Cultura

Desmontando a Weiwei

  • La piezas del artista chino, desarmadas y embaladas, abandonan hoy Sevilla Ha sido la exposición de arte contemporáneo producida por el CAAC más visitada

Resistencia y tradición ha marcado, con 45.000 entradas desde el 1 de febrero al 23 de junio, un hito en el Centro Andaluz de Arte Contemporáneo (CAAC), donde se alza como la exposición más visitada de cuantas ha producido el espacio que actualmente dirige Juan Antonio Álvarez Reyes, comisario de la cita junto a Luisa Espino. Tal vez porque Ai Weiwei es un artista global, porque China está llamada a ser la primera potencia económica del mundo en apenas unos años, según la OCDE, o porque la cotización del creador se ha disparado en paralelo a su carácter de mártir de la libertad de expresión. Pero, sin duda, mucho ha tenido que ver también, para atraer a un público hasta ahora ajeno o refractario a las propuestas vanguardistas del monasterio de la Cartuja, el carácter de acontecimiento cultural que supone que Sevilla lograra los permisos -y los piropos del artista, como mostró el vídeo que grabó exprofeso- para organizar la primera muestra de Weiwei en un museo público español. Hoy salen de Sevilla las cajas, perfectamente documentadas y selladas, que devuelven a sus lugares de origen las cotizadas piezas cedidas por coleccionistas como Helga de Alvear, Elena Foster Ochoa (Ivorypress), Jan Ghilsalberti, la Faurschou Foundation de Copenhague o la Tate londinense.

"Todo el mundo estaba fascinado por las pipas de girasol, la instalación Sunflower Seeds que Weiwei creó inicialmente para la Tate Modern, pero la pieza estrella de nuestra muestra ha sido la lámpara", aprecia Álvarez Reyes ante varios operarios de la empresa gaditana Grupo 956, con sede en El Puerto de Santa María, encargada de desarmar y embalar, durante toda la semana pasada, ese monumental mecano de hierro cromado y cuentas de cristal rojas y negras que es Descending Light, una de las joyas de la colección que Helga de Alvear mostrará en el museo que construyen en Cáceres los arquitectos Tuñón y Mansilla. "Están diseñando una sala específica para la pieza, que Helga compró en 2007 a la galería neoyorquina Mary Boone. Ha sido de una generosidad extrema al cedérnosla y no se volverá a ver, montada, hasta la apertura de la segunda fase de su museo", indica Álvarez Reyes sobre la lámpara estilo chandelier, que mide 7 metros de altura, y aquí se ubicó en la iglesia.

Tampoco ha sido sencillo el desmontaje de las pipas. Sumaban 3,3 millones de unidades, moldeadas en porcelana y pintadas a mano, que se vieron protegidas por una vitrina y diversos sensores. Sus propietarios, entre las condiciones que pusieron para prestarla, exigían que se pesaran a la llegada y a la salida y ellos aportaban la báscula. Protegidos con máscaras para el polvo, guantes y gafas, los técnicos del CAAC retiraban con palas de plástico las pipas, para manipularlas lo menos posible, y las pesaban. Es difícil apreciar a simple vista que son de porcelana pero, cuando se las tiene en la mano, la masa delata que no son semillas y se constata que cada una es distinta de la anterior. Un vigilante de seguridad y un correo enviado desde Copenhague por los dueños supervisan cualquier movimiento.

La obra más difícil de trasladar fue, sin embargo, el pilar azul de porcelana, inspirado en la arquitectura de los templos, que cedió Ivorypress. Pesaba 500 kilos y los técnicos de Grupo 956 se esmeraron al máximo para conseguir introducirla en su caja. Mientras, en el refectorio, la comisaria e historiadora del arte Luisa Espino atendía a Iana, la correo enviada por la fundación danesa Faurschou para supervisar la devolución, intacta, de las vasijas pintadas en blanco y rojo que componen El fantasma Gu bajando la montaña. Salvo, obviamente, la que una señora rompió accidentalmente el pasado mes de abril, una noticia que alborotó las redes sociales pero no perjudicó las relaciones con el prestador, más allá de que el seguro cubrió el desperfecto y el coste de producción de la nueva pieza. En la misma estancia aún colgaban de las paredes las tres fotografías que muestran a Weiwei tirando una urna de la Dinastía Han. Son copias de exposición. La propietaria, Ivorypress, envió el archivo y se produjeron en Sevilla. "Ahora toca destruir las imágenes y enviar a Madrid el vídeo donde se ve cómo son destruidas", explica Espino.

Al artista chino le "fascinó" que sus obras se instalaran en un monasterio y se pusieran en relación con un lugar que fue fábrica de loza, concluye Álvarez Reyes, que con un presupuesto tocado por la crisis (45.000 euros para esta producción, sin apenas publicidad), ha logrado que en el mundo, incluida la 55 Bienal de Venecia, donde Weiwei exhibe en la iglesia de San Antonio la instalación dedicada a su arresto, se hable del museo andaluz y de Sevilla como un lugar que cuenta en la competitiva agenda del arte actual.

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