Cultura

Amor, Naturaleza y aventuras

Tal vez lo hayamos dicho aquí: el Werther de Goethe puso de moda, no sólo el pantalón amarillo y la casaca azul de su protagonista; también el suicidio amoroso, que cundió por Europa como una plaga. De igual modo, El castillo de Otranto de Horace Walpole y El romance del bosque de Ann Radcliffe traerán a la juventud una nueva y perdurable ofrenda: la mezcla vertiginosa de amor y aventura, de escalofrío y misterio, que abrumará a la novela del XIX con bosques centenarios, castillos en ruinas y cimas escarpadas. Vale decir, la célebre novela gótica, su ingenuo encanto, crepuscular y morboso, que encontró en Ann Radcliffe uno de sus más brillantes y honestos precursores.

Cualquier paisaje de Lorena, de Poussin, de Rosa, de Caspar Friedrich, nos servirá de fondo para esta larga peripecia. Cualquier abadía perdida -la solitaria ojiva, roída por el musgo-, señalará al lector la soledad terrible de aquellos parajes. En la novela de Radcliffe, como en esa hora final del XVIII, se ha impuesto lo sublime sobre el limpio dictamen de lo bello. Y lo sublime requiere, al decir de Kant y de Edmund Burke, la magnitud inhumana, y sin embargo expresiva, de la Naturaleza. Así, la fronda impenetrable, la solitaria ruina, serán lugar para el misterio y refugio de un amor inocente. ¿Por qué? La civilización, ha escrito Rousseau, es enemiga de la bondad y antónima de la pureza. No es extraño, por tanto, que el amor y la brisa, que las pasiones y el clima, se confundan. Si el Romanticismo buscó algo, fue este regresar al Paraíso originario, a la Edad de Oro, donde el hombre concilió sus apetitos bajo la vasta noche. Todavía Nemrod no había alzado su torre de Babel. Y Caín, constructor de ciudades, no había escrito su futuro con sangre hermana. El extraordinario candor de las novelas de Radcliffe participa, indudablemente, sencillamente, de estas soledades míticas. Soledades donde el hombre se soñó hijo de la luz, y no huérfano errante del saber y las ciencias.

Ann Radcliffe. Edición y traducción de Juan Antonio Molina Foix. Cátedra. Madrid, 2012. 590 págs. 15 euros

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