Aunque a primera vista es el medio menos apropiado para la escultura, Cristina Iglesias, que utiliza la literatura, la poesía, la naturaleza como herramientas para "hablar de otras cosas", pone ahora el agua en el centro de sus últimos trabajos, algunos de los cuales recoge la exposición que el Reina Sofía dedica a esta artista nacida en San Sebastián en 1956. El recorrido que propone la muestra, de más de 50 piezas, es más temático y sensorial que cronológico, con unos espacios laberínticos en los que la luz juega un papel muy importante. Las ventanas de la sala que acoge la exposición se han abierto para que penetre la luz natural. Además, desde el interior se puede contemplar el jardín del espacio madrileño, en el que se han situado tres pozos, su obra más reciente que no se había mostrado hasta ahora en España.

Como afirma el profesor estadounidense Russell Ferguson en el catálogo, en estas piezas se observa cómo el paso del tiempo se ha convertido en un elemento cada vez más presente en la obra de Iglesias. "El flujo y el reflujo del agua impiden que la obra permanezca fija en un estado particular", escribe el experto sobre esta exposición, titulada Cristina Iglesias: Metonimia y la más extensa que ha realizado la artista en toda su carrera, que fue reconocida en 1999 con el Premio Nacional de Artes Plásticas.

Su escultura "tiene algo de laberinto y un cierto principio barroco que escribe su obra y explica su complejidad", consideró Manuel Borja-Villel, para quien la obra de la creadora donostiarra tiene una dimensión íntima. "Le interesan los materiales no convencionales, como el hierro dulce que utiliza como esparto", afirmó durante la presentación de la exposición, comisariada por Lynne Cooke. "No ocupan el lugar, sino que lo protegen", apostilló Borja-Villel.