guerras interestelares o medievales con muchos héroes enfrentados a muchos villanos (la guerra Kree-Skrull que llega al cine con Capitana Marvel; La Guerra del Infinito; Secret Wars; Civil War…). En la tele es más complicado.
Los espectadores se han perdido entre el maremágnum de personajes que reclaman voz y voto en los distintos frentes de Alejandría, la Cima, la sede de los Salvadores, el Reino... Cuando hay que hacer un croquis para seguir una serie, mal vamos.
Pero Greg Nicotero y el resto de productores quieren seguir estirando el chicle de los zombis (hay que seguir vendiendo muñecos, pósteres, novelas, llaveros, tazas, huchas, camisetas...) con los globos de los spin off, donde el equipo de guionistas puede crear tramas más libremente sin el corsé de las viñetas de Kirkman y Adlard. Ya hay gente que sigue Fear the Walking Dead, pero que ha dejado por imposible a Daryl, su mirada atormentada y sus flechitas (que nunca se pierden ni se rompen en ningún cataclismo).
Un futuro incierto
La manera de contar la historia del guionista de Outcast y Oblivion Song es única e intransferible (otro punto a favor de los cómics), porque son 14 años perfilando a todos los personajes, principales y secundarios, de forma magistral y convirtiéndolos en piezas brillantes del engranaje perfecto. Coherencia de la pluma del creador de Ladrón de ladrones en los momentos vitales y en las duras viñetas mortales.
Así, Rick Grimes ha pasado de ser el típico policía americano con valores intachables a un líder curtido en mil batallas, con muchos cadáveres en el armario, que está ya muy cansado de la situación postapocalíptica con la que lidia a diario. Envejecido, manco y cojo, pide a gritos la jubilación.
Por eso, Kirkman tenía la idea de que Rick muriera pronto para que Carl tomase el testigo como nuevo único protagonista del cómic-río. A pesar de los acontecimientos acaecidos en la serie, debería seguir firme con ese propósito, porque aquí fue primero la gallina de los tebeos, que hizo posible el huevo (de oro durante años) de la(s) serie(s) de TV.
Creación pura versus mercadotecnia televisiva
La esencia del éxito del tebeo zombi más vendido de la historia sigue impregnando sus páginas, pero hace tiempo que ya no se cuelga en las plataformas televisivas: la genialidad de poner al lector en una tesitura cotidiana de presión constante, extrema, por la presencia de los muertos vivientes y, bajo ese yugo, lograr que el ser humano se quite por fin la máscara del tedio y las excusas del Estado del Bienestar para ahondar en los instintos básicos de la gente, dormida durante años de confort y tecnología hipnótica.
Así, en la saga comiquera se encuentra al héroe total y al villano más tenebroso. Y en ese precipicio continuo hay zombis que te recuerdan siempre que el caos reina (siempre lo hizo) sobre esa ilusión de control que suele tranquilizar a las personas en el día a día. "Nosotros somos los muertos vivientes", llega a decir Rick en una viñeta mítica del tebeo.
En el tebeo no hay final previsto a corto plazo. Ya lo avisó Kirkman desde un principio. Pero la serie sí presenta ya alarmantes síntomas de agotamiento (los actores principales quieren dedicarse a otras cosas). Pasó en Friends, House y tantas y tantas otras ficciones televisivas que exprimieron al máximo el néctar del triunfo. Esperemos que en la décima temporada remonte el interés. Y, si no, siempre nos quedarán los tebeos. Porque, en un mundo gobernado por los muertos, por fin nos vemos obligados a empezar a vivir.
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