Diario de las Artes

Claves de una bella historia

Claves de una bella historia

Claves de una bella historia / Miguel Ángel González (Jerez)

Un momento de la inauguración de la muestra. Un momento de la inauguración de la muestra.

Un momento de la inauguración de la muestra. / Miguel Ángel González (Jerez)

He tenido la gran suerte - y me siento privilegiado por ello – de comisariar la exposición ‘Teatro Principal’ de Paco Pérez Valencia en los Claustros de Santo Domingo. No ha sido una exposición más. A todas en las que he trabajado les he puesto el mayor empeño y me he dejado la vida en que fueran muestras dignas; que levantaran expectativas y que supusieran encuentros felices con las más abiertas parcelas del arte contemporáneo. He trabajado para que todos los artistas expuestos dieran lo más de sí y que ofertaran sus máximas posibilidades. A todas las exposiciones y a todos los artistas que han tenido a bien que fuese yo el que estuviera detrás de sus comparecencias les he profesado un especial cariño y admiración. También me he desvivido para que las instituciones organizadoras quedaran satisfechas con el trabajo llevado a cabo. Con esta de Paco Pérez Valencia se ha dado un paso más; un paso, quizás, distinto. No iba a ser una muestra al uso. Se pretendía una exposición casi antológica, que recogiese el trabajo de más de treinta años y que se organizase desde una concepción absolutamente distinta a la habitual forma de presentar la museografía expositiva. Era normal, pues Paco Pérez Valencia es, a la vez que artista, uno de nuestros más certeros museógrafos. Su concepción sobre el montaje de una muestra tendría, por tanto, que ser muy distinta. Ejemplos de montajes suyos son verdaderas referencias en la museología moderna y son trabajos a seguir. Valga sólo como ejemplo para atestiguar lo que manifiesto, la gran exposición de Luis Gordillo en el Reina Sofía de Madrid. Por eso, desde el primer momento, sabíamos que su muestra de los Claustros iba a ser diferente; ni mejor ni peor, pero sí absolutamente distinta a las manifestaciones al uso.

En todo momento se ha querido que las obras realizadas a través de más de tres décadas no fueran situaciones estancas, concepciones creativas distintas en momentos muy puntuales y con sus diferencias sustanciales propias de la realidad artística del autor en cada parcela cronológica. La obra de Paco Pérez Valencia es un continuo fluir de su vida; una manifestación permanente de sentido creativo. Su trabajo de hoy tiene los mismos perfiles artísticos que tenían los realizados hace treinta años; la misma pasión, el mismo entusiasmo y la misma envergadura creativa. “Estas piezas de los primeros años noventa las he podido realizar hoy “, me decía Paco en su estudio, repasando el trabajo de los años.

“Lo que me impulsa actualmente no se aparta ni un ápice de lo que me hacía producir en los momentos de acabar la carrera”. En su obra está la esencia de aquel genial Cinema Paradiso, ese pasado que es presente inmediato. Con todo ello y, con las formas museográficas que corren por sus venas, las perspectivas de una exposición al uso, eran totalmente inviable y ni él ni yo, lo queríamos. Lo creado ayer y lo realizado ahora se debían solapar, yuxtaponerse, convivir en un perfecto y sólido argumento creativo, porque la distancia artística en su obra sólo permanece en los año, no en la fuerza de ejecución.Se empezó a dar vida a una realidad que se movía imparable del pasado al presente y del momento a aquellos días perdidos en una lejanía tan abarcable como lo que se ofrece ahora mismo. Todos los momentos de su carrera artística, los intereses pausados y vividos con pasión, salían de los recovecos de la memoria y se hacían presentes en un juego de máximas complicidades estéticas. Poner en un supremo acto expositivo todo aquello se me antojaba muy complicado. Además, estaban las complejidades de una sala tan particular como la De Profundis de los Claustros de Santo Domingo.

El conocer la historia del recinto fue como un descubrimiento, toda una señal. Se iba a convertir el espacio en todo un collage permanente. Las obras iban a servir de motivo para crear una gran instalación que interviniesen con tan especial espacio. Se renunció a los efectos de la luz y se buscó una mayor intimidad. Que las obras atrapasen la mirada y esta sucumbiera a la espacialidad y, por supuesto, a la potencia de una pieza artística que debía interactuar con la propia mirada y con el sentido extremo del espacio. Sólo se pusieron ocho puntos de luz que, a lo largo del día se yuxtaponían a la claridad que entraba por las tres puertas abiertas. Todo se posicionaba en un espacio silente, envolvente, que manipulaba el espíritu y dejaba que el espectador se sintiera parte integrante de la propia unidad artística. Paco Pérez Valencia, con la ayuda impagable de Abraham Parrón, su mano derecha fiel en muchos de sus montajes, llevó a cabo la idea y la desarrolló con el sello indiscutible de su sabia museografía. Estamos ante una instalación completa formada por varios capítulos argumentales que dejan constancia del paso fluctuante del tiempo y del trabajo creativo.

En esta exposición, probablemente, más que en ninguna otra, el visitante debe interactuar, no sentirse un mero contemplador; hay de dejarse envolver por el misterio del espacio y por la artisticidad máxima que desprende cada una de las múltiples piezas. Es una muestra que no deja indiferente. Una exposición para no huir. Los que no quieran verla con la espiritualidad que toda obra merece, que abandonen. No hay problema. Es el arte contemporáneo en estado puro, fluyendo para captar el sentido del que sabe mirar y dejarse llevar por el patrimonio eterno de la creación viva.Todo esto es la esencia de ‘Teatro Principal’, un compendio sencillo de vida; de vida artística que está llena de la conciencia de un hombre enamorado del arte, del mundo y de la humanidad. En esta exposición está la esencia de Paco Pérez Valencia; la existencia creativa durante una vida que ha ido y ha venido, que se ha hecho íntima hasta encerrarse en los recovecos del alma y dar lugar a una obra hacia dentro, escueta o se ha expandido exuberante para dar salida al volcán que encierra un corazón incontrolable.

En la exposición está la vida de Paco, lo pequeño y lo desorbitado, lo dulce y lo salvaje, lo tierno y lo que grita de agonía. En la exposición convive la pintura de hoy con la de ayer, la que fue germen impulsor y la que transcribe la dureza de los momentos solitarios con el mundo cerrado a su vera. Espacios de creación que comparten lo que fue con lo que es, que compendia lo real con lo imaginado, lo presente con lo ausente, lo bello y lo bueno con lo contundente y gestual; la línea con la mancha; el texto – siempre el texto – con el retrato, lo figurativo con lo abstracto; lo accional e intervencionista con la grafía de pureza justa.

En ‘Teatro Principal’ se solapa todo el universo de Paco. Está ahí; no puede haber discurso lineal porque Paco no tiene un principio y un final; Paco es un continuo ir para llegar y volver; son trenes sin estaciones término; expresos que comienzan y siguen un trayecto con pocas paradas. Así lo manifesté en el catálogo de la muestra y con otro fragmento del mismo termino: “ Hoy como ayer y, seguramente, como siempre, el arte expondrá su realidad sin que nadie ose transgredir su discurso eterno de vida. Paco Pérez Valencia lo hizo, lo hace y lo hará ajustando su voz apasionada a los ritmos pausados de su alma enamorada”. 

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