Fin del ciclo veraniego

Broche de sentimiento en la última velada

  • El Alcázar acogió el último 'Viernes flamenco' con David Lagos y José 'El Mijita' como protagonistas

El pasado viernes, 29 de agosto, el Alcázar despidió sus 'Viernes flamencos' demostrando que no hay 'último malo' ante un público rebosante de ganas de sentir el cante, el baile y el toque más puro de la tierra. Con una puntualidad ciertamente inusitada, José Carpio 'El Mijita' salió al escenario con fuerza y sentimiento.

El cantaor volvió a demostrar cómo su apodo se le queda pequeño cuando empieza a cantar. Voz quebrada, de tibias subidas y bajadas, enraizada en los recovecos de la plazuela. 'Hilado' con los genes que se filtran en su sangre entre San Miguel y Santiago.

Comenzó a ritmo de malagueñas, acompañado por con un toque a su medida, mientras un "vamos Miguel" se dejaba oír, una y otra vez, en la cercanía de quien cante frente a un hermano. Su madre tuvo su instante de gloria cuando le dedicó una canción esculpida a fuego lento. No cesó en ningún momento el murmullo entre las ovaciones de familiares y el resto del público asistente. Su replante y su poderío rehuían el micrófono, como quien busca romper el silencio 'a cappella', tan solo con la fuerza propia.

"Si pudiera ir tirando las penitas mías a los arroyuelos, hasta el agua de los mares, iban a llegar al cielo", sangró el artista en un estilo de letras oscuras y los amargos dolores de quien ha perdido el amor, y decide pararse a contarlo a ritmo de soleá.

Tras este inciso personal, y subieron los palmeros habituales de estas noches de alcazaba, y a través de un movimiento vivo y resuelto, y una sonrisa fácilmente contagiosa, dieron rienda suelta al dinamismo de las bulerías. Cantaor de lengua calé, y lazo eterno hacia su madre, que brindó una actuación frente a la calidez de un patio de butacas, que ningún momento le retiró el apoyo, ni cesó de ovacionarlo.

Asistentes de distintas edades, y aún más nacionalidades se animaban con algún grito de "¡Qué arte tienes!" o algún que otro 'olé', hasta que se apagaron las luces al fin del primer acto.

Tras el mismo, tras una presentación correosa, surgió la figura de Claudia Cruz, con un vestido a lunares, negro como la noche. Dispuesta a taconear y levantar el polvo del tablao con la "danza andaluza por antonomasia desde la tacita de plata", como se encargó de matizar el presentador.

Mujer de arranque incorregible, brazos tranquilos y dominantes, y zapateado clásico representado con brío y alegrías, dejó su huella en el escenario, bajo el cante atento de Emilio Florido y Miguel Rosendo. Ambos artistas, pusieron corazón para intentar demostrar que no sólo en aquellos de la vieja escuela reside la magia del cante.

Claudia invirtió en 'donaire'y en un colorido vestuario, haciendo levantar al público con un traje de cola que dio a relucir unas piernas esbeltas, y dejó claro su importancia en el panorama del baile, como ya hiciese como pareja de baile de 'El Pipa' o 'Niña Pastori' por diversos escenarios.

Su cintura, entre giros y los estruendos del crujir de la madera, daba nota de que esta artista del 'mentirero', está acostumbrada a grande tablaos, y le cuesta muy poco tocar ante su gente. Levantó pasión en parte del público, que a bien seguro estuvo de acuerdo con Emilio Rosendo cuando le cantó, "si algún día yo a ti te llamara y tú no vinieras, de amarga muerte moriría".

Como broche al espectáculo, salió a escena David Lagos, jerezano indiscutible que desde su primera intervención dejó claro que no era un profeta en esta tierra, y en ningún lado, aunque quizás se equivocaba, ya que tras empezar cantar paró el tiempo .

"Voy a poneos todo mi corazón", susurró David frente al público, con una sonrisa marcada en su rostro. La tranquilidad de la familia, de su Alcázar y su gente, le arrancó unas impecables bulerías cantadas por soleá. Tras éstas, como quien espera a la muerte sin miedo, recurrió a las seguiriyas de cante 'jondo'. Letras negras, de dura esencia, refrendando el dolor del que siente, pusieron los vellos de punta tanto a visitantes como a quienes "estaba jugando como local".

"Después de la hiel, vamos a echar un poquito de sal" comentó David Lagos, haciendo referencia a que tocaba abandonar el dolor, y acercarse al mar, desde donde parten muchas de sus historias. Barcos, redes y oleajes de vientos incontrolables pueblan sus cantares, mientras Pascual de Lorca, en silencio, retorcía las cuerdas de su guitarra, engalanado con un sutil preciosismo.

Su voz, dura y resonante empezó a quebrarse poco a poco, animando el cambio de registro hacia la las bulerías, con dedicatoria musical a su madre 'gitana', que le dio la vida. Como colofón, entrada ya la madrugada, durante el fin de fiesta habitual se subieron todos los integrantes de la noche, y ofrecieron una reunión 'en familia' donde se volvió a ver a José "El Mijita" y Emilio Florido dado al baile, mientras el público se despedía de su última velada flamenca dentro de la alcazaba.

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