82 edición de los Oscar - Película de habla no inglesa

Argentina, Perú, Francia e Israel contra Alemania

  • Cuatro filmes tratarán de destrozar los pronósticos que sitúan a 'La cinta blanca' como favorita para alzarse con el Oscar a la Mejor película extranjera.

La cinta blanca, la historia sobre la maldad firmada por el alemán Michael Haneke, encabeza todas las quinielas, pero en los últimos años ese dato ha sido una maldición en la categoría de mejor película extranjera (Amelie en 2001, Los niños del coro en 2004 y Waltz with Bashir el año pasado, pueden dar fe de ello).

Y aunque la de Haneke parece la más firme candidata, la francesa Un profeta, de Jacques Audiard; la argentina El secreto de sus ojos, de Juan José Campanella; la peruana La teta asustada, de Claudia Llosa, y la israelí Ajami, de Scandar Copti y Yaron Shani, forman una de las mejores selecciones de filmes en lengua no inglesa de los últimos años, por lo que cualquiera sería una justa ganadora.

El filme de Michael Haneke ha arrasado desde que el pasado mes de mayo consiguiera la Palma de Oro del Festival de Cannes. Ha acumulado premios, muchos de ellos frente a las mismas competidoras que se encontrará en los Oscar, donde además optará también en la categoría de Mejor fotografía. Fue la gran triunfadora de los Premios del Cine Europeo y fue elegida la mejor película extranjera en los Globos de Oro y en los galardones de los críticos de Chicago, Los Ángeles, Toronto y Nueva York.

Todos ellos quedaron cautivados por una difícil historia que se desarrolla en un pueblo de Alemania justo antes de la Primera Guerra Mundial. Rodada en blanco y negro, Haneke muestra las relaciones cruzadas y envenenadas entre los diferentes miembros de una comunidad de apariencia perfecta. Amores, odios, rencores, envidias, todo tiene cabida en un estudio casi antropológico de la maldad humana realizado desde un frío distanciamiento elegido por el director para no tomar ningún posicionamiento y dejar al espectador solo frente a una crueldad que permite entender el germen del nazismo.

Un profeta, del francés Jacques Audiard, ha ido pisando los talones a La cinta blanca y, tras conseguir el Gran Premio del Jurado de Cannes y el de los prestigiosos Nacional Board of Review (asociación de críticos de EE.UU.), la ha batido en los BAFTA británicos. Eso, unido a su triunfo en los César franceses, hace que la dura experiencia carcelaria de una joven árabe que narra Audiard llegue a los Óscar con una gran confianza y optimismo.

Audiard narra con crudeza la historia de Malik El Djebena -interpretado con una credibilidad dolorosa por el casi debutante Tahar Rahim-, un árabe de 19 años condenado a seis años de prisión por un delito menor. El filme y los espectadores asisten impotentes a la transformación de Malik, que del joven inexperto y analfabeto que entra en la cárcel pasa a ser un delincuente que se mueve como pez en el agua entre las traiciones de las bandas mafiosas.

Con la cárcel como principal y casi único escenario, Audiard narra con un realismo cercano al documental una historia carcelaria en la que caben todos los tópicos habituales que sin embargo se convierten en elementos novedosos en sus manos pero, sobre todo, de Rahim. El actor, con apenas tres pequeños papeles en su haber, sorprende con una interpretación brillante que permite ver a su personaje y una historia tantas veces contada como algo nuevo y fresco.

En la Berlinale de 2009 comenzó su exitosa carrera La teta asustada, un árido alegato contra la violencia que sufrieron las mujeres peruanas durante los años del terrorismo en Perú entre 1980 y 2000. Allí consiguió el Oso de Oro, al que se unieron los premios de los festivales de Guadalajara (México), La Habana, Lima o Montreal.

En su segundo largometraje, Claudia Llosa se centra en una dura realidad y en las consecuencias que aún hoy viven las mujeres que sufrieron violaciones de forma casi sistemática y sus familiares. Con la imprescindible ayuda de su protagonista, Magaly Solier, la realizadora hace de la cámara un elemento casi invisible para permitir la evolución de una historia rodada en gran parte en quechua y que es tan dura en su realidad histórica como en su presente casi vacío de perspectivas.

Solier es Fausta, la hija de una de esas mujeres violadas, y vive aterrada por la posibilidad de que le pase a ella lo mismo que a su madre. Un miedo que la ha paralizado durante toda su vida y que le ha impedido llevar una vida normal, en especial en sus relaciones -inexistentes- con los demás. Los planos cortos contribuyen a contagiar esa sensación de angustia que sufre la protagonista, que expresa su dolor a través de los silencios y de sus canciones, en quechua, un idioma que la directora utiliza de forma muy inteligente para remarcar el aislamiento de Fausta. Esas canciones son un elemento esencial en una película que a pesar de la dureza no renuncia a la belleza de los pequeños detalles y que ha conseguido la primera nominación al Óscar de un filme peruano.

La segunda candidata latinoamericana al Óscar al mejor filme en habla no inglesa es la historia de amor mezclada con una investigación de asesinato que Juan José Campanella cuenta en El secreto de sus ojos. Triunfadora de los premios del cine argentino, donde consiguió 12 galardones, y en los Goya del cine español, con los correspondientes a mejor film extranjero y mejor actriz revelación, para Soledad Villamil, se ha convertido en la película más taquillera de su país de origen de los últimos 34 años.

En su segunda incursión en los Óscar -ya optó en la misma categoría con El hijo de la novia (2001), que perdió ante En tierra de nadie- Campanella parte con menos posibilidades que Haneke o Audiard pero, como él mismo ha resaltado, en las últimas ediciones no ganaron los favoritos en esta categoría. Y en su favor cuenta con el gran éxito popular de una película que tiene una pareja protagonista en estado de gracia -Villamil y Ricardo Darín- arropados por unos fantásticos secundarios, en especial Guillermo Francella.

Villamil es una secretaria de un juzgado y Darín uno de los funcionarios. Entre ellos hay una atracción latente desarrollada mediante unos exquisitos juegos de miradas que dan como resultado una bella historia de amor aderezada por la investigación de un caso de asesinato no resuelto años atrás y que sirve como excusa para contar el inicio y desarrollo de la relación de amistad contenida de los protagonistas.

El secreto de sus ojos es el sexto título argentino que se abre camino hasta las nominaciones en la categoría de mejor película extranjera, un galardón que sólo consiguió La historia oficial en 1986.

Peor trayectoria lleva el cine israelí en los Oscar, que de nueve intentos no ha conseguido aún ningún galardón en la categoría de filmes de habla no inglesa. Esa carta de agraviada puede jugar a favor de un filme menos conocido para el gran público pero no menos interesante y premiado, Ajami, una historia que narra sin contemplaciones ni juicios los enfrentamientos entre los diferentes grupos religiosos que componen la sociedad israelí y que se mezclan en el barrio de Ajami, en el sur de Yafa (junto a Tel Aviv).

Impresionante debut en la dirección de Scandar Copti (árabe-israelí), codirector junto a Yaron Shani (judío-israelí), para el que es su segundo largometraje, y que se han rodeado de un grupo de actores noveles que dotan de una tremenda credibilidad a sus personajes. Y lo hacen porque la mayoría se interpreta a sí mismo en esta historia y porque no hubo un guión cerrado para rodar una historia en la que todo y todos se mezclan como ocurre en la realidad del barrio.

Choques culturales y religiosos, tensiones entre policías y militares, desacuerdos generacionales, la inmigración ilegal, la pobreza, todo con el problema de fondo de la ocupación de los territorios palestinos. Ajami consiguió una mención especial en Cannes, ha sido la película más premiada este año en Israel y la ganadora en festivales como los de Montpellier (Francia) o Salónica (Grecia).

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