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Cultura

Continente negro

Inagotable su obra, revisable y disfrutable una y otra vez, en la cima de la historia del cine según los últimos sondeos críticos. Inagotable también, en buena lógica, la literatura que la acompaña desde aquellos estudios pioneros y fundadores de Chabrol o Truffaut.

Hitchcock y su cine siguen generando páginas, investigaciones y análisis, acercamientos más o menos eruditos o divulgativos que perfilan y sacan punta a la superficie portentosa de sus filmes y a las tramas y subtextos a los que estos dieron forma a través de una arquitectura libidinal.

El asunto de "las rubias" ha sido siempre tema de primer orden en la ciencia hithcockiana, desde el psicoanálisis a la culpa católica, aunque nunca tan bien tratado y escrito como en este ensayo breve, hermoso y sugerente de Serge Koster. Un texto que nace de la fascinación incansable por cuatro de las actrices-estrellas, rubias, por supuesto, que encarnaron ese deseo diferido y transferido del propio cineasta británico en la pantalla: la Grace Kelly de La ventana indiscreta y Atrapa a un ladrón, la Kim Novak de Vértigo, la Eva María Saint de Con la muerte en los talones y la Tippi Hedren de Los pájaros y Marnie la ladrona.

Escribe Koster, "vuelvo siempre a Hitchcock, es el único entre todos los ilustres directores que sabe observar, y nos hace observar, a las mujeres con una veneración no exenta de un humor que no implique una falsa expectativa; el sexo elidido de la mujer mantiene el deseo en su grado más alto de incandescencia". Estas Venus hitchcockianas, diosas de la seducción, la belleza y el deseo, vienen a encarnar el "continente negro" del que hablaba Freud, son el verdadero enigma (el sexo) de casi todas sus películas, nos invitan a una constante curiosidad por su secreto.

Hitch le contó a Truffaut que las elegía rubias y de apariencia sofisticada porque (en el cine, en los deseos) "buscamos mujeres de mundo, verdaderas damas que se transformaran en putas en el dormitorio". Esas rubias frías y mortíferas, carnales e inalcanzables, ardientes e insensibles, inmaculadas y corrompibles, esposas y putas, son aquí desnudadas por segunda vez por Koster sin quitarles la ropa, para seguir actuando "en la cámara oscura de nuestros deseos, […] espectadores encadenados enamorados de sus cadenas".

las fascinantes rubias de alfred hitchcock

Serge Koster. Trad. Manuel Arranz. Periférica, Cáceres. 88 págs. 13,50 euros

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