Cultura

Angola y sus bellos contrastes

Angola y sus bellos contrastes

Angola y sus bellos contrastes

El Arte en general y la Fotografía como parte integrante del mismo proceso creativo vienen desarrollando, desde hace bastante tiempo un exceso de intelectualismo; lo estético y lo puramente artístico se superponen sobre el relato informador de lo que se quiere representar. Existe demasiado formalismo, mucha intencionalidad conceptual, elitismo -muchas veces embaucador y esquivo-, que a la postre no sirve sino para hacer demasiado amplio el espacio comprensivo entre el espectador y la propia obra. Este distanciamiento es un manifiesto error que redunda en el rechazo absoluto que se mantiene, desgraciadamente, hacia la plástica contemporánea y que, en los últimos tiempos, se va acrecentando con acciones creativas, de difícil compresión y asimilación para el gran público, como las instalaciones, la inclusión en el desarrollo artístico de las nuevas tecnologías y como todas esas actuaciones poco cercanas a la mirada expectante del espectador desconcertado.

La Fotografía, en este sentido, dejó su objetivo relator para posicionarse en nuevos estamentos significativos cada vez menos inmediatos a la contemplación y más alejados de la ilustración de unos modos y unos medios de lo real, sus circunstancias y otras actuaciones más inmediatas. Xavier Simancas es un joven jerezano que desarrolla su actividad en los apasionantes y diferentes horizontes de una Angola, remota, desconocida y absolutamente necesitada de todo cuanto se supone debe sustentar una sociedad con un mínimo bienestar existencial. La fotografía que se presenta en la sala del DIARIO nos abre los horizontes para poder situarnos ante la descarnada realidad de un pueblo con infinitos matices, bello por naturaleza pero con todas las carencias. El artista jerezano, implicado en el diario discurrir del pueblo angoleño, capta la más pura esencia de lo que ocurre ante sus ojos. Lo hace sin implicación, ni social ni siquiera artística, tampoco existe apasionamiento y un exceso de sentimentalismo. Solo abre el objetivo de la cámara para que por ella entre la aplastante verdad existente en aquellos horizontes llenos de carencias y de máximo expresionismo ambiental.

En la exposición nos encontramos con escenas extraídas de una realidad sin escenografía desvirtuante. Niños esperando su turno para llenar la botella de esa escasísima agua con la que tendrán que beber, lavarse y cocinar; madres e hijos acudiendo al mínimo consultorio médico de las afueras de Luanda para ser tratados de las enfermedades endémicas de la zona -dengue, malaria y fiebre amarilla- causantes de millares de víctimas; niñas realizando las labores de la casa y cogiendo agua antes de ir a la escuela, lo que les hace perder el periodo escolar y los tiempos de juegos; trabajadores de la construcción en sus escasos momentos de descanso; joven integrante de un grupo de teatro callejero, con la cara profusamente maquillada antes de salir a escena; pareja de cebras supervivientes de aquella matanza de animales salvajes que aconteció tras la guerra de la independencia y su posterior guerra civil para alimentar a la población; así como algunos aspectos del impactante paisaje urbano angoleño. Son imágenes reales, fieles, asépticas, sin afeites artísticos, sólo la realidad de un pueblo que, a pesar de la dureza, busca clarificar su posición.

La obra de Xavier Simancas nos introduce en un universo de contrastes, bellos y descarnados, como la propia sociedad que representan.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios