Cultura

Andrés Marín se funde en bronce

  • El bailaor sevillano trae al festival de Cádiz en Danza su obra 'El cielo de tu boca' con la participación de las campanas del músico experimental Llorenç Barber

El cielo de tu boca -que se podrá ver el próximo jueves en el Teatro Falla- es la cuarta producción de Andrés Marín (Sevilla, 1969) desde que en 2002 fundase compañía propia. Desde entonces, la carrera de este bailaor ha supuesto la búsqueda permanente de un modo de expresión propio que él pretende deliberadamente contemporáneo, porque Andrés es un buen conocedor de la tradición, pero en sus creaciones rehuye de su representación al uso y, con ella interiorizada, se entrega a ejercicios de renovadora estética. Es un camino que se apunta en su primera obra, Más allá del tiempo (2002), que se visualiza de forma más decidida en Asimetrías (2004) y se plasma de forma redonda en El alba del último día (2006), un espectáculo en el que el cante tradicional de los cafés cantantes se enfrenta al baile desnudo de Marín. En este viaje, El cielo de tu boca supondría una vuelta de tuerca más a su experimentalismo al incorporar a la obra las campanas del músico experimental Llorenç Barber.

El propio artista, que el pasado fin de semana llevó esta misma obra al escenario del Mercat de les Flors de Barcelona, reconoce en ella "un fuerte apretón de tuerca" en su carrera dado el "carácter experimental y muy abierto" del espectáculo. "En El cielo de tu boca -prosigue- prima la expresión de los sentimientos y la emoción. También tiene elementos de performance y hay más improvisación por el juego que dan las campanas". Y ¿por qué la incorporación precisamente de este elemento de las campanas? A la pregunta Andrés responde que siempre ha sido "una persona amante del vértigo, del desequilibrio y de la búsqueda de lo desconocido". "Por supuesto -añade- que es mucho más fácil moverse dentro de un espacio narrativo, pero yo prefiero aventurarme en proyectos como este". Apunta el bailaor que la campana mediterránea no está afinada, a diferencia de la nórdica que sí, de ahí que de ella se desprenda un desequilibrio, un desgarro visceral que viene proporcionado por la imperfección de la nota. Además de ese carácter de nuestras campanas, que enlazan con esa búsqueda de lo desconocido que Marín persigue, también cuenta cómo, en sus paseos por Sevilla, las campanas le llamaban la atención sugiriéndole sonido y también movimiento. Tan presentes en nuestro habitat, en ellas también descubrió su carácter comunicador de muchas posibles lecturas -la alegría del bautizo, el duelo de la muerte-, un vehículo, pues, idóneo para la expresión abstracta, el hilo conductor no narrativo para la expresión libre.

"La campana es un agujero mágico sonoro", le dijo Llorenç Barber cuando entró en contacto con él. Con este músico experimental, experto en creaciones con campanas (recordemos, entre otras, su concierto de campanas y sirenas de barco que inauguró el II Festival de Música Española de Cádiz), Marín encontró el medio en el que materializar la idea que le rondaba en la cabeza. "La campana siempre te va dando sonidos, y es necesaria una apertura sensitiva. Hay que dejarse llevar", recalca el bailaor. Y es eso lo que persigue en una obra en la que, por supuesto y como no podía ser de otra forma, tampoco falta el flamenco. "Yo vengo del flamenco -recuerda Marín, que es hijo de bailaor y cantaora-, pero lo utilizo como vehículo para la expresión libre y con la estética que siempre he defendido". Gran aficionado al cante, el bailaor se rodea de tres voces cantaoras que no están elegidas al azar. Son la de Segundo Falcón, que representa la amplitud de un repertorio largo como pocos, José Valencia, "una voz en sí misma campanuda", y Enrique Soto, que posee la "afinación de un viejo y rancio metal". De sus gargantas, y con el acompañamiento de Salvador Gutiérrez a la guitarra y Antonio Coronel a la percusión, sonarán cantiñas, farruca, bamberas, romance, martinete y seguiriyas.

La idea expresada de "dejarse llevar" se muestra, pues, como imprescindible a la hora de enfrentarse a El cielo de tu boca, una obra estrenada en la XV Bienal de Sevilla y que inauguró la II Bienal de los Países Bajos antes de pasar por importantes festivales de danza como el ¡Mira! de Toulouse o el Montpellier Danse.

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