Diario de las Artes

El templo máximo de la verdad artística

Exposición de Paco Mármol en la galería Manolo Alés de La Línea.

Exposición de Paco Mármol en la galería Manolo Alés de La Línea.

El concepto no supone, para este que esto les escribe, lo único importante en una obra de arte. Es más, confieso que el tema, la mayoría de las veces, me da igual. En el caso de esta exposición, les diré que para mí el mundo animal no se encuentra entre los asuntos que más le preocupan. Lo siento si esto a algunos les parece mal o les puede chirriar. Sólo me gustan los toros desde el tendido o en el plato. Lo demás es algo que está absolutamente fuera de mis circunstancias. Por eso, a lo que genera esta exposición sólo le muestro mi más absoluto respeto, máxime viniendo de quien viene, Paco Mármol, grandeza humana donde las haya y corazón gigante para todo y para todos. Porque Paco es, sin lugar a dudas, amor para todos y para todo; Paco ama a los perros, a los gatos, a los animales en peligro de extinción; Paco ama a las plantas y hasta, si me apuran, por tanto como tiene de amor, también podría amar una plancha de acero hecha en los astilleros de Puerto Real.

Tras esta declaración de intenciones, el motivo que está detrás de esta exposición me parece, viniendo de donde viene, justo, necesario y hasta de lo más normal. Paco es así. Lo que realmente me interesa de esta comparecencia de Paco Mármol es la propia muestra; su excelsa y espectacular pintura; el lugar donde se presenta y, por supuesto la absoluta realidad creativa de Paco Mármol. Si Manolo Alés hubiera estado con nosotros, nunca me hubiese permitido empezar mi escrito de esta manera; él siempre procuraba que yo fuese políticamente correcto con todo y con todos. Lo hago, sin embargo, por mi eterno recuerdo a Manolo al que Paco quería lo mismo que Manolo lo quería a él. Lo hago, además, porque a Manolo le gustaba – más que a mí, incluso - la pintura grande, la pintura pura, la pintura que no necesitaba explicación, ni sustento de nada; la pintura, en definitiva, como la de Paco.

Sí, no les quepa la menor duda, la pintura que Macarena ha llevado a su sala, es pintura pintura; pintura grande, pintura sin reveses; pura, exquisita, sensible; una pintura que, además, avala y descubre a un pintor singular; a un artista de absoluta precisión, con un dominio del dibujo espectacular y una concepción pictórica que abre las perspectivas de un arte de gran precisión representativa en el que, además, subyacen las formas imperecederas de un creación verdadera, sin trampas y sustentada por un criterio convencido y convincente.

Cuenta Paco que titula la exposición como TEMPLUM, como ese lugar cerrado y sagrado, consagrado a los dioses del amor que son esos animalitos a los que Paco tanto ama y que él unifica en la figura de su perro, Flipo. Sus palabras son para mi sagradas – no podían ser de otro modo – pero, asimismo, para mi la muestra es un templo de veneración porque encierra un testimonio artístico de grandeza absoluta; es un templo de espiritualidad donde el más supremo acto de creación tiene lugar; donde el dibujo magnifica un arte eterno, donde esa línea argumental de la pintura de Paco se hace especialmente bella y esclarecedora; donde el arte por el arte asume su máxima potestad. Es el templo de la belleza, del ejercicio artístico actuante, del gesto representativo máximo; es, en definitiva, la realidad artística que trasciende y hace que la visión contemple un ejercicio absoluto de arte eterno.

Paco Mármol que, aquí, es más Paco Mármol que nunca, vuelve a hacer grande el dibujo. Lo lleva al olimpo – mucho más arriba que a un templo cualquiera – y, sin embargo, nos lo hace, también, inmediato para que, una vez más, comulguemos con la trascendencia imperecedera de una obra de arte total que él, humaniza para que no sea un simple acto de fe.

A la exposición sólo le falta una cosa: la presencia eterna de nuestro gran Manolo Alés, el Manolo de Paco, como no podía ser menos.

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