Ingreso en la institución provincial gaditana

Bernardo Palomo entra en Bellas Artes defendiendo la emoción de la pintura

  • El crítico de arte ingresa en la academia provincial pronunciando un discurso sobre las complejidades del arte contemporáneo

  • Palomo dedica una parte de su intervención al arte actual de la provincia gaditana

Bernardo Palomo agradece los aplausos del público tras recibir la medalla y el título de académico de Bellas Artes.

Bernardo Palomo agradece los aplausos del público tras recibir la medalla y el título de académico de Bellas Artes. / Lourdes de Vicente

El arte contemporáneo, sus exageraciones y sus límites; pero también, y sobre todo, su verdad y su emoción, su capacidad de implicar al espectador que mira un cuadro hasta el punto de provocar admiración más allá del gusto estético de la creación artística, que también resulta básico, para introducirlo en el mundo de sensaciones que ha ideado el autor. Con estas y otras reflexiones ingresó anoche en la Real Academia de Bellas Artes de Cádiz el crítico de arte Bernardo Palomo, que abundó en su discurso, titulado Arte contemporáneo, de sus complejidades a lo más inmediato, en su privilegiada visión de la creación artística actual, con didácticas y profundas referencias al arte que le precedió entre finales del siglo XIX y principios del XX, y con un certero recorrido por los nombres propios del arte contemporáneo en la provincia de Cádiz.

Contestado su discurso por el pintor Antonio Agudo, el crítico Bernardo Palomo, cuyos textos son publicados en las páginas culturales del Grupo Joly, agradeció primero el nombramiento como académico en la institución que preside Rosario Martínez, con referencias a sus tres mentores (Carmen Bustamante, Joaquín Hernández, Kiki, y Antonio Aparicio Mota), y también tuvo palabras para la persona a quien sustituye como miembro de la corporación, Antonio de la Banda y Vargas, “un referente para el arte” en Cádiz que llegó a ser, en Sevilla, profesor del nuevo académico,

“El arte actual –dijo Bernardo Palomo en su discurso– presenta una incomprensión generalizada que se ve traducida, en múltiples ocasiones, en un manifiesto rechazo, quizás por la propia consideración intelectual que anima a sus autores, por la dificultad de los planteamientos que envuelven a las realizaciones, por la ausencia de criterios de valoración que rijan las creaciones, así como por un desconocimiento de la realidad artística, su configuración historiográfica y sus infinitos desenlaces, muchísimas veces de imposible asimilación. Todo esto produce un abierto desapego hacia la obra de arte moderna, que hace más larga todavía la distancia entre la realidad artística actual y los espectadores de un arte al que es muy difícil acceder”.

Ante este punto de partida, el nuevo académico cimentó su posterior argumentación en un didáctico recorrido por los vericuetos artísticos de los últimos siglos, por aquellos movimientos, autores y creaciones que precedieron al arte actual y que sustituyeron a los anteriores cánones creativos que podrían englobarse en la denominación arte clásico. Así, Palomo habló, entre otros, de los impresionistas, de los movimientos de vanguardia como los fauvistas, Picasso y su cubismo, Juan Gris, la abstracción y Kandinsky, Marcel Duchamp, el informalismo posterior a la Segunda Guerra Mundial, el expresionismo abstracto con Pollock y Rothko, el minimalismo y Dan Flavin y el art povera de Piero Manzoni.

Y Bernardo Palomo apeló a una obra clásica, a un cuadro capital, para desentrañar la clave de la creación artística, más allá de si una obra es figurativa o abstracta, evidente o enigmática: “Sólo por la contemplación del Descendimiento de Roger Van der Weyden ya vale la pena haber nacido. La creación artística si no está aderezada de emotividad, si no mueve los sentimientos, sólo se quedará en un mero ejercicio, más o menos, de factura correcta. Muchas obras que impactan por su realismo fotográfico sólo se quedan en superficiales ejercicios de virtuosismo epidérmico. Nada más, y les aseguro que eso, tampoco, transporta el alma, produce pellizcos de emoción y abre las más apasionantes inquietudes”.

Para Bernardo Palomo, la creación contemporánea necesita de “un acercamiento libre de prejuicios y sin sujeciones”, igual que una obra de arte “debe estar sustentada por una verdad creativa sin concesiones, debe estar sujeta a criterios plásticos y artísticos, criterios que, lógicamente, no están definidos y son de la más variada y dispar naturaleza”.

Libertad, verdad, gusto, criterio y, al final, la emoción, la misma del descendido Cristo del primitivo flamenco: “Nosotros debemos y podemos admirar el arte contemporáneo siempre que encontremos la vía de emoción que éste produce, que demos con la mirada adecuada y, por supuesto, que acostumbremos la vista a la existencia de una realidad artística diferente. Y esto sólo lo podemos conseguir mirando, viendo, acercándonos a todas las manifestaciones artísticas y buscando los caminos que nos hagan sentir. No nos quedemos en la lectura fácil de ¡eso no es arte! Claro que no; no podemos saberlo si antes, ni siquiera, lo hemos mirado”.

Aunque también advirtió Bernardo Palomo de los peligros, a su juicio, de aceptar como manifestación artística cualquier obra por el mero hecho de etiquetarse afín a la vanguardia más inmediata: “No nos equivoquemos, la modernidad no está en asumir como única verdad lo más último, sino en encontrar el establecimiento adecuado para acomodar el sentido, la mirada y el corazón a cada momento estético”.

No olvidó Palomo, en la parte final de su discurso, un amplio acercamiento al arte contemporáneo en la provincia de Cádiz, con detenciones específicas en los artistas del Campo de Gibraltar, de Jerez y otras poblaciones serranas y costeras y de la capital gaditana a través de la labor de la Diputación Provincial que, además, acogió el acto de ayer.

Con referencias a múltiples artistas, con una nómina cercana al centenar de creadores, destacó Bernardo Palomo a aquellas personas que sustentaron en su día un movimiento artístico capaz de desembocar, de una u otra forma, en la contemporánea etapa creativa actual. Así, habló de Manolo Alés –su referencia y reivindicación levantó aplausos entre el público– y Magda Bellotti, de Carmen de la Calle, de Eduardo Rodríguez y Manuel Caballero con el certamen Aduana o del gaditano Rafael Benot. Cada uno en su papel, cada uno en su momento, resultaron para Palomo personas capitales en el devenir artístico de una provincia afectada, lo que no ocultó el nuevo académico, por una tardía incorporación a los valores plásticos más cercanos a la modernidad, con cierto déficit creativo, pero con un valor para este crítico incuestionable como es “su gran dinamismo” y el elevado número de autores.

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