Crítica

Consagración, experiencia y evolución

  • Tío Pepe Festival salda con un rotundo éxito la primera noche del ciclo ‘Solera y compás’ con Jesús Méndez, Israel Fernández, Juanito Villar y Diego del Morao

Jesús Méndez, durante su actuación el pasado jueves en González Byass.

Jesús Méndez, durante su actuación el pasado jueves en González Byass. / Tío Pepe Festival/Miguel Ángel Castaño (Jerez)

Qué alegría da ver cómo el formato tradicional de los festivales flamencos sigue contando con el plácet del público cuando, quienes se suben al escenario, son capaces de dar los veinte reales del duro y, además, apuestan por el flamenco en su más ortodoxa de las formas como expresión cultural de una tierra que es capaz de convertir lo jondo en la banda sonora de Andalucía cada verano. Y el jueves, el espectáculo ‘Vive flamenco’ del ciclo jondo de Tío Pepe Festival no fue una excepción, desde el momento en el que se subió el primero de los artistas al escenario habilitado para el mismo, hasta que se bajó el último de ellos después del fin de fiesta que puso epílogo a dos horas de buen cante y mejor toque.

Tres eran los grandes nombres del cante y dos los de toque que fueron los encargados de dar cobertura a la cita. Juan Villar, Jesús Méndez y Diego del Morao en la vertiente vocal, y Manuel Jero y Diego del Morao a la bajañí, fueron los responsables de una noche de disfrute absoluto, en la que quedó patente que cuando los mimbres son de primera calidad, no hay ni calor, ni viento, ni marea que pueda con un público que es capaz de poner el cartel de ‘no hay billetes’.

Y así ocurrió en la Bodega González Byass. Más de 700 personas, según la organización, fueron las responsables del ‘Sold Out’ de una cita que ya es un clásico de nuestro calendario, a pesar de tener a sus espaldas sólo dos años de antigüedad.

Consagración, experiencia y evolución fueron las tres consignas de quienes ocupaban el lugar principal del escenario. Tanto al cante como al toque, los responsables de dar contenido a la cita eran conscientes de que el público quería disfrutar y en eso centraron sus esfuerzos. De pitón a rabo, todos y cada uno de los intervinientes fueron conscientes de que los cantes a compás debían ser los protagonistas y, sabedores de que el estío estival era un condicionante fundamental, los cantes más dulces al oído de los espectadores fueron los que provocaron oles de aquí y de allá y que más de uno acabar aplaudiendo en pie en muchas ocasiones.

De partida, manteniendo un binomio indisoluble que tiene como elementos fundamentales los apellidos artísticos Villar y Jero, el patriarca del cante gaditano fue el encargado de abrir una noche en la que la reina de los cantes iba a ser la anfitriona. Por soleá, con un sonido inconfundiblemente Jero en las manos de Manuel, el heredero de las formas cantaoras del Barrio de la Viña, Juan Villar, fue el encargado de llevarnos en volandas por el universo cantaor de un territorio tan dulce como melódico como es el de Cádiz, en el que el sabor a sal se respiraba tanto por soleá como por alegrías y cantiñas y tangos.

Destapando el tarro de las esencias de la discoteca de nueva memoria por bulerías, en poco más de 25 minutos de cante y toque de alta escuela, Juan Villar y Manuel Jero tuvieron tiempo más que suficientes para que nos diéramos cuenta de que más vale la cantidad que la cantidad. Y calidad hubo mucha. De la buena. De la que no tiene hojana. Sentado, de pie y hasta en los fandangos que nos dejó como regalo quien debe tener por derecho propio un sitio en la gloria del cante ‘de la Bahía’.

No obstante, la veteranía del espectáculo tenía como contrapunto la fuerza de la consagración y, en la noche del jueves, Tío Pepe Festival tenía mucho de ello. Como digno heredero de la casa cantaora a la que pertenece, los cantes de la casa Méndez se hicieron merecedores del testigo legado y, en la voz de Jesús Méndez, se alzaron imperiales en un espectáculo que más de uno no olvidará. Malagueñas, de Manuel Torre versión Mairena la primera y la doble del Mellizo la segunda, fueron la carta de presentación. Un Diego del Morao en estado de gracia nos hacía presagiar que el cantaor de la Plazuela había tirado la moneda al aire nada más salir del camerino y que la suerte le iba a sonreír.

Sabedor de que los festivales de verano juegan en otra liga, Jesús Méndez tiró de cantes marcas de la casa y los tientos y tangos dieron continuidad a una noche en la que tanto las inmortales letras de Luis de la Pica como las de Juan Moneo ‘El Torta’ estuvieron muy presentes. Especialmente intensa también fue una de las letras por fandangos en las que dejó patente que la amistad es algo más que un estado de ánimo y que las bulerías son algo más que una forma de hacer las cosas.

Jesús Méndez es un cantaor que sabe perfectamente los terrenos que pisa cuando llegan los meses en los que el calor aprieta y es un inteligente conocedor de lo que se demanda en noches en las que los cantes ‘mas duros’ suelen ser un convidado de piedra y que en citas como estas se requiere de aquellos otros palos en los que se mueve con una soltura envidiable. El público en pie refrendaba una actuación en la que el compás binario y terciario fue el absoluto protagonista, en las malagueñas sin abandonar, los tientos y los tangos y, sobre todo, en las bulerías, jugó a caballo ganador encontrando justo epílogo con unos fandangos al aire que dejaba el terreno expedito y despejado al encargado de poner epílogo jondo a la noche.

Desde Toledo, pero con el soniquete y las cadencias jerezanas, Israel Fernández llegaba a Jerez con la premisa de poner en valor el hecho de ser un referente jondo actual. Y dicho y hecho. Con las formas de ‘Amor’ bajo del brazo, su último trabajo discográfico, el cantaor castellano forma un binomio indisoluble con uno de los tocaores que mayor arco musical tiene en la actualidad. Desde la soleá por bulerías hasta llegar a los fandangos de despedida, pasando por los tientos y tangos y las bulerías, nadie puede negar a Israel Fernández que sea un cantaor que busque la originalidad desde la base y el conocimiento. Su voz, por lo que el quiera, le permite una velocidad de dicción y un arco musical al alcance solamente de elegidos como él.

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