Diario de las artes

La metáfora de la memoria

SIMÓN ARREBOLA. Sala Rivadavia. CÁDIZ.

Estamos ante otro más de los artistas nacidos en la provincia de Jaén que están dando entidad y trascendencia al arte que se hace en estos momentos en España. La nómina es larga - Santiago Ydáñez, Ángeles Agrela, Paloma Gámez, Jacobo Castellano, Miguel Ángel Tornero, José Miguel Chico López, Paco Montañés, Juan Francisco Casas, Manolo Vela, José Manuel Darro..., sin olvidarnos del recientemente fallecido Julio Juste -. Ellos mantienen vivo un arte que deja inequívocas señas de una realidad indiscutible, llena de la más absoluta dimensión artística. Simón Arrebola nació en Torre del Campo y sus horizontes creativos, como ocurrió con muchos de sus ilustres compañeros, se manifestaron fuera; allí donde la profesión dejaba entrever más posibilidades. En el caso de Simón, fue Sevilla y su Facultad de Bellas Artes, donde actualmente es Profesor de la misma.

Si repasamos la inmediata historia de nuestro arte más joven nos encontramos con el nombre de Simón Arrebola formando parte de los más significativos emplazamientos artísticos. Ganador de importantísimos certámenes y becas de reconocido prestigio: Paul Ricard, UNIA - Universidad Internacional de Andalucía -, Real Maestranza de Sevilla, FOCUS Abengoa, Beca INICIARTE, entre otros; está en posesión, y eso es lo más importante, de una claridad artística que no deja indiferente. Su pintura goza de todos los aditamentos para que formule expectantes realidades donde se consume ideas que marcan pautas de inquietantes perspectivas.

Tenemos que decir que, como suele ser norma habitual, en las exposiciones programadas para esta sala por parte de Eduardo Rodríguez, nos encontramos con una muestra que no deja indiferente; una muy buena comparecencia de un pintor que nos abre las compuertas de su memoria para hacernos transitar por un universo presentido, allí donde asoman referencias personales que se transmutan en un nuevo espacio escénico para alcanzar una realidad metamorfoseada entre lo mediato y lo inmediato.

Simón Arrebola recurre a su historia familiar, a su infancia, a la huella que en él dejó el ambiente profesional de su padre, que regentaba una fábrica de muebles. Desde aquellas estancias pretéritas, recobradas en un hoy transformado por la distancia y el tiempo, la memoria descubre episodios que plantean posiciones transformadas por el transcurrir vital. Las imágenes impresas en el recuerdo, aquel decorado existencial que se fijó desde la entrañable situación vivida en la niñez y donde los trabajos de la carpintería protagonizaban escenas imborrables, son transformadas en el momento actual por el artista en metáforas de aquella existencia, de una memoria que asume nuevas identidades pero con las escenas inequívocas de aquel pasado que fue ilustre y que, ahora, se actualizan en poderosos esquemas de una nueva realidad; felices retazos actuales con ecos pasados de ilustre recuerdo.

El artista jiennense radiografía la memoria; se adentra en los espacios de una infancia decorada con un mobiliario que ha permanecido intacto para que desde él se fije esa nueva realidad poblada de fantasiosos personajes que transmiten un novedoso discurso donde el tiempo y la distancia han perdido sus líneas definitorias.

En la obra de Simón Arrebola nos situamos en los escenarios mágicos, poblados de imposibles, de Brueghel o El Bosco; nos adentramos en los felices mágicos ambientes creados por la genial Remedios Varo; en definitiva, nos situamos ante una realidad conformada por retazos de una pasado floreciente que escribe la feliz metáfora de una historia dulcemente acomodada en los espacios del recuerdo.

Estamos, pues, ante una exposición, para ser gozada en toda su plenitud; para dejarnos llevar hasta los espacios insondables del pasado de la mano conductora de un bello ejercicio de imposibles posibles.

Nueva espléndida manifestación pictórica andaluza

PREMIO CLUB PAUL RICARD. Facultad de Bellas Artes.

SevillaPREMIO CLUB PAUL RICARD. Facultad de Bellas Artes. SevillaOtra oportunidad más para ver la espléndida situación del arte que se hace en Andalucía. Otro Certamen importante de pintura, el del Club de Arte Paul Ricard, que llega a su décimo segunda edición, ha contado entre sus  finalistas a varios artistas andaluces que ofertan una pintura de muy solvente manifestación. 

Aunque considero que este certamen no goza de un desenlace expositivo demasiado acertado; con una exposición en la Facultad de Bellas Artes de Sevilla, vacía absolutamente de todas cuantas argumentaciones debe poseer un espacio expositivo; el Premio, no obstante, nos hace participar de un unos buenos postulados pictóricos; además, como decía, de patentizar el buen momento de nuestra creación pictórica. 

El Jurado, amplio, de muy dispar intencionalidad artística y con la innecesaria presencia de políticos , ha estado compuesto por Eduardo Tamarit, Secretario General de Cultura de la Junta; Francisco Cerrejón, Director del Instituto de Cultura del Ayuntamiento de Sevilla; José María Sánchez, Decano de la Facultad de Bellas Artes hispalense; Fernando García, Profesor de la misma; Charo Ramos, Jefa de Cultura de DIARIO DE SEVILLA; Marta Carrasco, Jefa de Prensa del CAAC; Jesús Murillo, Jefe de Cultura de ABC de Sevilla y Francisco Ortiz, representante del Club de Arte Paul Ricard.

EL granadino PEDRO CUADRA, Primer Finalista y Mención Especial del Jurado.

De entre las obras presentadas, doce  se consideraron finalistas: "Paraíso" de Simón Arrebola; "El encuentro" de Antonio Barahona; "Beso a la antigua" de Ana Barriga; "Sun" de Pablo Castañeda, "La transustanciación " de Pedro Cuadra, "Dibujo infantil" de Ana del Valle; "Verde paradoja un tanto gris" de Rafael López García, "Guanacaste II" de David Maldonado; "London 11" de José Manuel Moreno; "Desborde" de José Naranjo; "Elisa Linares " de Sergio Romero y "Swimming pripyat (camino truncado)" de Rodrigo Vargas.

Solamente contemplando la relación de artistas, el mínimamente aficionado, se da cuenta de la nómina de muy buenos artistas que optaban al importante Premio. Artistas que conforman un grupo con mucho acierto en la pintura que se hace en Andalucía y que están, sin duda alguna, en una realidad que ya no supone expectación, sino que son partícipes de un claro estamento de seguridad en esta difícil carrera del arte actual.

No era, por tanto, fácil la decisión de otorgar un premio ante la calidad de estas obras. La decisión del jurado es soberana y no hay discusión alguna. Quizás el desenlace final podría haber sido otro - o mejor dicho, otros muchos -.  La obra ganadora ha sido la del sevillano Antonio Barahona y la considerada como Primer Finalista, la interesantísima del granadino Pedro Cuadra. Este que esto escribe, considera, también, de mucho interés las obras de David Maldonado, Simón Arrebola o Ana Barriga. 

Estamos, pues, ante un Premio de manifiesta significación; un Certamen necesario en esta profesión de pocas oportunidades. Quizás, el Premio del Club Paul Ricard debería transitar por espacios de mayor entidad expositiva. Lo demás, irreprochable. Con él, al arte andaluz asume su indiscutible calidad y buena fortuna.

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