Cultura

Cierta y conmovedora, como la vida

Drama, EEUU, 2012, 105 min. Dirección: Ramin Bahrani. Guión: Ramin Bahrani, Hallie Elizabeth Newton. Intérpretes: Dennis Quaid, Zac Efron, Kim Dickens, Heather Graham, Clancy Brown. Fotografía: Michael Simmonds. Música: Dickon Hinchliffe. Cines: El Centro, Al Andalus.

El director estadounidense de origen iraní Ramin Bahrani es una de las más firmes promesas del actual cine norteamericano. Paso a paso ha ido puliendo un estilo realista que parece trenzado con el neorrealismo de las cinematografías emergentes -la necesidad de utilizar el cine como testimonio, rechazando todo artificio- y la serenidad del estilo clásico de Hollywood. En menos de una década -gracias a sensibles e inteligentes películas: Un café en cualquier esquina, Chop Shop, Goodbye Solo- ha ido superando un inicial tufillo indie y ha logrado un prestigio y un reconocimiento crítico que sólo esperan que el gran público lo descubra como lo que es: uno de los mejores cineastas del momento. Ojalá que esta película lo logre. Especialmente entre el gran público español al que solo se le ha permitido ver en las salas Un café en cualquier esquina.

Lo tiene todo para conquistarlo: una historia poderosa que posee la garra de los grandes relatos de enfrentamiento generacional, obsesión por la hacienda familiar y necesidad de un heredero al que legársela -que podría recordar Al este del Edén o cualquier western de enfrentamiento entre un ranchero y su hijo disoluto-, un muy buen reparto exprimido hasta lograr grandes interpretaciones y -lo más difícil- un perfecto equilibrio entre lo que se narra y la forma de narrarlo.

El corazón de los Estados Unidos -Iowa-, inmensos paisajes, un ambicioso agricultor empeñado en agrandar sus posesiones -tierras y cuerpos- incluso vulnerando la ley y su matrimonio, una esposa devota y sacrificada, un hijo mayor que ha escogido el camino del pródigo y un hijo menor que quiere huir del campo para dedicarse a las carreras de coches son el material dramático de un guión perfecto -lo que quiere decir que pasa de lo previsible a lo imprevisible- en el que a la ambición y el enfrentamiento entre padre e hijos se sumará la siempre económicamente arriesgada vida de los agricultores, la crisis, una investigación sobre procedimientos irregulares y un crimen.

Bahrani da un salto gigantesco de sus pequeñas grandes películas, siempre interpretadas por inmigrantes, a la llamada América profunda; de los recién llegados a quienes han hecho de la tierra heredada su vida; de los latinos, pakistaníes o senegaleses a unos americanos cien por cien americanos que luchan con igual determinación por mantener su forma de vida como por abandonarla (al fin el enraizamiento en la tierra y el vagabundeo en busca de su propio destino son dos caras del mismo sueño americano).

Dennis Quaid crea un extraordinario tipo monumental (o que más bien se tiene por monumental: el Americano) que se va haciendo más sombrío y hosco conforme la realidad le vaya demostrando que ni él ni su mundo eran tan sólidos como creía. Zac Efron logra la mejor interpretación de su carrera reinterpretando el tipo de rebelde que consagró James Dean en grandes melodramas centrados en la tierra -Al este de Edén, Gigante-, sin la poderosa presencia de Dean pero con mejores (por más contenidos) modos interpretativos: el oscurecimiento de su personaje, paralelo aunque distinto al ensombrecimiento del padre, es un gran ejercicio interpretativo. La tierra, los inmensos horizontes admirablemente fotografiados por Michael Simmonds, adquiere la realidad de presencia dramática de un protagonista. Una película en la que los sentimientos -amor, odio, compasión, dolor, remordimiento- son reales. Y en la que la muerte de un ser humano pesa lo que debe pesar siempre. Algo importante en tiempos de insoportables levedades y cinismos sangrientos. Una gran película con una última media hora magistral.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios