Cultura

Antonio Olmedo Esteve, bibliófilo

Al historiador de carrera no le gusta el intrusismo. Cuando cualquier aficionado firma un artículo de periódico o de revista como "historiador", está usurpando de un plumazo cinco años, como poco, de interminables sesiones ante la mesa de estudio. Don Joaquín Portillo, aunque autodidacta, no era ningún aficionado, y reconoce abiertamente, al final de sus "Noches jerezanas" (1839): "estoy muy lejos de haber adquirido el título de historiador, no soy literato ni tengo los conocimientos necesarios … un deseo puro por las glorias de mi pueblo … son las causas que me han movido a llevar adelante mi plan". Todo un señor, este bibliófilo con librería abierta en la calle Francos. La bibliofilia se atisba ya en la Grecia Clásica, pero eclosiona en la Francia de la Ilustración con personajes como Louis de La Valliere. En Jerez también proliferaron los coleccionistas de libros: el marqués de Villapanés o Juan Díaz de la Guerra en el siglo XVIII ; Manuel Bertemati, José Piñero o el propio Portillo en el XIX ; Paco Bejarano, José Mateos, José Manuel Sanz Zamorano o Fernández Lira ya en época reciente, etc. Hoy abordamos una figura poco conocida fuera de los círculos culturales, el maestro don Antonio Olmedo Esteve, que recaló en Jerez siendo un adolescente cuando a su padre, también maestro nacional en un pueblo de León, lo destinaron aquí. En la imagen, un retrato de 1949, tiene veintisiete años, ejerciendo ya la docencia en una escuela de la calle Juan de Abarca, muy cerca de la Catedral. En las aulas estaría unos veinte años, pues ganó una nueva oposición y pasó el resto de su vida profesional como secretario de la inspección educativa de educación primaria. No abandonaba la lectura ni paseando por la calle. Y tenía donde escoger en una gran biblioteca que fue formando a lo largo de toda su vida. Una edición de la 'Argonautica' de Valerio Flaco de 1548, impresa en Lyon por Sebastian Greiff, que introdujo en Francia los tipos itálicos de Aldo Manuzio, es la obra más antigua de la colección. Solo la hemos encontrado catalogada en la Library of Congress de Washington, estando ausente de bibliotecas importantes como la British Library o la Nacional francesa. Una obra sobre mitología, "De Incredibilibus", de un griego del siglo IV a.C. llamado Palaephatus, es una auténtica rareza que solo hemos localizado en la Princeton University y en la Osterreichische Nationalbibliothek. Está impreso en 1649 por Luis Elzeviro, de la prestigiosa familia de tipógrafos holandeses del siglo XVII, que tuvieron casa abierta en Amsterdam hasta 1680 y en Leiden hasta 1712. Las "Cartas familiares" de Cicerón de 1600, la "Imitatio Christi" de Kempis de 1724, las "Recitationes" de Heinecio de 1826, grandes obras como la "Monarchia hebrea" de 1760, colecciones de novelas, clásicos españoles y extranjeros, misales y libros de horas…, son otros tantos ejemplos de una biblioteca que sobrepasa con creces los diez mil volúmenes y convierten a don Antonio, que nos dejó en 2002, en un claro referente de la bibliofilia jerezana.Natalio Benítez Ragel.

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